Lo que ya no logramos en esta década

Andrés Juárez

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15 junio,2018 6:24 am
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Andrés Juárez
Ruta de Fuga
 
Se está volviendo común hablar de perros y gatos con derechos, aunque el concepto de “personas no humanas” se acuñó para referirse a animales no humanos con un nivel de inteligencia determinado, como otros homínidos o incluso delfines y ballenas. Durante la presentación de tesis de una amada sobrina acerca de las “personas no humanas” y sus derechos, pensaba en lo que ya no logramos hacer al respecto en esta década.
Ya sé: si discutir este tema puede hacer que muchos levanten las cejas o se acaricien el mentón, hablar de “derechos de la Naturaleza” –así, con N mayúscula como nombre propio– puede causar la risa de otros tantos. Un hombre blanco y rico del siglo XVII también levantaría las cejas al escuchar que los esclavos deberían tener derecho a descansar y muchos señores de este siglo XXI aún piensan que las mujeres ni para votar sirven. Sin embargo, el cambio civilizatorio está en marcha. Eventualmente habrá más casos donde se reconozca el mismo valor de existencia para cada uno de los elementos de la Naturaleza. Vean si no.
Apenas –a duras penas– en 2017, el tribunal superior de un estado de India declaró a los ríos como sujetos de derechos. Debido a una insistencia ciudadana, que dio voz a quien no la tiene –y en este caso no hablamos de perritos–, el tribunal declaró a los ríos Ganges y Yamuna y sus afluentes “seres vivos” con derechos equiparables a los de las personas. Interesante, que la declaración haya incluido a los ríos y sus afluentes, es decir, toda la cuenca. Territorialmente, esta decisión jurídica podría tener impactos aún imprevisibles. Eres un ser vivo y tu espacio, todo hasta donde tus brazos abarcan, merecen respeto, le decimos al río. Leyéndolo así se entiende por qué puede provocar risa –o sonar definitivamente chairo. Pero nadie puede estar en desacuerdo con que la Pachamama ya no puede ser más violada, acosada, explotada, ni recibir un trato desigual.
Otorgar derechos a los ríos que cruzan Nueva Delhi, entre otras grandes ciudades indias, resultaba vital por el alto grado de contaminación que tienen. El nivel de bacterias fecales en el Ganges puede llegar hasta 31 millones por cada 100 mililitros. Para comparar: el nivel permitido en México está entre mil y 2 mil coliformes fecales por cada 100 mililitros. El Ganges es tan importante para el hinduismo que implica mojarse en él. Millones de personas lo hacen. La salud humana, el derecho humano a un medio ambiente sano, no ha sido razón suficiente para sanear el cauce. ¿El cambio de perspectiva podrá con el problema?
En 2008 Ecuador dio un paso adelante. De manera transversal se incluyó en su Constitución los preceptos del buen vivir: “una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay”. Con origen en la cosmovisión indígena opuesta al desarrollismo del capitalismo tardío, el sumak kawsay está cimentado en 13 preceptos, que se basan en que todas las personas y entidades imbricadas con la Naturaleza, se pertenecen una a otra, y cada una tiene el mismo valor. Así, determinan que primero es necesario saber vivir y luego saber convivir. No se puede vivir bien si los demás bien mal. Saber comer (alimentarse bien y con lo necesario, sin exceso), saber beber (primero a la tierra, para retribuir), saber danzar (en conexión con el entorno), saber dormir, trabajar, meditar, pensar, amar, escuchar, hablar, soñar, caminar, dar/recibir. Que el “buen vivir” esté en una Constitución resulta tan revolucionario como cuando se incluyeron los “derechos del hombre” en la Revolución Francesa de 1789.
Pero el “monstruo amable” sigue resollando. El filósofo italiano Raffaelle Simone llamó el monstruo amable al sistema que seduce y convence de las necesidades propias impuestas desde fuera. Todo es justificable para continuar adormecidos de placer. Las violencias, las desigualdades, la corrupción, el deterioro ambiental, la (in)salud humana. Dotar de derechos a la Naturaleza no es un asunto esotérico. Es un cambio de perspectiva: de la etnocéntrica y/o biocéntrica a una holística, transversal, integradora de todos los elementos (humanos y no humanos en un mismo nivel). Y una sociedad que se plantea este cambio puede tener más probabilidades de sustentabilidad y oportunidades de alcanzar el buen vivir.
Al revisar las plataformas ambientales para el próximo sexenio pienso en que en esta década ya no lo logramos. Falta un giro aún más radical. Llegue quien llegue a gobernar al país los próximos seis años, seguiremos en el imperio del capital y en un esquema de economía ambiental que busca nada más aminorar los impactos, limpiar lo que se ensucia, reducir, reparar y reutilizar. En esta década ya no conseguiremos que desde la Constitución se replantee una sociedad más vinculada a la Naturaleza. Ya les tocará a quienes vivan aquí en la siguiente década, en ellos pongo mi fe.
 
La caminera
Por apretada mayoría, los diputados aprobaron en Argentina el aborto libre, legal y gratuito. Aún faltan los senadores, pero ya la primera votación marca un rumbo y un precedente. En el debate, lo más interesante fue el reconocimiento de que no se trata sólo de “provida” contra “antivida”, sino de reconocer la desigualdad porque quien ya tiene dinero puede abortar sin riesgo y quien no tiene dinero seguirá arriesgando la vida. Para mí, el meollo en el lado antiaborto es la condena al gozo ajeno. Sobre todo al gozo de la mujer. En el fondo no se trata de evitar que un feto nazca sino de culpar, juzgar y evitar que las mujeres tengan acceso a una vida sexual plena, so pena de atragantarse con una maternidad no deseada, porque al final ellos, los machos, se lavan y ya.

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