Ir, fui, he ido: una novela sobre la migración

Adán Ramírez Serret

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10 mayo,2019 6:13 am
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Adán Ramírez Serret
 
El gran escritor y viajero estadunidense, Paul Theroux, de quien ya he escrito antes en este espacio; habló, durante una presentación de un libro, sobre los cambios más fuertes que ha visto a lo largo de los últimos 50 años en el mundo, lo decía con bastantes argumentos, pues de manera literal, lo ha recorrido palmo a palmo: cada rincón de África, América, Europa y Asia. Decía que uno de los más fuertes, es el cambio en la forma de vestir. En los 60, cuando comenzó su vida viajera, la gente se vestía diferente según se cambiara de país; y que ahora, a cualquier lado del mundo que vayas, Pakistán, Lagos o San Francisco; la gente se viste igual.
Contó algunos cambios más, hasta que se detuvo en el más contundente, la migración. Decía que antes conocías a jóvenes en África, Centroamérica o Asia, y al preguntarles lo que querían hacer cuando fueran grandes, todos respondían con profesiones y oficios, médicos, contadores, carpinteros, escritores…, y que ahora, cuando preguntas a los jóvenes qué quieren hacer en el futuro, responden todos de manera invariable, quiero irme. La migración, el movimiento de miles de personas de un lado a otro, es el fenómeno más poderoso que está cambiando el mundo. Y los mexicanos, lo sabemos, casi mejor que nadie.
Reseñé también el año pasado para este mismo espacio, el brillante y esclarecedor libro de crónicas de Leonardo Tarifeño, No vuelvas, un texto entre periodístico y autobiográfico en donde el escritor argentino intercala su experiencia en un desayunador en Tijuana con los inmigrantes y su propia experiencia de vida cómo viajero a lo largo del mundo. Entre muchas otras, una de las preguntas más importantes que se planeta Tarifeño en estas crónicas, es ¿cómo encarar de manera ética este problema? ¿Cómo ponerse en los zapatos de alguien desesperado mientras nosotros tenemos una vida privilegiada con familia, un lugar donde vivir y libertad? Tarifeño nos deja ver esa brecha infranqueable con la que nos enfrentamos cada día. Pues simplemente, nunca lo entenderemos.
Es precisamente este el tema principal de la novela que he estado leyendo los últimos días, Yo voy, tú vas, él va de la escritora Jenny Erpenbeck (Berlín Este, 1967). La historia comienza en el Berlín actual con un hombre alemán que aún nació en la Alemania Occidental, al otro lado del muro. Es un hombre que está en los primeros días de su jubilación sin saber bien a bien qué hacer de su vida. Es un filólogo especializado en literatura clásica, su mundo son los mitos griegos y el griego clásico.
Su vida, está por demás decirlo, es altamente civilizada y desde su escritorio con un café perfecto al lado y rodeado de libros, observa el lago y piensa en los libros que desea leer, Proust, Dostoievski, y recuerda a su esposa fallecida y a su antigua amante que es el lado turbulento de su vida. Sin embargo, recuerda que hace poco se ahogó alguien en el lago. Eso lo incomoda de alguna forma y ya no puede estar más allí. Así que sale a caminar por Berlín y se encuentra en alguna plaza con migrantes africanos que están viviendo allí en tiendas, en constate conflicto con la policía.
En poco tiempo los migrantes ocupan la mayor parte de su pensamiento. ¿Qué hacen aquí? ¿De dónde vienen? Con el paso de los días decide que debe ir y acercarse a los migrantes. Así que se dirige a un albergue en el que en poco tiempo puede entablar conversación con toda aquella gente que tiene su vida detenida. Todos son africanos con nombres extraños que le cuesta recordar. Al principio algunos están a la defensiva pero al final todos terminan por contarle sus vidas terribles en África en donde tuvieron que huir de diferentes guerras y le cuentan que están allí, porque no tienen absolutamente nada más. En algún momento uno de ellos le dice en inglés, I don´t know where my mind is. El filólogo se queda sorprendido de la belleza de la frase y de la imposibilidad de traducirla. Ya no sé en dónde está mi mente, o mi alma o mi ser. En una de estas visitas descubre a un hombre estudiando alemán, intentando memorizar un verbo irregular, Gehen, Ging, Gegangen, Ir, Fui, He ido, de manera literal. El filólogo piensa, que es una buena analogía de su vida: una existencia en donde el movimiento se acabó y ahora sólo queda afrontar el presente detenido.
(Jenny Erpenbeck, Yo voy, tú vas, él va, Barcelona, Anagrama, 2018. 332 páginas).
 
 

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