Timan, asaltan y capturan a migrantes guatemaltecos

Antes de regresar, dice una migrante, el agente estadunidense le preguntó: ¿Por qué son tan necios? ¿Por qué se vienen? Ya no van a pasar.

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22 junio,2019 5:11 am
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Antes de regresar, dice una migrante, el agente estadunidense le preguntó: ¿Por qué son tan necios? ¿Por qué se vienen? Ya no van a pasar.
Mexicali, Baja California, 22 de junio de 2019. Más de 30 indígenas mayas de Guatemala, y sus hijos adolescentes, están varados en esta ciudad sin saber qué hacer.
Cada uno pagó 3 mil 300 dólares para que un pollero los cruzara a Estados Unidos, con la promesa de que obtendrían el asilo en ese país.
En vez de eso, los asaltaron dos veces antes de ingresar a territorio estadounidense, saltaron el cerco fronterizo por una zona de riesgo, fueron capturados por agentes de Migración; tuvieron una entrevista de cinco minutos, y luego fueron retornados a Mexicali mediante el Programa de Protección a Migrantes.
Los guatemaltecos fueron citados en San Diego, California, en agosto, octubre, y en algunos casos hasta noviembre.
Antes de regresar, dice una migrante, el agente estadunidense le preguntó: ¿Por qué son tan necios? ¿Por qué se vienen? Ya no van a pasar.
Cuentan que para reunir el dinero que entregaron al traficante hipotecaron sus casas, terrenos, la siembra de maíz, o pidieron prestado.
“Nos estafaron, vendimos nuestra casa, nuestro terreno, pagué 75 mil quetzales al pollero (unos 9 mil 800 dólares), me aseguraron que me iba a quedar en Estados Unidos, que me iban a dar el asilo”, lamentó Amelia, un nombre ficticio para proteger a la mujer del crimen organizado en su país.
“Nos dejaron sin dinero, sin ropa. ¿Ahora cómo regreso a mi país?”, añade la madre que viaja junto a sus dos hijos.
Amelia sufría violencia doméstica, intentó denunciar, pero el Ministerio Público más cercano se encuentra a dos horas y media de su casa. El costo del transporte es de 25 quetzales, lo que le significaba dejar sin comer a sus hijos.
Por eso cuando supo que en su pueblo un pollero organizaba una salida hacia Estados Unidos no lo pensó dos veces.
“Nos dijeron ‘no temas nada, llévate a tus hijos, por cómo estás (en la pobreza) te van a dar el asilo seguro, me pagas la mitad, y ya que estés en las ‘hieleras’ allá arriba (EU) que nos depositen el resto'”, narró.
La mujer y sus dos hijos subieron a un autobús de la línea Cinco Estrellas; sin embargo, en el trayecto hasta su destino final, San Luis Río Colorado, Sonora, fueron asaltados dos veces. Al salir de Guadalajara, el vehículo fue parado por personas vestidas como policías que les quitaron el poco dinero que les quedaba.
Ahora, la mujer ya no tiene terreno, ni casa, tampoco tiene cómo regresar a Guatemala. El boleto de autobús a Chiapas cuesta mil 800 pesos y sus familiares ya no le responden las llamadas.
Ahora, están en el albergue Alfa y Omega, bajo una carpa que los protege de los 38 grados centígrados que se registran en esta ciudad, muy lejos de su pueblo natal, San Pedro Soloma, una zona montañosa al norte de Guatemala.
Olvido
Jacinto viaja con su hijo de 14 años, mientras su esposa y tres hijos se quedaron en Santa Cruz del Quiché, otra comunidad maya en Guatemala, esperando que ellos cruzaran a Estados Unidos.
El campesino de 48 años llamó a su casa para avisar que sí estuvo en Estados Unidos por cuatro días, pero en un centro de detención. Las autoridades migratorias lo retornaron a México y ahora se está varado en Mexicali, sin dinero, trabajando por 240 pesos al día separando metal en una industria.
El migrante paga 100 pesos a la semana por permanecer en el refugio Alfa y Omega. Cruzó a Estados Unidos por San Luis Río Colorado, Sonora, junto a un grupo de 107 indígenas guiados por un pollero que los dejó en el cerco, donde los asaltaron.
“Cuando estuve frente al agente de migración le dije que quería hablar con el Consulado de Guatemala, pero se rieron, me dijeron que no había. Sé que no es cierto, en Estados Unidos me dieron cita para el 27 de agosto, pero yo sé que también es mentira, es para aburrirnos, para engañarnos”, reprochó.
Texto y foto: Aline Corpus / Agencia Reforma
 

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