¿Bolsonaro logrará tener una mayoría política para votar sus reformas?

Gaspard Estrada

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13 febrero,2019 5:56 am
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 Gaspard Estrada
La elección presidencial brasileña del año pasado tuvo como resultado la elección, por primera vez, de un candidato de extrema derecha a la cabeza de la principal potencia de América del Sur. Sin embargo, a pesar del hecho que Brasil se rige por un sistema político presidencialista, el ejecutivo federal funciona en un sistema de partidos particularmente fragmentado, llamado un “presidencialismo de coalición”. Es esta combinación, totalmente singular, que ha provocado que la vida política de ese país haya sido tan agitada desde la organización de las primeras elecciones directas, en 1989.
Desde entonces, de los cinco presidentes elegidos democráticamente, sólo dos, Fernando Henrique Cardoso y Luis Inácio Lula da Silva, terminaron sus mandatos. Por el contrario, Fernando Collor de Mello, y Dilma Rousseff, fueron destituidos. En vista de estos datos, muchos analistas políticos se hacen la pregunta siguiente: ¿Jair Bolsonaro llegará al término de su mandato? La historia política de Brasil muestra que, a pesar del hecho que las prerrogativas del presidente de la República son muy importantes –dispone del poder de nombramiento de más de 12 mil personas en el gobierno federal, además de un presupuesto público abultado–, la problemática de la construcción y preservación de las mayorías políticas en el Congreso es una tarea extremadamente complicada.
De hecho, el ciclo político de los últimos cinco años, que inició con las masivas manifestaciones en los grandes centros urbanos en contra de las obras ligadas a la Copa del Mundo del 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, y que terminó con la elección presidencial de octubre de 2018, estuvo marcado por este problema estructural. En 2013, Dilma Rousseff contaba con una alta popularidad, lo que le permitía prescindir de hacer acuerdos con los líderes de los partidos que formaban parte de su coalición de gobierno. Incluso, durante los dos primeros años de su mandato, despidió a más de once ministros de su gobierno, después de que los medios de comunicación hubieran reportado acusaciones supuestas de corrupción –no siempre confirmadas. Sin embargo, cuando las manifestaciones aumentaron y Dilma Rousseff fue perdiendo popularidad, su coalición rechazó apoyarla, aduciendo los despidos realizados por la presidenta durante la primera parte de su primer mandato. A raíz de esto, ella fue perdiendo apoyos, hasta ser destituida por un burdo pretexto –el supuesto maquillaje de las cuentas públicas–, a manos de una mayoría parlamentaria que ya no la quería. En su lugar, su vicepresidente, Michel Temer, que si está implicado en escándalos de corrupción, logró llegar al final del mandato, dando concesiones políticas a los líderes de los partidos en el Congreso.
Durante la campaña electoral, Jair Bolsonaro prometió que dejaría atrás las prácticas de la “vieja política”, asociadas al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) así como al Partido de los Trabajadores (PT), y al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que han gobernado Brasil en los últimos treinta años. Para ello, se rodeó de militares, ideólogos ultraconservadores, de ex miembros de la operación Lava Jato, como el juez que condenó al expresidente Lula, Sergio Moro, entre otros. Para llenar los cupos políticos, en lugar de llegar a un acuerdo político con los líderes de los partidos en el Congreso, decidió nombrar a las personalidades escogidas por las bancadas temáticas existentes en el Congreso, que al ser compuestas por diputados y senadores de diferentes partidos no responden a las mismas dinámicas políticas. Si bien es cierto que el Congreso que acaban de elegir los brasileños es el más conservador de los últimos años, también es cierto que el funcionamiento y la lógica política de ese Congreso no se rige por ideología, y sí por los partidos políticos. De tal manera que desde la toma de posesión de Jair Bolsonaro, la base aliada de congresistas dispuesta a apoyar al gobierno en sus proyectos de reforma económica, judicial y de costumbres (muchos congresistas evangélicos quieren imponer una pauta ultraconservadora en el país) luce frágil. Por el momento, Jair Bolsonaro está en el hospital, recuperándose de una cirugía. Después de las celebraciones del carnaval, cuando empiece el año político, sabremos si la mayoría política que se formó en octubre del año pasado tiene suficiente fuerza e inteligencia para llevar adelante su agenda.
Twitter: @Gaspard_Estrada
* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París

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