A propósito del fuego

Federico Vite

283 0
7 enero,2020 8:07 am
283 0

Federico Vite

Richard Ford, en una entrevista publicada por el diario español El País en 1999, refiere que de entre todos los libros que ha escrito siente predilección por Incendios (Anagrama, España, 1991, 190 páginas), cuyo título original es Wildlife. Así que picado por la curiosidad releí esta joya que permite comprender el gran fuelle de un narrador que trabaja con solvencia el corto (cuento), mediano (nouvelle) y largo aliento (novela). Ford es un todo terreno.

El primer libro de Richard Ford fue Un trozo de mi corazón (1976), relato de influencia faulkneriana que cuenta la historia de dos personajes sin rumbo cuyos destinos se cruzan en el delta del gran Misisipí. Un lustro después, el también autor de De mujeres con hombres (1997), sorprende a los lectores con La última oportunidad (1981), una historia fundamentada en los cánones del realismo sucio. Tejió una trama plagada de drogas y lealtades traicionadas en la ciudad de Oaxaca. Fue un libro que no tuvo una muy buena recepción en Estados Unidos de Norteamérica, tampoco contó con el beneplácito de los lectores en México; de hecho, aún pueden encontrar algunos ejemplares de este volumen en varias librerías del país. Harry Quinn y Rae protagonizan una historia de amor en un sitio propicio para el daño, Oaxaca, donde el hermano de Rae se encuentra en la cárcel. El lector conoce en esta novela algo muy actual: un paraíso turístico convertido en una ciudad barroca y turbulenta donde traficantes de drogas y guerrilleros, militantes de partidos de izquierda, políticos y policías corruptos ensamblan una realidad que hoy simple y sencillamente forma parte del costumbrismo nacional.

El reconocimiento internacional llegó a Ford en la segunda mitad de la década de los 80 del siglo pasado con la novela El periodista deportivo (1986), protagonizada por Frank Bascome, quien también se hace presente de manera categórica en El día de la Independencia y en Acción de gracias, sin duda una gran trilogía.Pero volviendo a la viga maestra de este artículo, piensa en estas palabras de Ford a propósito de Incendios: “A mí me parece una verdadera gema, un relato ágil, claro y bien definido. Sin embargo, mucha gente lo recibió mal porque decían que se parecía demasiado a Rock Springs”. No sobra decir que Rock Springs es un libro de cuentos y el primero de los textos, homónimo del libro, cuenta una historia similar a Incendios; es decir, una ruptura amorosa entre padre y madre, pero en la novela está mucho más elaborado el perfil sicológico del hijo.

En Incendios Ford presenta una familia de clase media que se muda a Great Falls, Montana, en el otoño de 1960, en la bonanza del petróleo de Gypsy Basin. El relato es contado en primera persona por Joe, un hombre que recuerda su cumpleaños número 16, cuando los incendios empezaban a devorar los cerros, los suburbios y los osos en Montana. “En el otoño de 1960, cuando yo tenía 16 años y mi padre llevaba sin trabajo algún tiempo, mi madre conoció a un hombre llamado Warren Miller y se enamoró de él”, refiere Ford para poner en práctica la caída libre de la historia. Con ese párrafo uno pensaría que se trata de un cuento, pero no es así, el autor define los márgenes de su historia, no contará nada más ni da menos que el enamoramiento de la madre y, por añadidura, la separación.

El padre de Joe, un golfista profesional que se ganaba escasamente la vida como instructor en clubes privados, había pensado que el dinero estaba en Great Falls, y que él recibiría una parte de la lluvia de oro que caería sobre la región. Pero eso no ocurrió y lo que comenzó a caer sobre las cabezas de los pobladores de Great Falls fue la lluvia de cenizas de los incontrolables incendios de los bosques cercanos. El fuego ardió todo el verano: no fue posible extinguirlo. Así que el padre perdió su trabajo y, sumido en una profunda confusión, se alistó en las brigadas que iban a los bosques a combatir los incendios. Se ausentó tres días de casa; en 72 horas se desintegró esa familia. Su madre conoció a otro hombre, y el adolescente arrojó entonces su primera y desconcertante mirada sobre el opaco mundo del deseo, sobre el enigmático terreno de la madurez, pero, sobre todo, conoció la infidelidad.

Este libro es narrado en primera persona del singular, posee una estructura dramática aristotélica: inicio, desarrollo, conflicto, desenlace y final. No hay saltos temporales en el relato. Sin duda es tradicional en cuanto a la forma; pero temáticamente es más ambicioso, pues logra retratar con precisión el ingreso a la vida adulta. Joe presencia, con un morbo infantil, la infidelidad de su madre; el lector asiste al dulce despertar sexual de un hijo que ve coquetear a su madre con un adinerado hombre viejo.

Toda la trama se fundamenta en cuatro personajes que nos permiten comprender la hondura de la adolescencia, pero no sería una historia memorable si el autor hubiera prescindido del fuego, porque gracias a los incendios es posible sentir la dimensión absoluta de una separación, finalmente, una herida que nace por estar cerca del fuego.

Incendios le parece a Ford una verdadera gema, un relato ágil, claro y bien definido. Estoy de acuerdo con él. Esta novela posee una maquinaria técnica impecable. Sé también que este libro aspira a imitar la vida y, déjeme decirle, Ford logra su cometido: brinda al lector una emoción poderosa.

In this article

Join the Conversation