Trump redefine la Presidencia de EU en su primer año en el poder

"Si la tendencia que hemos visto a lo largo del primer año de Trump se consolida, seremos testigos de un endurecimiento aún mayor de la guerra contra los...

204 0
19 enero,2018 1:21 pm
204 0

Washington, 19 de enero de 2018. En su primer año en el poder, Donald Trump ha desafiado las normas y convenciones de la Presidencia de Estados Unidos para ajustar el cargo a sus objetivos políticos y personales, hasta el punto de convertir el Despacho Oval en una plataforma para atacar a rivales y aliados.

Trump, que celebra mañana el primer aniversario de su investidura, ha roto los esquemas marcados por sus predecesores y ha impuesto un estilo que comienza a transformar el concepto que los estadounidenses tienen de la Presidencia, aunque, por ahora, esos cambios no son irreversibles, según expertos consultados por Efe.

“Trump parece entender el cargo y sus poderes como instrumentos para impulsar sus intereses personales”, dijo Jeffrey Tulis, experto en política presidencial en la Universidad de Texas, en Austin.

“Su retórica y algunas de sus acciones no tienen precedentes en la era de la presidencia moderna (desde 1933). Eso está cambiando el cargo, pero que esos cambios sean permanentes es algo que dependerá de cómo responde el Congreso”, explicó Tulis a Efe.

Aunque todos los presidentes estadounidenses intentan expandir el alcance del poder ejecutivo, Trump ha mostrado dificultades para aceptar la independencia de otros actores de la democracia estadounidense, como los tribunales, la prensa e incluso agencias gubernamentales como el Departamento de Justicia, el FBI o la CIA.

“Trump ha demostrado un escaso conocimiento de la Constitución y muy poco respeto por su sistema de separación de poderes. Actúa como si el presidente debiera estar al mando, mientras que el Congreso y los tribunales se doblegan ante su voluntad”, indicó Bruce Miroff, profesor de políticas en la Universidad de Albany (Nueva York).

Interrogantes y Twitter

Además, Trump ha despertado sospechas sobre posibles conflictos de interés al no publicar su declaración de impuestos ni deshacerse del todo de su imperio inmobiliario, que ahora gestionan sus hijos y que él ha publicitado con frecuentes visitas a sus clubes privados, cuyos miembros pagan cifras desorbitadas con la esperanza de verle.

Para el presidente, Twitter es un enlace con su base electoral, pero también un arma poderosa contra sus enemigos, que van desde la prensa a miembros de su propio partido; y sus impulsivos mensajes en esa red social han llegado a dinamitar negociaciones con el Congreso y delicadas estrategias diplomáticas del Departamento de Estado.

“Él tiene su base populista, y apela constantemente a esa base”, recordó Terry Moe, un profesor de políticas en la Universidad de Stanford (California) especializado en la presidencia.

Trump parece estar, además, obsesionado con su imagen pública, y eso le lleva a “comportarse de formas que son totalmente ajenas a la Presidencia estadounidense”, como cuando “niega la legitimidad de los tribunales o declara que los medios son el enemigo del pueblo estadounidense”, subrayó Moe en conversación con Efe.

Pese a esas peculiaridades, Elizabeth Sanders, una profesora de políticas en la Universidad de Cornell, no cree que Trump “haya cambiado fundamentalmente la naturaleza del cargo”, sino “únicamente nuestras expectativas de cómo deberían comportarse los presidentes”.

Cambios para seguir igual

“De momento, Trump no ha expandido mucho el poder presidencial. Lo que ha hecho es hablar de forma belicosa y nacionalista (…) y usado el cargo para atacar a los que le critican”, opinó Sanders.

James Thurber, fundador del centro de estudios sobre el Congreso y la Presidencia en la American University (AU) de Washington, cree que Trump sí ha cambiado el concepto de “comportamiento presidencial”, y que su relación con el Congreso, los medios y las agencias gubernamentales es “inédita y, en ocasiones, peligrosa”.

“Su comportamiento no cambiará permanentemente la institución de la presidencia, pero está dañando el cargo y se tardará años en superar algunas de sus acciones y comportamientos”, agregó Thurber.

Los cinco expertos pronostican que los tribunales, el Congreso y la prensa seguirán actuando para contener los posibles excesos de Trump, pero ninguno espera que el presidente aprenda a controlar sus tendencias “autócratas”, en palabras de Moe.

Trump, el primer presidente estadounidense sin experiencia política ni militar, está orgulloso de desafiar las convenciones de Washington, y según su jefe de gabinete, John Kelly, nunca pregunta cómo actuaron sus predecesores en situaciones similares.

“Con la excepción del gran Abraham Lincoln, puedo ser más presidencial que ningún otro presidente que haya ocupado jamás este cargo, se lo aseguro”, dijo Trump en un mitin en julio pasado.

Persecución

En su primer año de mandato en EU, Trump ha atemorizado a millones de indocumentados al llevar al papel su discurso antiinmigrante con planes ansiados por los conservadores como cancelar DACA y TPS, aunque ha chocado con la realidad a la hora de materializar medidas como el muro con México.

El magnate neoyorquino dejó sentadas las bases de su política migratoria desde el día en el que anunció su candidatura a la Presidencia, en junio de 2015, al proponer levantar un “gran muro” en la frontera con México, país desde donde mandaban, en su opinión, “drogas, el crimen y los violadores”.

Desde entonces se sucedieron promesas de endurecer la política migratoria para obtener más logros sobre este tema que lo alcanzado por otros políticos en los últimos 50 años, y en un año ha dado pasos para lograrlo.

Cinco días después de llegar al cargo firmó dos órdenes ejecutivas para detener al mayor número posible de indocumentados y deportarlos sin demora y retirar fondos federales a las ciudades que rechazaran colaborar en este objetivo.

A la espera de los fondos del Congreso para llevarlas a cabo, el “efecto Trump” sí quedó patente en una reducción del 26 por ciento en la llegada de inmigrantes a la frontera. El temor a sus medidas era palpable fuera del país, pero también entre los 11 millones de indocumentados que se calcula viven en el país.

Los inmigrantes con permiso temporal como los “soñadores” amparados bajo la Acción Diferida (DACA) y aquellos que pidieron el Estatus de Protección Temporal (TPS) también han sido víctimas de las políticas migratorias de la Casa Blanca este año.

En septiembre anunció la cancelación de DACA, que amparaba a 690.000 jóvenes, aunque un tribunal federal anuló temporalmente esta medida y a finales de año decidió no renovar el TPS a 195.000 salvadoreños, 58.000 haitianos, 5 mil 500 nicaragüenses y un millar de sudaneses.

El director ejecutivo de Alianza Américas, Óscar Chacón, dijo a Efe que con todas estas medidas Trump ha favorecido una política migratoria “radicalmente restrictiva y aislacionista”.

Reveses

Coincide con él Andrew Selee, presidente del Migration Policy Institute (MPI), al señalar que Trump ha tratado de “enmarcar a la inmigración como un problema para el país”.

Chacón cree que esta dimensión retórica extremista que “viene de la Casa Blanca” no tiene precedentes en la historia reciente de los Estados Unidos y no augura “nada bueno” para los inmigrantes en general.

“Si la tendencia que hemos visto a lo largo del primer año de Trump se consolida, seremos testigos de un endurecimiento aún mayor de la guerra contra los inmigrantes”, agregó.

Con todo, Trump ha sufrido duros reveses tanto desde el poder legislativo como el judicial.

El proyecto del muro con México no avanzó demasiado porque el Congreso no le ha dado los fondos requeridos, y por ahora debe contentarse con los ocho prototipos que se han levantado en San Diego (California), ni tampoco los recursos para su “fuerza especial de deportación”, que iba a contar 10.000 agentes extras en el Servicio de Inmigración (ICE) y 5 mil en la Patrulla Fronteriza.

En el caso de las ciudades y condados que se declararon santuario, no colaboran con ICE y protegen a los indocumentados, el presidente intentó infructuosamente cancelar fondos federales destinados a las fuerzas de seguridad.

Ante el bloqueo realizado en las cortes por los opositores a esa medida, la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, confirmó recientemente ante el comité judicial del Senado que el Gobierno buscará otros caminos y presentaría cargos criminales contra las ciudades santuario.

Y es que, según el trabajo de MPI, a pesar de que la retórica ha debido enfrentar la realidad, “hay señales” de que el Gobierno está haciendo en realidad lo prometido por Trump, que ha logrado ser “consistente” con lo dicho en campaña.

(El presidente de los Estados Unidos Donald J. Trump (d) saluda a un guardia, el jueves 18 de enero de 2018, luego de regresar a la Casa Blanca de un viaje desde Pittsburgh, en Washington)

Texto y foto: EFE

In this article

Join the Conversation