Cambio de régimen

Arturo Martínez Núñez

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13 noviembre,2018 4:46 am
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Arturo Martínez Núñez
La luna de miel entre Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y ciertos sectores de la población –que comenzara el 2 de julio, tras los resultados electorales y su acercamiento de cortesía con algunos grupos de poder–, parece haber llegado a su fin.
Temas como la cancelación del llamado Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y, recientemente, el anuncio del líder de la mayoría en el Senado, Ricardo Monreal, en el sentido de legislar para regular y eliminar las altas tarifas que cobran los bancos, ha revivido los días previos a la elección, donde parecía que México estaba dividido entre fifis y chairos, entre izquierda y derecha o entre ricos y pobres.
Los medios de comunicación, sobre todo los grandes grupos que reciben jugosos convenios, también presionan ante la incertidumbre de lo que vendrá.
Gobernadores, empresarios, líderes eclesiásticos, intelectuales, en fin, distintos personajes que representan a los poderes fácticos, presionan por todas las vías, queriendo incidir o llamar la atención de López Obrador.
Algunos pensaban que tras la reunión del presidente Peña Nieto con AMLO, todo sería terso y suave. Creyeron que López Obrador se convertiría en un “verdadero Jefe de Estado”, en la concepción errónea que dichos grupos tienen de esto. Para ellos, para los grupos de presión, un presidente de la República, el Jefe del Estado, no es otra cosa que el gerente en turno de una franquicia, que debe de funcionar siempre de acuerdo con las reglas que otros escriben desde los centros del poder internacional.
Para ellos, un Jefe de Estado debe de ser el doctor que administra las medicinas que se recetan desde Washington y los organismos internacionales. Para ellos, un Jefe de Estado no debe de tener opinión sobre las obras multimillonarias y multinacionales que se construyen en su territorio. Para ellos, un Jefe de Estado no debe de atreverse a tocar las reglas inviolables de los mercados internacionales. Para ellos, un Jefe de Estado es el gran mesero que parte y reparte el pastel. No les importa que sea de izquierda o de derecha, lo que les importa es que obedezca.
A los representantes del poder tradicional les va a costar mucho trabajo darse cuenta de que todo va a cambiar. Que la Cuarta Transformación no significa sólo un cambio de nombres y de hombres, sino sobre todas la cosas, un cambio en la forma en que el poder se relaciona con la gente.
Lo que deben de entender es que el 1 de diciembre no habrá un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen. Andrés Manuel López Obrador no será presidente para hacer lo mismo que con mayor o menor éxito hicieron sus antecesores. López Obrador empujará su agenda con decisión y valentía. No dudará en meter la pierna dura cuando sea necesario y no actuará bajo presión. Atrás quedaron los días en que una amenaza y un corrimiento de la bolsa o la fluctuación del dólar, doblaban al presidente en turno. Se terminó la época en que los capitanes de la industria llamaban a Los Pinos y ponían a temblar a los mal llamados servidores públicos. Nunca más un trascendido o un editorial de prensa harán entrar en pánico al gobierno de la República.
Los que busquen referentes para tratar de entender a López Obrador, deberán referirse a Lázaro Cárdenas, a Madero o a Juárez.
Andrés Manuel no viene a administrar la franquicia llamada México. Andrés Manuel no es subalterno de los mercados ni de los empresarios, ni de los intelectuales orgánicos o los grupos de presión. La fuerza de López Obrador y su referente es el pueblo de México, que conoce a profundidad y al que ha recorrido en numerosas ocasiones. Su poder dimana del pueblo y a éste se debe. No le interesa quedar bien con los círculos de poder de Polanco y Santa Fe, sino con la gente de la Costa Grande y de la Huasteca.
No le interesa recibir editoriales favorables en el Reforma o en el New York Times, sino ganar y mantener el apoyo popular. No quiere pertenecer ni ser reconocido por una clase dominante a la que desprecia, sino por el pueblo que lo adora.
La última encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica, propiedad de Liébano Sanz, coloca a López Obrador con 78 puntos de aprobación el 6 de noviembre, casi 10 más que la misma medición de octubre. López Obrador ha logrado adivinar los sentimientos de la nación y gobierna con ellos. Son los otros los que no han entendido, que no entienden. Por el bien y la concordia deberían intentar analizar que a partir del 1 de diciembre comienza en México un nuevo régimen político, económico y social.
 

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