Caciquismo y narcotráfico, responsables del atraso en Guerrero, señala el pintor José Luis Correa

Los artistas deben contradecir el folclorismo que hace un retrato idílico del estado y encubre el racismo y clasismo que niega la existencia de los desplazados por la...

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15 febrero,2020 9:19 am
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Armazón de lagarto, del artista chilpancinguense José Luis Correa

Los artistas deben contradecir el folclorismo que hace un retrato idílico del estado y encubre el racismo y clasismo que niega la existencia de los desplazados por la violencia, propone.

Chilpancingo, Guerrero, 15 de febrero de 2020. Para el pintor José Luis Correa Catalán es necesario que el arte irrumpa en las esferas social y política como una forma de denuncia de los problemas, “hago estas creaciones para dar mi testimonio como guerrerense, y más porque nuestras obras pueden llegar a otras personas y hay que aprovechar eso”.

En entrevista el también historiador y antropólogo en formación advirtió que en Guerrero, “sufrimos un gran racismo y clasismo en los centros urbanos, se niega la existencia de esos flujos de desplazados por la violencia, por la pobreza”, dice, y parece resuelto a hacer que todo el mundo se entere.

José Luis nació en Chilpancingo, a sus 30 años ya es un referente en la ciudad debido a que ha hecho murales, exposiciones artísticas, vende un buen mezcal y tiene una colección de más de 500 máscaras artesanales, rituales, de danzas.

Debido a su formación académica a veces da clases en preparatoria y licenciatura. Estudia la maestría en Humanidades en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), becado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), con el proyecto de investigación La vida social de los tlacololeros de 1980 a 2019 en Chilpancingo.

Tiene una personalidad afable y un agudo análisis crítico de la cotidianidad. Nos recibe en su casa junto a algunas de sus piezas de arte-objeto, una recuerda al instrumento del personaje principal de la Danza de los pescados, y tiene escrito “narcoestado”.

Es justo el problema del narcotráfico el que ve como el más grave en el estado, y más complejo que en resto del país “porque tiene características de un caciquismo ya viejo en Guerrero”.

Ese caciquismo generó relaciones sociales que empobrecieron a los campesinos rurales, quienes “han hecho una trashumancia o peregrinación, ahora están empobrecidos los hijos de esos campesinos que viven en las periferias de las ciudades”.

“Sufrimos un gran racismo y clasismo en los centros urbanos, se niegan esos flujos de desplazados por la violencia, por la pobreza. El gran problema de esta gestión de las multitudes nos confronta, nos hace negarnos unos a otros como guerrerenses, y el escape son esas grandes fiestas (patronales, pendones, fandangos), tenemos que ver cómo reconciliarnos”, expone.

Explica que el estado intentó forjar la identidad de los guerrerenses, “con este folclorismo de mediados del siglo XX, se empieza a retratar un paisaje idílico del estado, como un gran mapa donde la naturaleza y las artesanías afloran como rasgos de la identidad, pero en esos rasgos hay todo un entramado de racismo. Se generó este discurso que quería homologar al guerrerense a partir de una síntesis que desborda en grandes problemas”.

Vive bajo la premisa de que el arte siempre incide, “creer que está alejado de la sociedad y que es una esferita para contemplar es una visión errónea, incide para bien y para mal, puede generar un discurso para controlar o apaciguar, como lo ha sido El Pendón de Chilpancingo a partir de los 80, el gobierno incidió, los artistas se hicieron funcionales y crean esa falsa identidad”.

Así, propone, “el arte tiene que incidir políticamente y la obra como tal tiene que ser funcional, hay que salir de las galerías y museos y que la obra ande. Guerrero tiene una gran tradición de danzas-teatro, danzas-parodia que el folclorismo neutralizó, y si los artistas viéramos a nuestra obra con función social podríamos romper esos estereotipos”.

Parte de una generación

Desde niño, José Luis siguió su pulsión de crear, imitando lo que veía en las enciclopedias que caían en sus manos. A los 15 años tuvo la necesidad de tomar cursos de pintura para aprender la metodología, y entró a la pinacoteca de la UAG donde tomó clases de los maestros Jesús Anaya Roque, Jaime Tomatzin Tehuitzin y el fallecido Javier Mariano, “cobraban sólo 300 pesos al mes.

“Hubo un buen momento de la pinacoteca entre los que daban los talleres, había una generación de arriba de los 50 (años) dialogando con una de 15 o 20, se generaron dilemas y un diálogo generacional. Había un discurso disruptivo a nuestra generación, antes se manejaba el discurso costumbrista, paisajista: ver al estado como un recurso turístico. Pero nuestros maestros traían a grandes pintores y venían nutridos de las luchas de universitarios, querían cortar con la anterior generación”.

Esta nueva ola se generó en la capital del estado, Chilpancingo, “había estudiantes que venían de las costas con sus paisajes, su cultura, su bagaje onírico. Acapulco era muy cerrado en aceptar artistas de otros lugares, sus propuestas eran novedosas, pero para turistas o la gente de siempre, pero hace 8 años en una Nao empiezan a invitar a otros artistas y se nutre mucho de aquí”.

Afirma que el artista plástico Nicolás de Jesús fue clave para abrir este nuevo diálogo, “cuando regresa a Guerrero convoca a artistas y a dar talleres, genera lazos, es un artista internacional que ya expuso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Lo curioso de él es que a partir de una propuesta vista como artesanía genera diálogos contemporáneos, los lleva a una escala internacional, visibiliza los problemas de Guerrero, y todo a partir de un formato que los paisajistas ven como inocente, pero Nicolás da el vuelco y dice: esta es la propuesta de un indígena de Guerrero”.

Me apasiona la acuarela. La necesidad de hacer arte y su función

Sentado sobre una silla tejida en un llamativo verde (conocida como silla Acapulco) y adornada con un gabán bordado con flores multicolores, José Luis Correa afirma que van cambiando las necesidades y la función de hacer arte.

“Primero era la parte de expresar cuestiones existenciales personales, va cambiando a tratar de generar algo que te satisfaga estéticamente, ahora se trata de generar con la obra metáforas que puedan incidir en la realidad social, porque al fin y al cabo los artistas no somos grandes eruditos o genios, sino que nos alimentamos de la realidad”.

En Guerrero la realidad nos desborda y sobrepasa, si uno como artista no lo asume está en un estado de negación, hasta en los textos más íntimos hay un retrato de los problemas del estado. Hago estas creaciones para dar mi testimonio como guerrerense, y más porque nuestras obras pueden llegar a otras personas, y hay que aprovechar eso”.

“Lo que hago es interrogar, qué tiene más valor, la obra de un artista o la de un artesano que ya tiene toda una historia de resistencia”.

Pero además de su función social el arte siempre tiene la carga emotiva del creador, y así lo expresa José Luis, “me apasiona la acuarela. La mayoría de mis personajes están ciegos o mancos, hay una intencionalidad ahí, trato de plasmar este dilema existencial de ahora, digamos que son los cuerpos en el siglo XXI, uno siempre está reflejando la corporalidad en la obra, pareciera que estamos atrofiados de alguna manera, hay ese sentir en este siglo, parece que no estamos lo suficientemente preparados para una maquinaria tan veloz, que es mediática y cambiante, que te enajena y te deja con un sentimiento de tiricia, más allá del nihilismo”.

Texto y foto: Rosendo Betancourt Radilla

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https://devtest.suracapulco.mx/2020/02/08/para-ser-pintor-necesitas-salirte-del-estado-lamenta-javier-tellez-el-javo/
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