A cultivar nuestros propios alimentos

Carlos García Jiménez

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29 mayo,2020 5:46 am
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Bajo el ala del sombrero

Carlos García Jiménez

 

Los revolucionarios que no tienen huerto,

que dependen del mismo sistema que atacan,

y que producen palabras y balas, y no comida ni abrigo,

son inútiles.

 

Bill Mollison

 

“Si no nos mata el coronavirus, nos matará el hambre”, es la expresión popular que sintetiza la realidad de muchas familias que en medio de la pandemia luchan entre el “quédate en casa”, y salir a trabajar para poder comer. Y para colmo, en el escenario nacional, Guerrero (y más notoriamente las ciudades de Acapulco, Chilpancingo e Iguala) ya es noticia nacional por sus estadísticas al alza de contagios y decesos.

Todavía no hay certeza de cuándo terminarán los efectos mortíferos del Covid-19, ni el confinamiento en casa. Oficialmente se habla de un mes más, pero expertos señalan que el fenómeno se extenderá varios meses o años; y peor, cuando el gobierno anuncie la fase descendente de contagios, las medidas sanitarias se seguirán manteniendo, y solo se flexibilizarán si las estadísticas de contagios y decesos tiendan a la baja. Así, el regreso a la “nueva normalidad” cada día se alarga, al mismo tiempo que el estrés, el hambre y las carencias económicas en la mayoría de los hogares.

La falta de alimentos suficientes, sanos y nutritivos ya se está generalizando tanto en el campo como en la ciudad. Aun cuando se distribuyan despensas, se habiliten comedores comunitarios, y se adelanten algunos subsidios a la población vulnerable, la falta de alimentos se va agravar en los meses subsiguientes.

Por ello, en el contexto de la “nueva normalidad”, resulta apropiado que desde el confinamiento familiar cultivemos algunos de nuestros alimentos. El consumo de más vegetales que cárnicos, fortalece nuestro sistema inmunológico corporal (órganos, tejidos y células especiales) y nos permite defendernos de microorganismos que podrían enfermarnos: hongos, parásitos, bacterias y virus. Porque como dijo Hipócrates –el precursor de la medicina moderna–, “que tu medicina sea tu alimento, y que el alimento sea tu medicina”.

Del fortalecimiento de nuestro sistema inmunológico individual y colectivo (que deriva de la ingestión de alimentos sanos y nutritivos) poco se habla en el discurso oficial; este es el otro frente que debe activarse en el combate de la pandemia. Y si la iniciativa del gobierno es pobre en este frente. ésta debe activarse desde los propios hogares. 

Agricultura ecológica, urbana y familiar

Parece raro plantear que podemos producir alimentos en nuestros hogares, sin embargo, en muchas ciudades y hogares del mundo, desde hace varios años, esto ya es una costumbre. Lograr alimentos sanos, diversos y nutritivos solo es posible si se combinan tres modalidades de agricultura alternativa:

Agricultura ecológica. “Es una forma de producción que manifiesta en su esencia el desarrollo sustentable; integra los procesos productivos y tecnológicos en armonía con la naturaleza; crea formas apropiadas de organización de la producción y la comercialización; y postula un entorno macropolítico y macroeconómico a su favor”. (Jürgen Queitsch).

Agricultura urbana. Es la práctica de establecer cultivos en la periferia y dentro de espacios urbanos: traspatios, jardines, azoteas, andadores, y terrazas. Allí se cultiva o cría, procesa y distribuye una diversidad de productos alimentarios y no alimentarios, (re)utilizando en gran medida recursos humanos y materiales, productos y servicios que se encuentran en dicha zona.

Agricultura familiar. Un proceso productivo diversificado en el que todos los miembros de una familia (Abuelos, padres, hijos, nietos y bisnietos) trabajan en equipo, de acuerdo a sus capacidades y con recursos locales.

Primeros pasos

En la era de la “nueva normalidad” el cultivo de algunos de nuestros alimentos es una oportunidad para: revalorar los espacios disponibles en el hogar (traspatios, jardines, balcones, andadores, azoteas y paredes), activar e integrar los recursos humanos disponibles (mano de obra, sentido común y creatividad) y fomentar la interacción con familiares y vecinos por la vía del intercambio de experiencias y productos.

He aquí algunas de las acciones básicas con las que se pueden iniciar en casa: Hacer un recuento de los recursos disponibles y determinar cómo conseguir lo que hace falta, planificar el espacio familiar con una visión agroecológica y de futuro, habilitar la infraestructura básica (camas y macetas de cultivo, espalderas, reservorios de agua), y poner manos a la tierra con al menos algún cultivo de consumo básico: chile, jitomate, pápalo, rabanito, maíz elotero, etc.

De los tres niveles de gobierno se esperaría que formulen programas piloto de producción de alimenta a escala familiar y comunitaria. Que además de la instalación de comedores y la distribución de despensas –que de suyo son acciones loables pero insostenibles en el tiempo–, distribuyan kits de semillas, herramientas de jardinería y abono orgánico, como ya lo está proyectando el ayuntamiento de Coyuca de Benítez; esperemos que en breve otros municipios secunden esta iniciativa; y que los gobiernos del estado y federal se ocupen más de la pandemia que viene: el hambre, la pobreza y la falta de oportunidades laborales.

La producción de alimentos, además de prevenir la pandemia del hambre (que en realidad es la causante de muchas más muertes que el propio coronavirus), es la acción más estratégica, participativa e inmunológica ante el coronavirus. Y el espacio de confinamiento familiar es el lugar adecuado donde se puede empezar a construir la “nueva normalidad” de la que ya se habla mucho.

A pleno Sol: Sin un Plan de Desarrollo Sectorial, y un paralizado Consejo Guerrerense de Desarrollo Rural Sustentable (CGDRS), el campo seguirá a la deriva. Toca a los campesinos y a sus organizaciones irrumpir en la “nueva normalidad” con acciones y propuestas realmente innovadoras y transformadoras.

 

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