Reivindica Marta Lamas el papel de las mujeres en el movimiento estudiantil del 68

Las aportaciones de estudiantes, profesionistas y amas de casa apenas se mencionan en los textos sobre la masacre, señala la académica en conferencia dentro del ciclo 50 años...

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6 septiembre,2018 7:02 am
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Texto: Guillermo Rivera/ Foto: Cuartoscuro
Ciudad de México, 6 de septiembre de 2018. La feminista y académica Marta Lamas reivindicó el papel que jugaron las mujeres, estudiantes, profesionistas y amas de casa hace cinco décadas, aunque sus aportaciones a esa sacudida social apenas se mencionen en los textos y testimonios de los líderes estudiantiles de entonces, dijo este martes en una conferencia que forma parte del ciclo 50 años de Tlatelolco, organizado por la Fundación Elena Poniatowska.
Precisamente, ante la presencia de la autora del libro La noche de Tlatelolco, Lamas reivindicó a las mujeres del movimiento estudiantil al decir que fueron ellas las primeras en salir a protestar a las calles tras la masacre del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas.
En mayo de 1971, expuso, un mes antes de la matanza del Jueves de Corpus, el 10 de junio, “el primer grupo de la segunda ola del feminismo en México, que se llamaba Mujeres en Acción Solidaria, decidió hacer una protesta por la celebración consumista del Día de la Madre. Decían que eran 364 días de trabajo doméstico y un día de flores y comidita. Todas esas feministas venían del movimiento estudiantil del 68”.
Al inicio del evento, Lamas compartió que, tras recibir la invitación de parte de Poniatowska para hablar sobre el rol femenino en el 68, se dedicó a leer los primeros libros que abordaron el movimiento: “Mucho de lo que se escribió sobre la dinámica política de ese suceso tiene que ver con la versión y visión de los líderes hombres acerca de cómo se llevó ese proceso político, o si no, sobre sus vicisitudes personales durante sus encarcelamientos”.
En cambio, enfatizó, “muy pocas participantes pusieron sobre escrito la forma en que el 68 cambió sus vidas, relaciones personales y trayectorias políticas. Una excepción es Roberta Avendaño, La Tita, representante de Derecho en el Consejo Nacional de Huelga, quien escribió un libro hoy inconseguible (Testimonios de la cárcel, de la libertad y del encierro)”.
De 20 años para acá, recordó Lamas, “han sido investigadoras, historiadoras y antropólogas, y no mexicanas, quienes han hecho una revisión del movimiento, entrevistando a mujeres que participaron, y han efectuado una crítica sobre la ausencia de testimonios y reflexiones en torno al papel crucial que jugaron las mujeres durante y después del 68.
“Dado el contexto machista en ese tiempo –recalcó–, la gran mayoría de líderes, que luego contarían sus historias, fueron varones. Sin embargo, al leer hoy lo que se publicó justo después de ese año, se vislumbra la presencia de las mujeres como participantes comprometidas”.
Los libros del 68
“El primer libro que aborda de manera parcial el 68 fue Días de guardar, de Carlos Monsiváis, y son escasas las referencias a mujeres”, apuntó Lamas.
“En el texto, Monsiváis recuerda a una mujer anónima que increpa a un general en un tanque. En otra parte, dice: ‘mujeres enlutadas, madres, hermanas y parientes de estudiantes muertos o desaparecidos desfilan sobre el centro de la ciudad y hablan frente a la Cámara de Diputados’”.
Sería hasta 40 años después del 68, indicó la reconocida feminista, cuando Monsiváis hablaría más ampliamente sobre el papel de la mujer en el movimiento, en el libro El 68: la tradición de la resistencia, publicado en 2008. “Ahí desarrolla más ampliamente su visión sobre el movimiento y da cuenta de variadas formas de participación femenina”.
Lamas citó después el libro La noche de Tlatelolco, de Poniatowska: “Se lee con una vigencia impresionante y en él aparece una amplia variedad de mujeres involucradas en el movimiento. Me puse, con un lápiz, a contar cuántos testimonios de mujeres hay y encontré 103 distintos. Se escuchan sus voces, de distintas edades y condiciones sociales, estudiantes de la UNAM, la Ibero, maestras, madres de familia, funcionarias, habitantes de Tlatelolco, además de las dos líderes conocidas como La Tita (Roberta Avendaño) y La Nacha (Ana Ignacio Rodríguez)”. Ambas fueron presas políticas y durante dos años estuvieron en la cárcel de Santa Martha Acatitla.
En cambio, dijo, “en los textos de los líderes el 68, la variedad de la participación femenina apenas se esboza. En Los días y los años, relato autobiográfico de Luis González de Alba, algunas compañeras se mencionan, como parte de sus recuerdos. Escribió que le llamaba la atención que las muchachas tomaban la palabra con mayor frecuencia que los hombres para dirigirse a los soldados. Además de un par de cosas, no registra más formas de acción de las mujeres.
“Otro líder, Gilberto Guevara Niebla, publica en el 88 La democracia en la calle, y siempre habla en ‘los’: ‘los estudiantes’, ‘los universitarios’, no era la época de las y los, como ahora”.
Después nada fue igual
Luego de hablar sobre las brigadas que crearon las mujeres durante el movimiento estudiantil, su participación constante en las asambleas y su papel conciliador entre todas las corrientes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) –como en el caso de La Tita–, Lamas destacó que si bien las involucradas no tomaron la bandera del feminismo en el 68, “ni ninguna de nosotras, que yo me acuerde, nos sentíamos feministas, ni había despuntado públicamente el feminismo en México en ese momento, sí hubo una especie de despertar libertario que cuestionó la práctica de varios usos y costumbres de género”.
Al respecto, mencionó un relato que le contó María Ángeles Comesaña, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH): “Me dijo que una compañera cuestionó por qué siempre iban a repartir volantes a mercados y autobuses, y no a cantinas. En el 68 había letreros en esas cantinas que decían: ‘Se prohíbe la entrada a militares, uniformados, mujeres y perros’. Entonces, en el momento en que entraban y comenzaban a volantear, el encargado gritaba: ‘¡Sálganse! Aquí no pueden entrar mujeres’”.
También señaló que en las brigadas nocturnas en la UNAM u otras universidades o escuelas, las mujeres no temían convivir con hombres, pues en ese momento el género era irrelevante.
Sin duda, remarcó Lamas, “el 68, desafió los valores sexuales tradicionales y provocó ampliaciones inesperadas en la vida sexual de muchas mujeres. Hubo muchos tránsitos de la política al sexo y viceversa. Los momentos intensos y peligrosos que se vivían cambiaron las relaciones personales de todo tipo.
“Mientras las familias se sentían amenazadas por las actividades de hijas e hijos, las jóvenes conocíamos nuevas dimensiones en las relaciones con los hombres, desde verlos por primera vez como amantes hasta reconocerlos como camaradas. El despertar sexual de muchas mujeres estuvo ligado a este despertar político y viceversa”, celebró.
Martas Lamas lamentó que, a la fecha, no se reconozca el valioso papel de diversas mujeres en el movimiento estudiantil del 68, pero, rescató, se vivieron importantes cambios: “La amistad entre mujeres y hombres se volvió una realidad. Las vidas de muchas se transformaron al quedarse en esas guardias nocturnas. Ya nunca nada fue igual para ellas”.
 

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