Revelan en cinta sobre el bailarín cubano Carlos Acosta conflictos que tuvo por cambiar su vocación

El reconocido ejecutante cubano quería ser futbolista, pero su padre lo obligó a ponerse las zapatillas de ballet, dice en entrevista. Hoy se estrena en cines del país...

258 0
8 noviembre,2019 6:33 am
258 0

El reconocido ejecutante cubano quería ser futbolista, pero su padre lo obligó a ponerse las zapatillas de ballet, dice en entrevista. Hoy se estrena en cines del país Yuli: al ritmo del corazón.
Ciudad de México, 8 de noviembre de 2019. El cubano Carlos Acosta pretendía calzar tenis y jugar futbol como Pelé, pero en lugar de proezas con el balón, sus pies adoptaron las zapatillas de ballet.
Pedro Acosta, su padre, de oficio camionero, descendiente de esclavos, lo condujo por fuerza a la Escuela Nacional de Ballet, fundada por los legendarios Fernando y Alicia Alonso, convencido del don que depararía gloria a su hijo y haría que los isleños desplegaran la alfombra roja para que andara sobre ella.
Primer artista negro que se desempeñó como bailarín principal del Royal Ballet de Londres, Acosta actúa en Yuli: al ritmo del corazón, película basada en su historia que se estrena hoy en las pantallas nacionales.
El filme, dirigido por la española Icíar Bollaín, y con guión del escocés Paul Laverty, puede definirse como un relato de amor sin concesiones, dice el bailarín en entrevista desde Inglaterra, donde se presenta la compañía Acosta Danza, que fundó cuatro años atrás.
“El amor es el centro: amor hacia la danza, de un padre a un hijo, el amor familiar, pero también está el conflicto, que parte del mismo amor entre el padre y el hijo, central en la trama”, detalla quien es conocido como el “dios negro del ballet cubano”.
Pero el epíteto de su niñez fue Yuli, que le asignó su padre, practicante de la religión yoruba, y quien lo identificaba como descendiente directo de Oggun, deidad guerrera de este culto afrocubano.
“Es cierto que mi papá vio un don en mí, pero el trabajo prevalece. He tenido oportunidades que supe aprovechar, y eso me ha llevado hacia otro nivel; después llegaron otras posibilidades que he sabido tomar, pero también he sabido perder, y he tenido que esperar; no todo ha sido muy fácil, ni lineal. Ha habido altas y bajas”.
La película, a partir de su libro autobiográfico Sin mirar atrás, revela las dudas, los desencuentros, los golpes y el dolor que han fincado la travesía de Acosta. Una escena lo muestra en su juventud –hoy tiene 46 años– reclamándole a su padre: “Me jodiste la infancia”, le espeta.
“Te has preguntado”, prosigue, “¿cuál es mi felicidad? Felicidad es estar con mi familia, sentirme necesitado: una vida normal, una familia, un hogar”.
Y el padre le responde: “¡El arte es tu hogar, coño!”.
Pero quizá la escena más traumática, comparte Acosta en la entrevista, fue bailar interpretando a su padre en una de las coreografías.
“Le denominamos la escena de la paliza. Fue como si su espíritu se hubiera poseído de mí y, al mismo tiempo, sentir lástima por ese niño que soy yo, encarnado por otro bailarín.
“Y otra escena dolorosa fue ver a mis familiares en el cementerio. Para mí no era actuar, era vivir mi vida”.
Tampoco hay concesiones en la cinta para la Cuba revolucionaria que le permitió estudiar gratuitamente, y en cuyos muros se leía que sólo pueden ser libres las personas cultas, pero donde persiste, sin embargo, el racismo.
“El racismo es un fenómeno viviente, palpitante, que existió, existe y existirá, porque el ser humano está lleno de prejuicios. En el mundo del ballet se están dado pasos recientes; la diversidad está en la cima de la agenda de las instituciones y la representación del mundo moderno en los escenarios, y eso es importante para una familia como la mía, que pueda ir a un ballet y ver que un mulato o un negro no está atrás sosteniendo una carreta.
“Estás dando un mensaje a los que son como yo, de que sí tienes talento, disciplina y trabajas duro, puedes ser el príncipe”.
Sin embargo, aclara, él no se ha plantado en el escenario con afanes primordialmente reivindicatorios.
“No estaba en una misión de llevar a los mulatos, a los mestizos, a los criollos adelante para que el mundo sepa que sí podemos. Yo lo que quería era bailar lo mejor posible, amaba mi arte y quería ser bueno. Era una forma de decir existo, estoy aquí”.
Texto: Yanireth Israde / Agencia Reforma / Foto: Redes sociales
 

In this article

Join the Conversation