La masacre de Aguas Blancas fue un plan del Estado para aniquilar a la guerrilla, dice el fundador del EPR y del ERPI

En entrevista, Jacobo Silva Nogales, comandante Antonio, a 24 años de la matanza de 17 campesinos y 23 de la presentación del Ejército Popular Revolucionario, reconoce que desde...

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26 junio,2019 5:00 am
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En entrevista, Jacobo Silva Nogales, comandante Antonio, a 24 años de la matanza de 17 campesinos y 23 de la presentación del Ejército Popular Revolucionario, reconoce que desde tres años antes se movían en Coyuca de Benítez y Atoyac grupos subversivos. Revela que el entonces PROCUP-Pdlp contaban en Guerrero con 10 batallones de 500 hombres armados cada uno. Pretendían combatir al Ejército si se rompía la tregua con el EZLN en Chiapas.
Chilpancingo, Guerrero, 26 de junio de 2019. El 28 de junio de 1996, en el primer aniversario de la masacre del Vado de Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, el Ejército Popular Revolucionario (EPR) tenía planeado tomar cinco municipios de Guerrero, con mil milicianos por cada uno de ellos, en respuesta a esa masacre que el Estado ejecutó para inhibir a los grupos guerrilleros que ya se movían en la zona, y a los que quiso aniquilar lo más rápido posible con esa “lección” antes de que empezaran a actuar.
El plan abortó, sin embargo, porque no había las condiciones en otros estados del país donde se formaba ese grupo guerrillero.
Veinticuatro años después de la masacre, el entonces jefe de la guerrilla en Guerrero, Jacobo Silva Nogales, comandante Antonio, dice que “hubiera sido algo más espectacular” que la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas en 1994.
El ex guerrillero, ex preso político, fundador del EPR y del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), ahora autor de los libros Lucio Cabañas y la guerra de los pobres, y, Los rasgos Esenciales del Estado, habló en entrevista con El Sur de la organización de la guerrilla antes de la masacre del Vado de Aguas Blancas y lo que pasó en las horas y días posteriores con la columna de guerrilleros que se presentó durante el homenaje por el primer aniversario de esa masacre.
A la distancia de 24 años, Silva Nogales afirma que la masacre de los 17 campesinos no fue un ataque fortuito, sino algo planeado por el Estado para inhibir a los grupos subversivos que desde años atrás ya se movían en la zona.
“Mario Arturo Acosta Chaparro (general del Ejército dedicado a la contrainsurgencia y el espionaje político, director de las corporaciones policiacas de Guerrero durante el gobierno de Rubén Figueroa Figueroa, y después preso acusado de vínculos con el narcotráfico) estaba obsesionado con la guerrilla y quería aniquilarla con una lección ejemplar lo más rápido posible, antes de que empezara a actuar. Acosta Chaparro estuvo ese 28 de junio cuando los campesinos de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) fueron masacrados para impedir su movilización en Atoyac con la exigencia de la presentación de uno de sus compañeros desaparecidos”, asegura Jacobo en la entrevista el 16 de junio en recintos de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG).
Cuenta que el Estado tenía información de que “nosotros nos movíamos como guerrilla” (todavía como Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo-Partido de los Pobres (PROCUP-Pdlp), pues desde tres años antes ya habían formado columnas que hacían recorridos para visitar comunidades.
“Desde 1994 había columnas permanentes; había 2 en la sierra de Atoyac y otra en la de Coyuca”, recuerda.
Incluso, en 1994, cuando surgió el EZLN en Chiapas, esas columnas participaron en emboscadas en la sierra de esos dos municipios, y al menos otra en la Montaña, cuenta el ahora escritor, y a partir de entonces incrementaron su labor de preparación y de acopio de armas y de equipo “pensando en que, en algún momento se rompería la tregua del EZLN y debíamos estar preparados para iniciar también aquí el combate, para no dejar que combatan solos”.
Pretendían, dice el ex comandante Antonio, impedir que se concentrara todo el Ejército regular allá “y se pensaba pelar también aquí para atraer y distraer el Ejército”. En otras partes del país también tenían esa idea, aunque no tuvieran perspectivas de ganar en ese momento.
Pero en 1995, el 28 de junio, ocurrió la masacre. “El Estado detectó que había una fuerza guerrillera que se movía, que hacia reuniones pero no atacaba”.
Dice que por eso esperaron a los campesinos de la OCSS con “un gran operativo” en Aguas Blancas, “como ya sabemos, no era un retencito cualquiera, eran cientos de policías que se colocaron en el lugar”.
Recuerda que aunque la movilización a la que se dirigían los campesinos desarmados no fue una acción organizada por la guerrilla, los campesinos masacrados eran de las comunidades donde venían trabajando desde años atrás, por lo que convocó a cinco de los que tenían bajo su mando unidades, a los que consultó qué se debía hacer.
Cuatro dijeron que estaban en la obligación de responder y sólo uno le dijo que no. Ese, automáticamente fue destituido de sus funciones. Y así, de un día para otro, decidieron iniciar formalmente las acciones militares ese mismo año de 1995.
Jacobo Silva recuerda que previamente lo mandó traer la dirigencia de la Ciudad de México, como lo cuenta en su documental Rebeldía, para pedirle que suspendiera las acciones.
Le reprocharon que no les haya pedido autorización. Él les respondió que para eso no se necesita pedir autorización, “eso es automático, no hay nada qué consultar, ¿o ustedes iban a decir que no?”, les preguntó, y uno de sus interlocutores, después de que se quedó pensando, le contestó que podría ser que le respondieran que no.
Incluso, le preguntaron que si tenía forma de parar las emboscadas y él les contestó que no.
Cuenta que ese año participaron con algunos “hostigamientos”,  pero no iniciaron la guerra, “era una respuesta momentánea por lo que pasó, y dependía de cómo se desarrollaran esos acontecimientos para seguir adelante”.
Destaca que el ataque de la Policía Estatal en el Vado de Aguas Blancas a los campesinos de la OCSS, en el que murieron 17 de ellos y otros 34 resultaron heridos, provocó un daño sicológico tremendo. “Ese era el objetivo, no era nada más neutralizar a ciertas personas, en este caso a los 17 que murieron y a los 34 heridos. El objetivo era dar una lección contundente para que se inhibiera a la gente su capacidad de organización”.
Expresa que, afortunadamente, la gente de Guerrero no es como la de otros estados, por su historia de dignidad, lejos de inhibirse, le dijeron: “ni madres”, más coraje les dio y le dijeron que no debían retirarse.
Aún recuerda la advertencia del jefe de una columna de la zona, quien era hermano de uno de los muertos.
Con los ojos llenos de lágrimas, le advirtió una noche que los reunió: “nada más quiero que no hagan algo… nada mas quiero que no hagan algo”. El coraje le saltaba en el rostro, siguió: “ustedes dijeron que si nos hacían algo, iban a responder, nada más quiero que ahora no hagan algo”, insistió. El tono era amenazante.
Otro compañero de Jacobo fue el que le respondió: “es que no está en discusión, lo vamos a hacer, por tu hermano y por todos los de la organización”.
Jacobo recuerda que se sintió con la obligación de responder mediáticamente no sólo a manera de reivindicación, sino también para levantar el ánimo de la gente, porque está convencido que después de un golpe se provoca una decaída del ánimo y de la voluntad de lucha.
Entre 1995 y 1996, también la dirigencia nacional del PROCUP-PDLP, al que pertenecían, se movilizó, convocó a una reunión amplia en la que decidió extenderse y conformar el EPR, y definió una estructura; “partido por acá y ejercito por acá”.
Los cuatro dirigentes de Guerrero quedaron integrados en el Comité  Central del PROCUP-Pdlp y formarían parte de la dirigencia del el EPR, Jacobo fue nombrado comandante.
Reciente la masacre de Aguas Blancas, la gente del comandante Antonio quería “algo  en grande”. Planteó en la reunión nacional que en Guerrero contaban con 10 batallones de 500 hombres armados cada uno y que podían tomar cinco municipios con mil “combatientes” por cada uno.
Por lo pronto ya tenían dos columnas dispuestas en Coyuca de Benítez  y en Atoyac, más otras que se formaban esporádicamente en Tierra Caliente, en la Montaña, y en la Costa Chica, “teníamos una, incluso, en Acapulco, pero sus integrantes eran provisionales, no tenían estrategia, pero podían actuar en determinado momento”, cuenta el ahora escritor.
El comandante Antonio añade que pensaban que la capacidad de respuesta debía ser muy contundente, más espectacular que lo que hizo el EZLN en Chiapas, porque aquí la gente estaba dispuesta, le llegó hondo lo de Aguas Blancas, “donde quiera era un hervidero de ganas, decían que habría que darles duro, y sí, teníamos la capacidad de hacerlo”.
El optimismo de los dirigentes de Guerrero se derrumbó cuando escucharon lo “poquito” que tenían en otros estados.
Entonces, recuerda Jacobo, desesperado se jaló de los cabellos y se dijo: “¡no puede ser!, en una comunidad indígena chiquita de Guerrero tenemos más gente que lo que tienen los de la ciudad de México”, y en las mismas condiciones estaban en Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León, Jalisco, Michoacán, Sinaloa, Chihuahua y Baja California, donde había gente para formar el EPR.
Sin embargo se dieron un año de plazo para empezar el hostigamiento a nivel nacional y decidieron que el surgimiento  de la nueva fuerza militar sería en el aniversario de Aguas Blancas para tener legitimidad.
“En el caso del EZLN tenia la legitimidad del indígena y porque inició con la entrada en vigor el TLC entre Canadá, México y Estados Unidos. La nuestra seria la matanza de Aguas Blancas”. Jacobo Silva refiere que por eso decidieron que su aparición sería en el primer aniversario de la matanza en el Vado de Aguas Blancas.
Silva Nogales aclara que fue la dirigencia nacional la que decidió que no mostraran toda su fuerza al Estado en un primer momento, “y actuar con algo más simbólico, y se bajó el nivel de lo que se iba a hacer, decidieron sólo presentarse en el evento (en el vado de Aguas Blancas, conmemorativo del primer aniversario de la masacre de 17 campesinos), ante el movimiento social y con una salva de honor de los compañeros”.
Recuerda que él decidió entonces mover solamente a un poco más de 100 hombres armados, para no focalizar la atención del Ejército regular que estaba en Acapulco, de donde fácilmente se movería en helicópteros y llegarían en unos 10 minutos.
“Teníamos la certeza de que si nos perseguía con mucha contundencia, quedaríamos en combate un 60 por ciento, pero que con un 40 por ciento les haríamos frente”, Expresa que él se veía al frente de este 40 por ciento y casi se daba por muerto.
Incluso, cuando se despidió de su compañera Gloria y de su hija, casi se le ruedan las lágrimas frente a ellas. “Yo me decía: es la última vez que las veo, solamente van a saber de mí por los periódicos”.
Cuenta que él pensaba en su hija. Sin embargo estaba convencido de que sería por algo bueno.
Recuerda que después de su presentación en el Vado de Aguas Blancas, en la que él, como jefe de la guerrilla en Guerrero presentó al EPR, y una de sus compañeras leyó el comunicado, inesperadamente el huracán Boris los protegió del Ejército para salir de la zona. Dice que todavía recuerda el titular de un rotativo de Acapulco: “Hasta la naturaleza apoya al EPR”,
El Boris les permitió llegar hasta lo más alto de la sierra antes de que el Ejército pudiera alcanzarlos. Caminaron toda la noche en medio de una tormenta con vientos de 150 kilómetros por hora. “Era terrible teníamos que inclinarnos muy bien hacia delante y caminar de ladito para poder avanzar”.
Como anécdota curiosa añade que en los primeros minutos de su retirada del Vado de Aguas Blancas, unos 30 de los 100 de sus compañeros quedaron eliminados por sofocación, y es que fueron atacados por un enjambre de abejas africanas que los hizo correr hasta quedar agotados por el cansancio.
A una de sus compañeras, pálida, a punto de desmayarse, la alivianaron con la mochila, después con el rifle, y en seguida, para risa del resto de sus compañeros hasta del cuadernito en el que había leído el comunicado.
Allí Jacobo se dijo: “esta mujer no sirve, nos van a matar por su culpa” y se le ocurrió preguntar que cuantos más no estaban en condiciones de seguir con ellos y para su sorpresa levantaron la mano 30, a quienes tuvieron que sacar dos de los milicianos por una ruta corta para llegar a población más cercana, disfrazados de campesinos.
El resto caminó desde aproximadamente las 5 de la tarde que salieron del Vado de Aguas Blancas, hasta las 2 de la madrugada, nueve horas continuas en subida por el monte, entre árboles tirados por el viento, y escuchando el crujir cuando caían, hasta que llegaron a la cima de la sierra.
A eso de las 4 de la mañana, cuando pernoctaban bajo un enorme árbol, Antonio despertó por un estruendo. “Ching, un granadazo”, se dijo sobresaltado, escuchando en seguida el ruido de las ramas, que pensó eran esquirlas, entonces se cubrió con los brazos la cara, y en eso, a su lado, oyó caer una enorme rama.
Un rayo había caído sobre el árbol en el que se protegían de la lluvia, entonces dice que pensó en el número de sus hombres que habrían quedado aplastados por la enrome rama, pero tras un rápido pase de lista todos habían resultado ilesos.
A las 6 de la mañana reanudaron su marcha que siguió todo el día. Caminaron la tarde del 28, todo 29 y hasta la noche del 30. Para entonces ya estaban muy lejos de Aguas Blancas, durante todo ese tiempo apenas había comido galletas, trozos de chocolate y sardinas, pero en mínimas raciones.
Desde entonces, ese grupo participó en varias emboscadas al Ejército y a las policías estatales. Asegura que en unas de ellas lograron provocar hasta 60 bajas al Ejército, pero únicamente reconocieron la muerte de dos cocineros.
“Fueron bastantes emboscadas. En otra de ellas les causamos 14 bajas y en otra seis, pero siempre minimizaban, oficialmente informaban que eran cocineros los que morían,”, y agrega que supone que era para no desmoralizar a su gente.
Rememora que entre los combatientes la versión del gobierno era tema de burla. “A este paso, vamos a derrotar al Ejercito no porque nos chinguemos a los guachos, sino porque los vamos a matar de hambre. Se están muriendo los cocineros”, dice que bromeaban entre ellos.
Veinticuatro años después, informa que la mayoría de esos “combatientes” se quedaron en espera, trabajando la logística y en función de lo que surgiera en otros estados del país.
Al tiempo, reconoce que si hubieran actuado como tenían pensado, tomar los cinco municipios, “la verdad yo no estaría aquí; una acción así, sin el respaldo de los otros estados del país para distraer al Ejército, hubiéramos terminado peleando y hubieran capturado a mucha gente, afortunadamente no ocurrió así”, admite el ahora ex jefe del EPR y el ERPI.
El otrora comandante Antonio fue detenido por la Policía Federal Preventiva en la Ciudad de México el 19 de octubre de 1999. El 24 de ese mismo mes lo ingresaron junto con su esposa Gloria Arenas Agis y dos personas más al penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez. Fueron liberados el 29 de octubre de 2009 del penal federal de máxima seguridad de Tepic, Nayarit, tras haber ganado dos amparos ante la justicia federal.
Texto: Zacarías Cervantes / Foto: Lenin Ocampo
 
 

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