Paul Theroux: el viajero total

Adán Ramírez Serret

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12 abril,2019 6:32 am
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Adán Ramírez Serret
 
Hace casi veinte años, cuando tenía dieciocho y trabajaba en una biblioteca, recuerdo que junto a la experiencia de leer a los grandes autores, los grandes libros de los clásicos, estaba la práctica diaria de conocer nuevos escritores, hablar de libros recientes, sobre los que se ha escrito poco, o nada. Sentir que teníamos un olfato único y que era posible decir si algo era bueno antes que todos.
Entre los autores que según yo descubrí a los diecisiete años en la biblioteca, digo según yo porque después me di cuenta que eran famosísimos, sólo que en Oaxaca nadie los conocía, estaban Paul Auster, Ian McEwan y sobre todo, Paul Theroux (Massachusetts, 1941) quien tenía algo en particular, pues Paul Auster era un tanto intocable al escribir desde un Nueva York cosmopolita, e Ian McEwan parecía inalcanzable desde su burgués y bohemio Londres.
Sin embargo, Paul Theroux había dejado atrás su lugar de confort y huido del prestigio de su familia en donde todos eran médicos para lanzarse al mundo. El primer libro que leí de él fue El viejo expreso de la Patagonia, es una crónica de viajes en donde Theroux se propone viajar en tren nada menos que de Canadá a la Patagonia. El libro está cargado de humor negro pues logra aquello un tanto injusto que sucede con la escritura que es transcribir alguna conversación ligera que se mantuvo con un desconocido. Todo adquiere otro color y quien manda es quien escribe. Así, los estadunidenses parecen pagados de sí mismos y fanáticos religiosos. Los mexicanos (me llenaba de emoción que hubiera pasado por México) mentirosos e impredecibles, los centro americanos ingenuos (el libro fue escrito a fines de los setenta) y Buenos Aires como un lugar civilizado en donde nadie puede hacer nada, está en plena dictadura, y Paul Theroux aun así se las arregla conocer a Borges.
Durante todo ese libro aparecen algunas constantes que con el paso de los años descubro en otros libros de Theroux: una muy importante es huir siempre de Estados Unidos. Lo podemos ver desde su biografía en donde a los veintipocos se fue a vivir a Uganda y también en una de sus grandes novelas, La costa de los mosquitos, en la cual el personaje principal está obsesionado con dejar atrás la civilización occidental y aún en las partes más profundas de la selva hondureña se llena de frustración pues encuentra basura de refrescos y comida chatarra.
Paul Theroux es un viajero que mientras recorre los sitios más salvajes e incómodos reflexiona todo el tiempo. En el ensayo, por ejemplo del libro que recomiendo hoy, En busca de la ayahuasca, viaja a Sudamérica para probar precisamente la ayahuasca (hoy en día muy de moda) pues leyó una crónica en donde Burroughs cuenta que la probó y Theroux decide seguirlo. Sin embargo, el viaje tiene mucho de frustrante pues está todo el tiempo acompañado de turistas gringos y el chamán nunca encuentra el momento para hacer el ritual y beber la ayahuasca.
Aparecen otros ensayos en este libro que también se relacionan con su obra, la obsesión, por ejemplo, por los autores viajeros como él y un tanto misántropos, también como él y absolutamente excéntricos. Sin duda también como él. Theroux es famoso por haber sido amigo del controversial y genial V.S. Naipaul y sobre todo por haber escrito un libro fantástico, lleno de resentimiento y envidia sobre él. De igual forma encontramos en este libro a Theroux leyendo a Graham Greene, a Joseph Conrad, eterno viajero y al genial Hunter Thompson.
En busca de la ayahuasca y otros desvíos es una obra en donde se descubre a este autor extraordinario, lleno de humor negro, con una escritura fantástica, que recorre el mundo leyendo y, sobre todo, escribiendo. Es la oportunidad de redescubrir a un autor latente y lleno de vida.
Paul Theroux, En busca de la ayahuasca y otros desvíos, Ciudad de México, Almadía, 2019. 261 páginas.
 

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