Violencia hacia las mujeres en calles, transporte, escuelas; una cuarta parte de alumnas la ha sufrido

Al 9 de noviembre de 2019, la Secretaría de Salud registró 68 mil 977 atenciones de mujeres por violencia intrafamiliar en el país. La Encuesta Nacional de Seguridad...

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8 marzo,2020 9:00 am
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Al 9 de noviembre de 2019, la Secretaría de Salud registró 68 mil 977 atenciones de mujeres por violencia intrafamiliar en el país. La Encuesta Nacional de Seguridad Publica Urbana reveló que durante el segundo semestre del 2019, el 27.2 por ciento de las mujeres mayores de 18 años en zonas urbanas fue víctima de al menos un tipo de acoso en lugares públicos

Monterrey, México 08-Mar-2020 .-Las mujeres mexicanas enfrentan violencia en las calles, en el transporte público, en el trabajo, en sus hogares y hasta en las escuelas.

Los planteles escolares en el país se han convertido en espacios cada vez más violentos para ellas.

De acuerdo con el INEGI, entre el 2016 y el 2019, la proporción de mujeres mayores de 18 años que reportaron sentirse inseguras en sus escuelas subió de 38.6 a 50.5 por ciento.

En el caso de Nuevo León, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Sobre Seguridad Pública (Envipe) 2019 arroja que el 19.6 por ciento de ellas, es decir, casi una de cada cinco, no se siente segura en su escuela.

Asimismo, la más reciente Encuesta Nacional Sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, al 2016, señala que el 18.4 por ciento de las mujeres de 15 años en adelante en el estado ha experimentado algún tipo de violencia en la escuela, ya sea física, sexual o emocional.

Según cifras del organismo, una cuarta parte de las alumnas encuestadas en el País ha sufrido violencia a lo largo de su vida de estudiante y 7 de cada 10 agresiones ocurren en las propias instalaciones escolares, siendo las principales de tipo sexual, en su mayoría por sus propios compañeros, seguidos por maestros.

Sin embargo, la escuela no es el único ambiente inseguro para las mujeres.

A nivel nacional, hasta el 9 de noviembre del 2019, la Secretaría de Salud registró 68 mil 977 atenciones de mujeres por violencia intrafamiliar.

En Nuevo León, las denuncias registradas y las llamadas de emergencia al 911 por violencia familiar, en cuyas víctimas son principalmente mujeres, se ha disparado.

El año pasado se abrieron 16 mil 639 carpetas de investigación por este delito, siendo el segundo estado con más casos.

La Encuesta Nacional de Seguridad Publica Urbana reveló que, durante el segundo semestre del 2019, el 27.2 por ciento de las mujeres mayores de 18 años en zonas urbanas fue víctima de al menos un tipo de acoso personal y/o violencia sexual en lugares públicos.

El INEGI también reportó que, del 2015 al 2019, las denuncias por acoso sexual contra mujeres se cuadruplicaron, y las de hostigamiento se dispararon a más del doble.

Marcan agresiones su vida, “no es culpa de nosotras”

La violencia de género trastoca a las mujeres en todos los ámbitos de su vida y a diferentes escalas. El abuso sexual, el acoso, los secuestros, la violencia intrafamiliar o en el noviazgo dejan cicatrices difíciles de borrar.

Una niña de siete años juega en el patio de su escuela cuando se da cuenta de que en un rincón un hombre la mira. El sujeto tiene los pantalones abajo y se masturba. Aunque ella no entiende bien qué pasa, intuye que es algo malo, se siente incómoda. La niña está con una amiga. Todo es confuso, no sabe quién de las dos ha gritado, pero ambas se echan a correr.

“Recuerdo los ojos, es lo que más recuerdo, la mirada de ese hombre viéndonos a nosotras”, cuenta Norma Bastidas, originaria de Mazatlán, Sinaloa, ahora de 52 años.

Desde entonces, su vida fue un pantano de violencia por el simple hecho de ser mujer, del que salió para convertirse en una famosa ultramaratonista.

A los 11 años fue violada por su abuelo. Él mismo la reclutó en una falsa agencia de modelaje que resultó ser una red de trata de personas que la llevó a Tokio, Japón, a sus 19 años, donde fue explotada sexualmente.

Cuando pudo regresar a Mazatlán, no dijo nada. Un poco por vergüenza, un poco porque de esas cosas no se hablan.

“Yo siempre lo negué, hasta los 40 años, hasta que alguien me ayudó a comprender que mi silencio estaba ayudando a reclutar a más mujeres, porque esas personas lo seguían haciendo”, reconoce en entrevista.

A los 39 años por fin habló con su madre, en una plática que, reconoce, fue muy incómoda, por tratarse del padre de ella.

Después de Japón, Norma Bastidas fue a vivir a Canadá, donde inventó una nueva historia de vida y comenzó a correr como válvula de escape ante la noticia de que uno de sus hijos estaba perdiendo la vista.

Activista contra la trata de personas y poseedora del Récord Guinness por el triatlón más largo, Norma manda un mensaje a todas las mujeres que cada día siguen siendo víctimas de violencia sexual.

“No es culpa de nosotras, esa es mi tortura, mi mayor daño fue el culparme, el querer cambiar esos momentos ‘si no hubiera salido, si no hubiera ido, si no hubiera vestido’, eso nadie se lo merece, no importa lo que hayamos hecho, no es nuestra culpa”, comparte.

Y recuerda que cuando ella inició a hablar del tema tenía que contener la ira, por miedo a que la gente pensara que estaba loca, por eso felicitó el himno “El violador eres tú” de Lastesis.

Sin embargo, también es consciente de lo complicado que es terminar con la violencia sexual, pues, explica, no es como en las películas, sino que los agresores son personas que parecen buenas, incluso familiares, y es complicado hablar de ello.

“Siempre le dices a alguien, y desafortunadamente no siempre es la persona correcta, aunque sea una persona cercana a ti”, lamenta.

Separarse de su pareja, afirma, la hizo independizarse y buscar un trabajo que le permitiera cuidar a sus hijas, ahora de 18 y 12 años.

Martha Reyes, de 34 años, era ama de casa y a veces conseguía empleos mal remunerados. Fue en el último semestre del bachillerato cuando se embarazó.

“Me casé con el papá de mis hijas, hubo una separación, cuando trabajaba en un call center, y decidí buscar estabilidad, me acerqué a la empresa Multisistemas de Seguridad Industrial (MSI), donde trabajé primero como guardia”, cuenta.

Su prioridad, afirma, era que a sus hijas no les faltara el sustento, por eso no faltaba, ni llegaba tarde. Eso se convirtió en una disciplina.

Después de tres meses, su jefe la propuso como jefa de turno en un empresa en Tláhuac, donde adquirió más responsabilidades, al estar al mando del personal, en su mayoría masculino.

Tras un año fue promovida como jefa de servicio, con lo que tuvo a su cargo a 17 guardias, con el tiempo aprendió más cosas y subió de puesto.

“Ahora soy subinstructora en HDS (High Defense System), lo que hago es capacitar a los oficiales, tanto armados como no armados, estoy capacitando a 217 guardias”, cuenta.

Martha lamenta que, a pesar de que las mujeres son hábiles, la misma sociedad no ofrece las oportunidades para que lo demuestren.

“Sin embargo, ahora somos muchas las que abrimos la pauta para crecer y lo que nos toca es hacer bien las cosas, para ser ejemplo a las que vienen. Y convivir hombres y mujeres a la par. Nadie es más, es cuestión de aptitudes”.

Lucha contra estrago

Ana pesa 135 kilos, fue diagnosticada con obesidad mórbida, pero a pesar de los riesgos a su salud, ella se siente cómoda porque, dice, en el territorio donde las mujeres son asesinadas, violadas y acosadas todos los días, es inmune.

Ella -quien prefirió cambiar su nombre por represalias- pesaba 64 kilos y estudiaba en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM.

Allí conoció a su primer novio, con quien también conoció la violencia y el maltrato físico; incluso, el pedirle terminar la relación derivó en golpes.

La joven, recordó, asistió a un bar cercano a la escuela el mismo día en el que su ex pareja le pidió disculpas por la agresión y le aseguró que no volvería a pasar. Sin embargo, al enterarse de que Ana había acudido con sus amigos fue a alcanzarla y a propinarle una golpiza.

Tras los hechos, fue amenazada por una catedrática del plantel, quien buscaba defender a su hijo; el agresor además es hijo de un jefe de área en la UNAM.

“Sí lo denuncié ese mismo día. Mis amigos me llevaron a la FES, me llevaron con la abogada y ahí ya estaba él con su papá, que es un académico muy importante en la escuela (…) Me amenazó y me dijo que ya sabía dónde encontrarme”, lamentó.

“No le impusieron ninguna sanción yo creo que porque sus papás son académicos. Simplemente le hicieron una advertencia de que ya no se podía acercar a mí dentro de las instalaciones”, agregó.

Ana también acudió ante las autoridades de justicia del Estado de México, pero en el Ministerio Público de Barrientos sólo recibió burlas.

Ahora, a cinco años de distancia, estudia en el IPN. Comenzó una nueva vida, pero su cuerpo se transformó.

“Subí 60 kilogramos a partir de ese suceso por la ansiedad, por el miedo, por lo que sea y no, no me he recuperado. Fue muy traumante”, aseguró.

“A veces prefiero ser obesa. Hoy en día, ya no tengo miedo porque por lo mismo de mi peso los acosos, los maltratos por parte de los hombres han bajado considerablemente”.

Texto y foto: Agencia Reforma con información de Martha Martínez

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