Anituy Rebolledo Ayerdi
Día de Muertos
Todas las religiones del mundo avalan la existencia de una vida después de la muerte otorgándole, además, una calidad incomparable con la pasada. Un mero tránsito, pues. Es por ello que las tumbas han merecido desde la antigüedad una atención especialísima, ofreciendo a los difuntos vías expeditas para sus largos viajes. Los aztecas escogieron el noveno mes del calendario solar para recordar a sus muertos, en rituales presididos por Mictecacíhuatl, diosa de los fallecidos.
Los españoles, ante la imposibilidad de acabar con tan “bárbaras costumbres”, apenas sí lograrán calendarizarlas en los dos primeros días de noviembre. Los llamarán Día de Todos los Santos y Día de Todos las Almas, respectivamente. El resultado, una tradición pagano religiosa cuya fidelidad se ha mantenido inalterable a través de los siglos.
Las formas y nombres utilizados por los mexicanos para referirse a la muerte resultan impresionantes, incomprensibles para otras culturas del mundo. Confirmando que no sólo no le teme, sino que llega a venerarla. La recuerda, la honra y la festeja. Come un pan adornado con sus esqueletos y se solaza con las golosinas con formas de calaveritas. Alegra las moradas de la muerte, moradas con flores y la alumbra con velas y veladoras. La canta en todos los géneros y tonadas, particularmente en corridos sangrientos. Es el mexicano que bebe y llora a la muerte llamándola como se le da su regalada gana ¡Ah!, pero eso sí, sin nunca faltarle al respeto.
Las tonadas de la muerte
Para asegurar mi vida
me enamoré de la muerte
y tuve tan buena suerte
que hoy la tengo bien parida.
Flores de mayo
Yo quiero flores de mayo
pidió la niña cuando enfermó;
y entre esas flores su cuerpo
pusieron cuando murió.
El andariego
Y cuando yo me muera
no quiero luto ni nada más,
ahí junto a mi cruz
tan sólo quiero paz.
Que no me vengan a ver
pues mi muerte es solo mía,
no quiero caras de luto
escondiendo alegrías
No quiero angustia ni nervios
que tienen visos de prisa,
quiero una muerte cabal
que sea una muerte vivida.
Simón, el enterrador
Enterraron ayer tarde
a la hija de Juan Simón.
Era Simón en el pueblo
el único enterrador…
Las flores del camposanto
Cómo aroman las flores del camposanto
sobre las sepulturas de los amantes,
si alguien las riega con dulce llanto
son cual hilos de perlas o diamantes.
Cuando dos almas
Si vas al campo
donde los muertos reposan ya,
busca mi tumba que ahí solita
la encontrarás,
llévame flores, muchas gardenias
y no me olvides nunca jamás.
El hijo desobediente
Lo que le encargo a mi padre
que no me entierre en sagrado
que me entierre en tierra bruta
donde me trille el ganado
La Malagueña
No es bueno tener orgullo
sólo Dios es santo y fuerte,
cada quien tiene lo suyo
y lo confirma su suerte,
este mundo es un barullo:
sólo Dios, sólo la muerte
Sueño eterno
Cuando de mí se estén despidiendo
con el último adiós de este mundo
no me lloren pues nadie es eterno
y nadie vuelve del sueño profundo
El enamorado y la muerte
¡Ay, muerte tan rigurosa
déjame vivir un día!
Un día no puede ser;
¡una hora tienes de vida!
El negro de la Costa
Soy en negro de la Costa
de Guerrero y de Oaxaca
no me enseñan a matar
porque sé cómo se mata
y en el agua se lazar
sin que se moje la reata.
Bodas negras
En una negra noche hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tumba para llevar en brazos
el rígido esqueleto de su amada.
Y en aquella oscuridad sombría,
de un cirio fúnebre a la luz incierta,
sentó a su lado a la osamenta fría
y celebró sus bodas con la muerta
Ató con cintas sus desnudos huesos
el yerto cráneo coronó de flores,
la horrible boca la llenó de besos
y le contó sonriente sus amores.
Llevó a la novia al tálamo mullido
y se acostó junto a ella enamorado
Y para siempre se quedó dormido
al rígido esqueleto abrazado
El mión
Allá por Icacos
se echaron a un hombre
de esos que en la noche
se salen a miar.
lo jallaron desabotonado
muy cerquitita del mar
La que murió de amor
Se entró tarde en el río
la sacó muerta el doctor
Dicen que murió de frío
yo sé que murió de amor
La muerte
Viene la muerte luciendo
muy llamativos colores,
¡ven dame un beso Pelona
que ando huérfano de amores!
Un puño de tierra
Lo que pasó en este mundo
nomás el recuerdo queda
Ya muerto voy a llevarme
nomás un puño de tierra
Que me entierren con la banda
El día que yo me muera
les dejaré como encargo
que me entierren mis dolientes
con una banda tocando.
La muerte
Un día estaba tomando
adentro de una cantina
cuando llegó aquella dama
de blanco y muy delgadita
y le dije venga conmigo
a tomarse una copita
Le pregunté qué tomaba,
cerveza, vino o fuerte
me contestó lo que sea
¡al fin que soy la muerte
y no quiera vacilarme
nomás vengo a recogerte!
Viva Lucio Cabañas
Su nombre fue Lucio Cabañas,
fue el sucesor de Genaro;
cayó en una emboscada;
la puso un hijuelachingada
No es serio este cementerio
Los muertos la pasamos aquí muy bien
entre flores de color
y los viernes, qué tal,
si en una fosa hay un plan
nos vestimos y salimos
pero sin pasar de la puerta
Dos coronas a mi madre
Dos coronas al panteón voy a dejar
donde me paso las horas
llorando sin descansar
Dos coronas a mi madre
es muy poco para ti,
madre de mi vida,
quisiera quedarme aquí.
La cama de piedra
El día que a mí me maten
que sea de cinco balazos
y estar cerquita de ti
para morirme en tus brazos
Amor eterno
Oscura soledad estoy viviendo
la misma soledad de tu sepulcro
tu eres el amor del que yo tengo
el más triste recuerdo de Acapulco.
Cerró sus ojitos Cleto
Cleto, el Fufuy, sus ojitos cerró,
todo el equipo al morir entregó
“cayendo el muerto y soltado el llanto”
¡Voy!, ni que fuera para tanto,
dijo la viuda al doitor.
A la memoria del muerto
Y que hablen mis amigos
a la memoria del muerto
y que hablen las muchachas
a la memoria del muerto
Las tumbas
De la tumba quiero irme
no sé cuándo pasará,
¡las tumbas son p’a los muertos
y yo de muerto no tengo na’!
Chúmbala
Cuando el reloj marca la una
las calaveras salen de la tumba
Cuando el reloj marcha las dos
las calaveras comen arroz,
bailan al revés a las tres y
y se van al teatro a las cuatro.
Son difuntos
Estaba sentada la Parca
fumándose un tabaco
y con los santos discutía
¿quién se echa el último trago?
La muerte de visita
La muerte toca la puerta
pidiendo dejarla entrar
¡que mal,
trae en la mano un puñal.
La enamorada y la muerte
¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
No soy el amor ausente,
¡soy la muerte, Dios me envía!
Ni flores ni velas
El día que yo me muera
que no me lleven flores,
que no me prendan velas
y que si ello posible fuera
quedarme junto a la abuela.
México lindo y querido
México lindo y querido
si muero lejos de ti
que digan que estoy dormido
y que me traigan a aquí.
Juan Charrasqueado
Ya la campanas del santuario
están doblando
todos los fieles se dirigen a rezar
y por el cerro los rancheros
van bajando a un hombre muerto
que lo llevan a enterrar.
La Mula Bronca
A los primeros balazos
le mataron a Faustino,
La Mula se puso broca
se puso como remolino,
lástima que lo dañaron
era un muchacho muy fino.
Y más, y más y más.
El culto a la muerte
El culto a la muerte es milenario y era que los antiguos pobladores de estas tierras la consideraban algo necesario. Un fenómeno que veían ocurrir todos los días en la naturaleza: noche y día, lluvias y secas, todo equivalente a vida y muerte.
El culto a la Santa Muerte, en calidad de deidad soberana, está en expansión no obstante estar considerado por la Iglesia católica como pecaminoso. Constreñido en México en sus inicios al mundo de la delincuencia, con criminales, ladrones y prostitutas como sus únicos prosélitos, hoy es tan abierto como universal. No sorprende a sus files, por ejemplo, que muchos hombres al servicio de la ley acudan a sus altares en busca de sus bendiciones. Para ellos y sus armas de cargo, pistolas y AK 47. “Dame buena puntería, santísima Muerte, y líbrame de las balas asesinas”, sería una oración. Otra común muy socorrida y no menos interesada:
Luis Cabrera
Morir es el verbo más irregular conjugado por los mexicanos: “Yo muero, tu falleces, el sucumbe, nosotros nos retiramos, vosotros os petatiáis, ellos se pelan”.
Jaime Sabines
Debería haber una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.
Manuel Acuña
La tumba es el final de la jornada porque en la tumba es donde queda muerta la llama en nuestro espíritu encerrada.
Renato Leduc
No llores, llorona, porque el llanto afea y quien mucho llora muy poco mea.
Las flores del camposanto
Cómo aroman las flores del Camposanto
sobre las sepulturas de los amantes
si alguien las riega con dulce llanto
cuál hilos de perlas o diamantes.
Epitafios
No está: Pasa de largo viandante, aquí no está Rubén Darío.
Leopardi:¡Dejadme en paz!
Buster Keaton: The End.
Orson Wells: No es que yo haya sido superior, los demás eran inferiores.
Huidobro: Aquí yace el poeta Vicente Huidrobo. Abrid su tumba, debajo de ella se ve el mar.
Federico Hegel: La muerte es vida.
Víctor Hugo: La muerte no es la noche sino la luz; no es el final, sino el comienzo; no es la nada sino la eternidad.
Marqués de Sade: Si no viví más, fue porque no me dio tiempo.
Groucho Marx: Disculpe que no me levante, señora.
Benjamín Frannklin: Arrebató el rayo a los cielos y el cetro a los reyes
Últimas palabras
Antonio Caso: Ahora voy a saber.
François Rabelais: Que baje el telón, la farsa ha terminado.
Thomas Hobbes: Me encuentro ante un terrible salto a las tinieblas.
Goethe: ¡Más luz!
Séneca: La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo y para muchos un favor.
Simón Bolívar:¡He arado en el mar!.
Manolete:¡Qué disgusto le voy a dar a mi madre!
Tomás Moro: Soy un fiel senador del rey, pero primero de Dios.
Napoleón:¡Josefina!
Edgar Allan Poe: Que Dios ayude a mi pobre alma.
Isabel I:¡Todas mis posesiones por unos minutos más de vida!
Unamuno: Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo.
Delibes: Espero que Cristo cumpla su palabra.
Nietzsche: Lo que llega a ser maduro necesita morir.
El osario de San Francisco
El cementerio de San Francisco, en la avenida Pie de la Cuesta, otrora Costa Grande, fue creado por la orden de los franciscanos, primeros misioneros asentados en el puerto (1860). En realidad fueros dos osarios divididos por un murete de adobe, el de San Francisco para la “gente de razón” y el San Esteban, para pobres, indios, mulatos, chinos y negros.
Las primeras cruces en el de San Francisco correspondieron a los sepulcros de las hermanas Paula Roberta, de 7 meses, y Natalie Crispina Quiroz Abarca, fallecidas con 7 meses de diferencia. Sus padres no escatimarán recursos para cubrirlas con lápidas de mármol de Carrara, conseguidas a gran costo con la casa de Carlos Bonfligli. Una tercera defunción será la de doña Gertrudis Lerma, originaria de Rosario, Sinaloa, atacada aquí por la malaria.
Ya fuera de servicio en 1940, el cementerio será abierto excepcionalmente en 1957 para inhumar a doña María de la O, cumpliendo su último deseo de reposar junto a su esposo, el abogado Antonio Rodríguez Castañón. Veinte años más tarde, sin embargo, habrá de abandonarlo y no por su gusto. Cuando las autoridades municipales decidan trasladar los despojos de la aguerrida luchadora social a la Rotonda de los Ciudadanos Ilustres. Lo mismo sucederá con el expresidente municipal Juan R. Escudero, inhumado en la cripta familiar junto con sus hermanos Francisco y Felipe.
Otro residente notable del osario de San Francisco fue el estadunidense John Sutter, con desempeño por muchos años como cónsul estadunidense en Acapulco, tronco con sus hijos Carlos y Alfredo de todos los Sutter acapulqueños. Las cenizas del hijo de Augustus Sutter, célebre descubridor del oro en California, fueron reclamadas por la ciudad californiana de Sacramento para honrarlas en tanto las de su fundador. El doctor Ricardo Morlet Sutter, alcalde en aquel momento de Acapulco y descendiente en línea directa, será el portador del cofre conteniéndolas.
También descansan en el antiguo panteón, hoy en poder del INAH, el californiano Emilio M. Link, fundador de la centenaria Botica Acapulco. Don Domingo Balboa Berreatúa, constructor de la represa que dio nombre al barrio de La Poza; Doña Benita Rumbo, casada aquí con el perseguido príncipe heredero del reino de Portugal, Miguel de Braganza, fundadores de la numerosa familia H. Luz. Un apellido críptico creado con símbolos masones para despistar a sus persecutores. También, el doctor Roberto S. Posada, fallecido el 11 de octubre de 1897. El mausoleo más grande y lujoso del panteón de San Francisco fue construido en 1903 por la familia Uruñuela, ricos empresarios de origen hispano. Allí reposan don Constantino Uruñuela, Doña Luz Elliot de Urueñuela, Doña Agustina Elliot y don Nicolás Uruñuela. Este último, como ya se dijo, alcalde de Acapulco en 1910 y más tarde diputado local. Una columna cercana está dedicada a las 300 víctimas del teatro Flores devorado por las llamas en 1909.
Otros huéspedes
Pablo G. Bermúdez (13-1-01), Aarón Simón Funes (14-7-01), Bolo Von Glumer (2-7-02), padre de Bertha del mismo apellido, notable educadora acapulqueña; Carlos Adame (1909), padre del homónimo primer cronista de Acapulco; Guadalupe Sutter (12-09-16) , Antonio Pintos Sierra (12-2-19), alcalde de Acapulco hasta en seis ocasiones; don Rodolfo Neri Lacunza, gobernador de Guerrero de 1921 y 1925; coronel Valeriano Vidales, hermano de Baldomero, autores ambos del Plan de El Veladero, contra los explotadores españoles.
Profesor Felipe Valle, ex gobernador de Colima y notable educador cuyo colegio hizo historia en el puerto; Reginaldo Sutter (28-12-41); Isauro Polanco, notable violinista y director de orquesta (1-5-45); doña Vicenta Paco de Diego (6-7-43); Ludwig, Hermilo y Lourdes Walton, bisabuelo, abuelo y hermana de Luis Walton Aburto; general Miguel Serrano (15-11-15); Emilio Casis (9-11-24); Ramiro de la O Téllez (19-2-45) y Tomás Diego (7-11-40).
Cuando el panteón de San Francisco quede rodeado por viviendas, algunas con ventanales abiertos al campo santo, surgirán leyendas en torno a la presencia de una mujer dominando aquél espacio. No se trataba de la clásica Llorona vestida con ropajes y túnicas vaporosas y clamando por sus hijos. Esta llorona, de acuerdo con los testimonios recogidos, se trataba de una mujer de senos turgentes y glúteos generosos velados apenas con gasas transparentes. No lloraba por sus niños desaparecidos, pero sí invitaba a los transeúntes varones a penetrar al cementerio para gozar de los placeres supremos de la carne. No se supo nunca de nadie que, habiendo aceptado aquella invitación, haya abandonado el cementerio.
Cementerio de Las Cruces
El hoy agotado cementerio de Las Cruces fue abierto en 1947 por el alcalde José Ventura Neri, cuñado del gobernador Baltazar R. Leyva Mancilla. Su primer habitante fue el niño Antonio Canales Ramos, de 6 meses, hijo del muy estimado médico Arturo Canales Zúñiga y su distinguida esposa.