Académicos: obligar a estudiantes a cumplir condiciones imposibles atenta contra su dignidad

Para construir un proyecto educativo a futuro que incluya a las normales rurales hay que reconocer su identidad y las condiciones materiales de las y los alumnos, advierten...

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26 junio,2021 8:31 am
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Para construir un proyecto educativo a futuro que incluya a las normales rurales hay que reconocer su identidad y las condiciones materiales de las y los alumnos, advierten especialistas de la UNAM y la SEP

Ciudad de México, 26 de junio de 2021. La promesa de dignificar a los maestros y maestras como profesionales de la educación, hecha a principio de la actual administración por el presidente Andrés Manuela López Obrador, se ha cumplido a medias, coinciden especialistas en formación educativa consultados por El Sur, que concuerdan también en que no existe una actitud propositiva en el Estado para mejorar las condiciones del normalismo mexicano.

“López Obrador perdió la oportunidad histórica que tenía, porque la tuvo en 2018 y pudo decirle de alguna manera a las normales rurales que entendía que han sido históricamente maltratadas y que iba a trabajar para que su reconocimiento se lleve adelante. Ahí el presidente perdió su capital y ahora no lo va a poder recuperar porque, sencillamente, si no ha protegido, por lo menos ha callado frente a ciertos actos”, comenta Ángel Díaz Barriga, investigador emérito del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, en referencia a la reciente represión sufrida por estudiantes de la Escuela Normal Rural Mactumactzá, de Chiapas.

La violencia con que las autoridades del gobierno estatal encabezado por el morenista Rutilio Escandón respondieron a las exigencias de las y los alumnos de esta normal –enfocadas en que el examen de admisión se realizara de forma presencial y no por internet–, prendió las alarmas.

“Después de lo de Ayotzinapa, hasta ahora es que ha habido una cuestión tan fuerte con estudiantes normalistas”, dice Ana Laura Gallardo Gutiérrez, investigadora titular del IISUE. “El punto es que no se les ha dado la prioridad que realmente necesitan, como muchísima infraestructura, contención, el asunto de los internados en las escuelas”.

De acuerdo con Isaac Ángeles Contreras, docente de la Escuela Normal Rural Vanguardia de Tamazulapam del Progreso, Oaxaca, el fortalecimiento de las normales y la revalorización de maestras y maestros se ha quedado en el discurso.

“Teníamos que dignificar al maestro como profesional de la educación, para que no fuera simplemente un operario de planes y programas. Estábamos avanzando y llegó la pandemia, que no es responsabilidad de las autoridades, pero sí es su responsabilidad mucho de lo que estaba antes de la pandemia”, recuerda el también delegado del Congreso Nacional para el Fortalecimiento y Transformación de las Escuelas Normales Públicas, convocado por la Secretaría de Educación Pública en marzo de 2019.

Si no hacen ruido “los ven como unos cuantos indios”

En este panorama, señala, el caso de Mactumactzá ha puesto en evidencia que, si bien en el discurso el Estado dice apoyar a las normales, en la práctica hace todo lo contrario.

“Puedo decir ‘estos chavos son vándalos’, y sí hicieron vandalismos. Puede ser que estén mal, pero ¿quién propició esto? ¿Quién les negó el derecho de hacer el examen de manera presencial? El Estado, el gobierno, y entonces ellos tienen que patalear: si no hacen este ruido no los voltean a ver porque los ven como unos cuantos indios de los muchos que hay en el país. Puede uno diferir de sus estrategias, pero no del hecho de que tienen que hacer algo porque si no los aplastan por completo”, afirma.

“Estamos frente al vandalismo –asiente por separado Díaz Barriga–, pero por otra parte hay un Estado que es incapaz de pedir perdón por el trato que le ha dado a las normales, en particular a las normales rurales”.

Esto comportaría también buscar un pacto de paz con estas escuelas, insiste el investigador que, además, sugiere la conformación de un grupo de intelectuales de educación popular, sociólogos y antropólogos, “que vayan a estas escuelas pero no con el plan de cambiarlas, sino con el plan de ver cómo ayudarlas a renovar su demanda”.

Atrapadas en un círculo represivo

El caso de la histórica Escuela Normal Rural Luis Villarreal de El Mexe, Hidalgo, es tal vez el que mejor representa el descuido institucional en que se encuentra actualmente el normalismo.

La reapertura de El Mexe fue una promesa de López Obrador cuando era candidato presidencial en 2012 y que repitió en su campaña electoral de 2018. A la fecha, esta normal rural, transformada en una universidad politécnica en 2003, no ha vuelto a abrir; ahora se plantea establecer en sus espacios un plantel de las Universidades Públicas del Bienestar Benito Juárez, proyecto de la actual administración federal.

“Por un lado el gobierno federal tiene todo un programa de trabajo con las normales, tiene un Congreso Nacional de Normales y están atravesando procesos de reorganización, pero también es cierto que hay elementos que a nivel estatal chocan con estas disposiciones. Es el caso de El Mexe, que ya tiene su nuevo modelo curricular y aparentemente se reabrió, pero no con las condiciones que el colectivo de El Mexe quería lograr, que era básicamente el internado”, observa Gallardo Gutiérrez.

La académica subraya que el tratamiento de descrédito y de inanición de recursos, tanto a nivel federal como estatal, con que las escuelas normales han convivido desde los años sesenta a la fecha, ha servido como caldo de cultivo para su criminalización.

Junto a eso, la reiteración desde hace décadas de demandas muy concretas y nunca realmente atendidas –como los internados o el aumento de las matrículas– ha favorecido la reproducción de estereotipos históricamente impulsados por el Estado.

Los calificativos de “vándalos”, “terroristas”, “guerrilleros” se han incorporado a tal nivel en el imaginario colectivo dominante que los procesos de represión se han vuelto más fáciles e impunes, lamenta Gallardo Gutiérrez.

La investigadora de la UNAM hace hincapié en que, con el tiempo, el movimiento estudiantil normalista no se ha reorganizado ni se ha adherido a otras luchas, como podría ser su reconocimiento como escuelas rurales que están inscritas en el ámbito de lo indígena. Esto, de alguna manera, las sigue aislando y atomiza su movimiento.

Por su lado, Díaz Barriga observa que la situación es alarmante debido a que hasta el momento ninguna instancia –ni el jefe del Ejecutivo ni el Legislativo— ha entendido cómo trabajar para construir un proyecto enfocado en la normal rural del siglo XXI.

“La normal rural está anclada en la ideología que se fue conformando en los años 30 del siglo pasado. Y no culpo a la ideología que tengan en este momento, pienso que cuando aparece un fenómeno social, un México divido en dos partes, lo que se tiene que hacer desde el análisis sociológico es buscar los elementos de comprensión y no los de descarte.

“¿Cómo construyes un proyecto para las normales rurales cuando sabes que los que aspiran a llegar a ellas provienen de grupos marginados socialmente? No les tienes que platicar de qué es la pobreza: provienen de grupos que la han vivido”, afirma.

En este sentido, indica, existe la necesidad de actualizar el marxismo que enarbola el normalismo y algunas de sus prácticas de protesta, ya que éstas suelen ser replegadas por el Estado con brutalidad; es de vital importancia hallar una forma de desactivar este círculo violento.

“Como primer elemento de la política, el poderoso tiene que ser generoso y no lo hemos visto –enfatiza Díaz Barriga–. El poderoso ha sido un gran factor de incomprensión, a veces de represión, y cuando esto se sale de las manos, como en Ayotzinapa, todo el mundo se preocupa”.

“No queremos dejarnos aplastar, no queremos morir”

La decisión, en tiempos de pandemia, de volver la educación lo más virtual posible ha tenido fuertes consecuencias en México. Ignorando las diferencias y desigualdades que existen entre las y los estudiantes del país, las autoridades le han apostado a plataformas de educación virtual más que a la elaboración de planes conformes a la realidad específica de cada región del país.

En este sentido, el sistema educativo se ha confirmado como un arma que, si es mal usada, puede atentar contra la dignidad de las personas.

“Es grave cuando se nos imponen ciertas cosas sin conocer las condiciones en que están nuestras estudiantes”, menciona Isaac Ángeles Contreras, autor del análisis “La formación inicial docente en tiempos de pandemia, realidad e ilusión de la telemática y la disyuntiva pospandémica: ¿rebobinar el sistema o reconstruir desde las cenizas?”, publicado en el volumen Narrativas pedagógicas sobre la educación a distancia en las Escuelas Normales en tiempos de pandemia (Ediciones Normalismo Extraordinario, 2021).

En el texto, transcribe algunos de los mensajes que le enviaron sus alumnas desde el confinamiento. Una de ellas es lapidaria y dice que, como si no bastara tener obstáculos socioeconómicos, la aplicación de las nuevas tecnologías a la educación ha aumentado la brecha de desigualdad “que lejos de alcanzar las metas en la enseñanza y el aprendizaje nos deja vacíos no sólo en conocimientos, sino que también en dignidad social”.

En entrevista con El Sur, Contreras narra el caso de una estudiante originaria de una comunidad chiapaneca cercana al río Suchiate, en la frontera con Guatemala: sin conectividad y sin recursos económicos para instalarse en una comunidad con acceso a internet, sus posibilidades de formarse durante la pandemia se desvanecieron.

“Metemos a nuestras estudiantes en una situación de total desigualdad porque las equiparamos: todas deben de conectarse. Pero hay que considerar las condiciones materiales de la existencia de cada quien, todos somos dignos de respeto”.

Contreras confía en que la misma clase docente retome la defensa de las normales. “Mientras haya posturas como la de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación) no creo que nos puedan desaparecer. Pero sí nos están obligando a ser mas rebeldes y contestatarios –advierte–, aunque creo que tendríamos que ser más creativos y tener más imaginación para poder enfrentar esta situación”.

Esto se podría lograr, por ejemplo, generando procesos de autogestión y autonomía con profesores y estudiantes: no depender totalmente del Estado y valorar más las potencialidades de cada normal rural, reflexiona el docente. Sería una alternativa posible “porque no queremos dejarnos aplastar, no queremos morir; esto significaría cerrarle las puertas a muchos jóvenes que apenas vienen, que son niños aún, y pueden tener la oportunidad de una formación profesional”.

Texto: Caterina Morbiato

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