“Los ojos del mar” ayudó a limar el dolor y consolar a familiares de los náufragos, dice su director

Premiada en el Festival de Cine de Nyon, Suiza, y nominada para el premio Mezcal en el Festival de Cine de Guadalajara, "Los ojos del mar" llega a...

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12 abril,2018 8:04 am
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Texto: Tatiana Maillard/ Foto: Cortesía de José Álvarez
Ciudad de México, 12 de abril de 2018. La manifestación de la fe obsesiona al director José Álvarez, por eso en sus tres documentales ha retratado las creencias y ritos que sostienen la vida espiritual del ser humano. Primero lo hizo con Flores en el desierto, donde se sumergió en la cosmovisión del pueblo wixárika. Le siguió Canícula, en la que filmó los rituales de las comunidades totonacas. Y acaba de estrenarse en cines comerciales Los ojos del mar, cinta que tiene como personaje principal a Hortensia Pérez Rocha, una mujer de Tuxpan, Veracruz.
A través de Hortensia, José Álvarez cuenta la historia del naufragio del barco pesquero Blackfin y la desaparición de sus seis tripulantes en 2011. También da cuenta del duelo de las familias y de la creación de ritos propios para superarlo. Premiada en el Festival de Cine de Nyon, Suiza, y nominada para el premio Mezcal en el Festival de Cine de Guadalajara, Los ojos del mar llega a salas comerciales este fin de semana.

Hortensia, “Los ojos del mar”

–¿Cómo conoció a Hortensia, la protagonista de su documental?
–Recién habíamos terminado de filmar Canícula, en Veracruz, y quise hacer una película que tuviera como protagonista al mar. Me interesa el mar, porque es un ser vivo, con su humor y su carácter. No sabía muy bien de qué iría.
El equipo y yo viajamos a Tuxpan. Llegamos al muelle y, literalmente, al bajarnos del coche nos encontramos a un grupo de pescadores. En medio de ellos, estaba esa mujer. Hablamos con ella, nos contó una vida tremenda y nos confesó que cargaba con una culpa, porque ella se había encargado de quitar las amarras a una embarcación que naufragó. Los tripulantes, que eran sus amigos, desaparecieron.
–¿No había planeado desde un inicio hacer la historia del naufragio?
–No. Tenía interés de retratar el oficio del pescador, que es muy cabrón: durante 90 días, los pescadores no tocan tierra, no ven a sus familias, viven en una embarcación muy pequeña, con otras personas. Se pone rudo. También me interesaba porque soy un curioso de la práctica de la fe y considero que hay cierta religiosidad en la pesca. Es decir: los pescadores no son precisamente devotos ni religiosos, pero tienen una especie de fe autónoma. Creen en el mar, creen en Dios y mantienen diálogos internos. Por eso quería contar algo sobre ellos.
Pero nos encontramos a Hortensia. Su labor consiste en comunicar los recados de los pescadores a las familias y viceversa, como si ella tendiera un puente entre la tierra y el mar. También cumple un rol maternal. Y después de la desaparición del barco, fue la que encabezó las movilizaciones de las familias de los pescadores. Ella sentía responsabilidad por la desaparición de sus amigos, y nosotros no sólo quisimos plasmar su vida sino esa intención que tenía de hacer algo por ellos y por sus familias.
“Los ojos del mar”

La naturaleza como enemigo
–Relacionamos la desaparición de un ser querido con la violencia que se vive en el país. En cambio, su película la aborda desde una narrativa a la que no estamos acostumbrados: la tragedia desencadenada por un hecho natural.
–Una desaparición multiplica el hecho trágico. Y el naufragio es una tragedia con otros tintes, porque la desaparición no se debe a la guerra o la violencia. El enemigo, en este caso, es la naturaleza. Además, siempre queda la esperanza de que el náufrago haya sido rescatado y reaparezca un día. Las familias viven en una mezcla de esta esperanza y la aceptación de la tragedia. Es terrible y en este país ocurre todo el tiempo: la gente muere y no hay un cuerpo al cual llorarle. Los vivos no pueden siquiera hacer un rito de duelo.
–Sin embargo, lo que documenta la película es justamente la realización de un rito y una ofrenda a los desaparecidos.
–Es una práctica de fe que fue creada durante la película.
–¿Cómo?
–Ocurrió que, al principio, nosotros no sabíamos qué iba a pasar con esta película. Conformamos un grupo de pescadores diverso, que incluyó al cantante de Los Cojolites y a Hortensia. Es todo un asunto, porque los pescadores piensan que una mujer en la embarcación trae mala suerte. Íbamos y veníamos en barco. Grabábamos a Hortensia. Salió el tema de que ella quería hacer algo para sus amigos. Nos pareció importante que, a través de la película, pudiéramos ayudarla.
Investigué y resulta que no hay ninguna religión en el mundo que tenga un rito para los náufragos.  Así que, a lo largo de nuestro trabajo, se fue creando el rito. Es curioso, porque hay una variedad de creencias en Veracruz. Hortensia, por ejemplo, es una hija de chamana, tiene tatuada a la diosa orisha Yemayá y además es evangélica. Esta diversidad hace que la ofrenda que ella y las familias brindan a los náufragos sea así, una mezcla.
–Dice que mediante la película quiso ayudar a Hortensia. ¿El cine sirve para ayudar?
–En este caso sí. La película ayuda a que exista un duelo.  Sin duda, todas las películas tienen una influencia, y ésta ayudó a limar el dolor y a encontrar consuelo. Cuando la proyectamos en Tuxpan, estaba presente una mujer que perdió a su hijo en el naufragio y, a diferencia del dolor que manifiesta en la cinta, la vi en paz. Me gusta pensar que, de cierta manera, Los ojos de mar dio paz a los deudos.
 

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