Impide el crimen organizado la atención de sensores de sismos colocados entre Guerrero y Michoacán

El terreno donde están los aparatos, en la zona de la presa El Infiernillo, es de personas que venden droga, dice el director del Centro de Instrumentación y...

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17 septiembre,2018 6:59 am
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Texto: DPA/ Foto: Redes sociales
Ciudad de México, 17 de septiembre de 2018. En los altavoces de la Ciudad de México se escucha “prueba de audio”. Se hacen preparativos para que todo esté listo. No es para un concierto. Por ahí se escuchará la alerta sísmica del próximo terremoto.
Lograr que el aviso le gane a la onda sísmica dependerá de la distancia del epicentro. A veces no es posible. Es cuestión de segundos, que pueden ser vitales para buscar refugio.
Hace un año, el 19 de septiembre, el sismo de magnitud 7.1 que sacudió a la Ciudad de México llegó sin aviso previo. Su epicentro estuvo demasiado cerca, unos 120 kilómetros al sur. La tierra ya temblaba cuando sonó la alerta y hubo 369 muertos.
Ese día se conmemoraban 32 años del terremoto de magnitud 8.1 que dejó hasta 10 mil víctimas en la superpoblada Ciudad de México en 1985. Dos horas antes se había hecho un simulacro conmemorativo y por la mañana se había guardado un minuto de silencio.
Después de 1985, en la costa mexicana del Pacífico y en otras áreas de posibles epicentros se pusieron oídos en la tierra para captar los primeros latidos del monstruo. Unas 100 estaciones sensoras detectan cuando hay un sismo en desarrollo y mandan un aviso para que se active la alerta.
Si la distancia lo permite, poco después se escucha por los altavoces: “Guang, guang, guang. Alerta sísmica, alerta sísmica”. El sonido sobrecoge: nunca se sabe exactamente qué vendrá a continuación.
La voz que dice “alerta sísmica” intercalada con una sirena fue grabada en 1993. Pertenece a Manuel de la Llata, un actor de doblaje que murió hace dos años y que puso voz a Superman en dos películas y a Han Solo en La guerra de las galaxias.
En una casona de la zona de Narvarte en la Ciudad de México tiene su búnker el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (Cires), dirigido por Juan Manuel Espinosa Aranda. Él y su gente son los responsables del Sistema de Alerta Sísmica Mexicano.
Espinosa había participado en el minuto de silencio y en el simulacro hace un año cuando la tierra empezó a sacudirse. Iba por el Viaducto, una vía rápida, camino a su oficina. Sintió que su camioneta hacía un movimiento raro. La alerta sonó después.
“El sismo fue muy cercano y fue técnicamente imposible que el sistema hiciera antes un análisis de las ondas que se estaban empezando a registrar”, explicó a DPA el ingeniero de 70 años.
Sin embargo, indicó, cuando la distancia del epicentro es mayor, la alerta da una ventaja de unos 50 segundos o un poco más para protegerse. Es tiempo suficiente para evacuar los pisos bajos de
un edificio, sacar a los alumnos al patio de la escuela, alejarse de una estantería o apagar el gas.
Dos estaciones sensoras vecinas deben coincidir en que hay un sismo importante en proceso, en general desde 5.5 a 6 de magnitud. Entonces se activará la alerta en la Ciudad de México y algunas otras ciudades sísmicas, como Oaxaca y Acapulco.
Cuando empieza un sismo, las primeras ondas (ondas P) se propagan a unos 8 kilómetros por segundo, dependiendo del terreno. Las siguientes (ondas S), más fuertes, van más despacio: unos 4 kilómetros por segundo.
El ideal para Espinosa sería ampliar la cantidad de sensores a unos 150, abarcando también sitios de posibles epicentros como Chiapas y Veracruz o la vecina Guatemala, y que también más ciudades pudieran ser alertadas.
Alguna vez hubo falsa alarma. Otras el susto fue mayúsculo por la alerta, pero el sismo resultó después imperceptible. El año pasado alguien pidió en la plataforma Change.org que se cambiara el sonido porque “causa mucho pánico”.
“Cualquier tono que tenga la alerta sísmica generará estrés”, dijo Raúl Valenzuela Wong, del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sin embargo, puede salvar vidas si ya se tiene un plan y se sabe qué hacer. Puedo tener un coche o un helicóptero y, si los sé conducir, me llevan a donde sea, pero si no los sé conducir es una ingeniería valiosa que no sirve para mí”, afirmó Espinosa.
Desde agosto, cada primer lunes de mes la alcaldía de la Ciudad de México, de la que dependen los altavoces, hace una prueba de sonido y de funcionamiento con un aviso distinto al real.
En la casona del Cires cuelga de una pared una pantalla donde se observan numerosos puntos verdes sobre un mapa de México. Son los sitios donde hay estaciones sensoras activas.
Se ve también un punto en rojo: es un sensor colocado cerca de la presa El Infiernillo, entre Guerrero y Michoacán. El sistema indica que hay una desconexión que se debe atender. No será posible. La zona está dominada por grupos del crimen organizado.
“En esta región tenemos problemas con los dueños del terreno, que no son científicos sino que venden droga”, dijo Espinosa. “No nos dejan pasar. Son otros riesgos, que no son naturales”.
 

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