Alquimia cultural

Florencio Salazar Adame

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12 noviembre,2019 5:34 am
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Florencio Salazar Adame
 
Guerrero ha desplegado una intensa actividad cultural, que se podría observar como una serie de plataformas –que en forma gradual– va desde lo popular hasta las consideradas expresiones cultas.
Como invitado de honor, tuvo una presencia sobresaliente en el reciente Festival Cervantino de Guanajuato. Pintores de la talla de Leonel Maciel e Irma Palacios, poetas como Pedro Serrano y la participación exitosa de la Sinfónica de Acapulco, dirigida por el maestro Eduardo Álvarez, acompañaron al extraordinario tenor Javier Camarena.
Igualmente el folklor guerrerense se tomó las calles de la colonial ciudad. El ritmo, la música y el colorido de los trajes de las danzas, nuestra rica gastronomía y la tigrada, que reprodujo la tradición chilapeña de cientos de tigres con los tradicionales vestidos y máscaras de jaguar fueron un espectáculo no solo para México, también para el mundo.
Pasado el Festival Cervantino, la rica muestra de la cultura guerrerense se trasladó a Colima para participar en la feria de Todos los Santos, en donde también hizo gala de la fuerza de una cultura ancestral que se va abriendo camino en las diversas manifestaciones contemporáneas.
En estos días se realizan en Tixtla las Jornadas Altamiranistas (mejor: Jornadas de Altamirano). Y seguirán otras, como las Alvaristas, hasta llegar a las Alarconianas, que después de 32 años de fundadas deberían ser ya un referente nacional e internacional pero que, por razones ignoradas, se mantienen todavía en el mundo subterráneo de los minerales taxqueños.
Los atractivos culturales e históricos de Guerrero son actividades que deben ser desplegadas para generar una mejor imagen de nuestro estado y atraer visitantes para disfrutar nuestras playas y también nuestra arqueología, las rutas históricas, las serpentinas que hacen líquido al agave y los muchos lugares en donde se conocieron, convivieron y se amaron personajes como Agustín Lara y María Félix, Kennedy y Jacqueline, Liz Taylor y Todd; o las residencias del exiliado Sha de Irán, Dolores Olmedo y Diego Rivera, Luis Miguel, Juan Gabriel…
En el hotel Flamingos de Acapulco vivió muchos años el célebre Tarzán, Johnny Weissmuller, cuyos restos descansan de sus aventuras con Jane y Chita, en el puerto. Recrear también al Tintansón Crusoe, el célebre yate de Germán Valdés que –según crónica de Anituy Rebolledo– tenía su cultivo privado de marihuana en la Isla de la Roqueta.
En ciudades como Taxco, Iguala, Chilpancingo, Acapulco, Zihuatanejo, Chilapa, Zumpango, Chichihualco, Mochitlán, Tixtla, Tlapa, Teloloapan, Atoyac, Ometepec y tantas otras, sobran cosas y casas donde nacieron, vivieron, crearon obra, caudillos, compositores, pintores, poetas, que forman nuestro bagaje cultural.
El gobierno de Guerrero ha restaurado el Palacio de la Cultura en Chilpancingo y rescata El Partenón de Zihuatanejo, espacios que se suman y se sumarán a esas actividades artísticas.
Es claro que ningún gobierno puede prescindir del impulso y el fomento a las actividades culturales. Sus bienes intangibles hacen posible descubrir lo que tanto han buscado los alquimistas: transformar la idea en oro. La cultura tiene la capacidad de animar el espíritu y, con sus buenos resultados, crear servicios que generan empleos.
La tarea es vasta. Las delicias de nuestra cocina, tan buenas como las mejores, carecen de la atracción de la poblana o la oaxaqueña pues no obstante su prosapia, por alguna razón, salvo excepciones, no están en los menús mexicanos y extranjeros.
Ojalá que la calidad de la platería de Taxco y de las lacas de Olinalá sean la popa que haga surcar los productos de nuestra tierra guerrerense y logren –como esa bella edición sobre José Agustín Ramírez, editada por el gobierno de Héctor Astudillo– que se llenen de alegres andantes nuestros Caminos del Sur.
 

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