Apatzi, otrora dios de la muerte de Tierra Caliente, sufre saqueos en su propio templo

Buscan tesoros entre los vestigios arqueológicos, ubicados entre Ciudad Altamirano y Cutzamala, así como parte de Michoacán, denuncia el cronista Alfredo Mundo.

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2 noviembre,2017 9:20 am
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Cutzamala, 2 de noviembre de 2017. Entre Cutzamala y Pungarabato había una amplia adoración al dios purépecha de la muerte Apatzi, al que le ofrecían sacrificios humanos; todavía existen las ruinas abandonadas del centro ceremonial, donde corría la sangre de los enemigos de guerra, entregados a Apatzi, desde tiempos prehispánicos.

El cronista de Cutzamala, Alfredo Mundo Fernández, escritor del libro Crónicas de Tierra Caliente, dice que los vestigios arqueológicos entre Ciudad Altamirano y Cutzamala, así como parte de Michoacán, han sido afectados por la modernidad, y los saqueos indiscriminados de particulares en busca de tesoros, y que finalmente lo que han encontrado son sólo ídolos, que algunos han vendido en diferentes lugares o los mantienen de recuerdo en sus casas.

Se trata de una adoración de la mitología purépecha, que se radicalizó en Tierra Caliente, porque es una zona de constantes luchas y guerras por el poder, de tal forma que cuando había un prisionero de guerra, el dios Pungarancha, que se adoraba en Pungarabato y que significa El mensajero de los dioses, corría a dar el mensaje de Apatzi, dios de la muerte, acerca de la orden de sacrificar al enemigo prisionero de batallas.

La mitología purépecha nombraba a la tierra caliente Hurío, que era la forma para expresar el extremo calor de esta zona, y en donde decían que era muy parecido al “inframundo”, de tal forma que se habla de un ser horroroso que habitaba estas tierras, muy parecido a un topo, o una tuza llamado hucumo.

Para el cronista Alfredo Mundo, Hucumo era un dios más grande físicamente que Apatzi, pero parecido.

Mientras que Pungarancha era el dios de los mensajeros de guerra, que viajaban, eran corredores muy rápidos, y que según la mitología purépecha, estaba al servicio de Apatzi.

Asegura que los dos dioses estaban muy relacionados y que hay vestigios arqueológicos en toda la región acerca de la fuerza que tenía la adoración al dios de la muerte.

El centro ceremonial de Apatzi es una yácata que actualmente se ubica en el barrio del Calvario, de Cutzamala, lugar que anteriormente se llamaba Apatzingani.

De acuerdo con las crónicas del profesor Mundo, en 1964 y 1965 el gobierno municipal decidió destruir parte de la yácata del centro ceremonial de Apatzi, para instalar ahí un depósito de agua para el pueblo.

Sin embargo, actualmente el lugar, a pesar de estar descuidado y no tener ninguna protección como un lugar arqueológico, se observa en los costados el empedrado que formaba parte de esta yácata donde se hacían los sacrificios humanos.

 

El cronista dice que un militar, hace muchos años, exploró esta yácata y encontró vestigios que posteriormente protegió en el mismo lugar sepultándolos, pero con el paso de los años los diferentes puntos donde han encontrado yácatas han sido saqueados por particulares.

Apatzi era representado por una onza o una comadreja en color negro, hay algunos vestigios de ídolos que fueron recuperados por particulares en Cutzamala. Era el dios que llevaban a la guerra los purépechas, junto con Pungarancha, su mensajero.

Alfredo Mundo narra en su libro Crónicas de Tierra Caliente la forma en la que sacrificaban humanos en esta zona con motivo de la adoración al dios de la muerte.

En la consulta con Alfredo Mundo, señala que en Cutzamala siempre se ha dado un alto respeto por la muerte, y que en esta zona había celebraciones muy modestas en Día de Muertos, desde tiempos prehispánicos, con ofrendas en las que destacaba siempre la flor de cempasúchil, maíz y el agua, por la gran pobreza. Y es hasta ahora cuando las ofrendas, ya cristianizadas, son más grandes y con mucha variedad.

Pero destacó que Cutzamala es la sede de la adoración purépecha al dios Apatzi, un ser que llevaba a sus sacrificados a Cumiechúcuaro, “el mundo subterráneo de los muertos”, justo en una tierra llena de calor, donde los purépechas comparaban las temperaturas con las del inframundo.

 

Nota y foto: Israel Flores.

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