Centenario de Ingmar Bergman, el director que dio alas al silencio 

Las cavilaciones cinematográficas de "el mejor director de cine de todos los tiempos" sobre las grandes cuestiones existenciales influyeron a generaciones enteras.

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14 julio,2018 11:37 am
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Texto: DPA/ Foto: EFE

Ingmar Bergman construyó su casa en la pequeña isla báltica de Fårö sobre una playa de piedras y no de arena fina: tanto a él como a su trabajo de tintes filosóficos le iba bien reducirse a lo crudo y esencial.
Las cavilaciones cinematográficas del maestro sueco sobre las grandes cuestiones existenciales influyeron a generaciones enteras. Este año seguramente se exhibirán sus películas en muchos lugares, porque este sábado, 14 de julio, se cumplen 100 años de su nacimiento.
Volverse viejo es como subir una montaña, dijo Bergman cierta vez: “Cuanto más se sube, menos fuerza hay, pero más lejos se ve”. Como espectador uno tiene la impresión sin embargo de que el cineasta veía muy lejos ya siendo joven. Murió en 2007 a los 89 años en su pequeña isla del Báltico, diez años después de ser coronado en Cannes como “el mejor director de cine de todos los tiempos”.
A diferencia de lo que se suele pensar, las obras de Bergman no son sólo intelectuales, subraya el director de la fundación que lleva su nombre, Jan Holmberg. Es cierto que son profundas y están cargadas de crítica social, pero también son sarcásticas e irónicas. “No creo que se necesite una licenciatura universitaria para entenderlas”, asegura.
Muchas de sus películas, como el drama experimental en blanco y negro Persona, buscan que el espectador sienta y no intente entender racionalmente.
En la actualidad los films del director, que recibió varios Oscar, están muy demandados, seguramente por el contraste que implican frente al cine comercial, opina Holmberg.
“Las personas tienen necesidad de analizarse a sí mismas”, dice, y añade que en un mundo en el que muchos se meten en sus propias burbujas en las redes sociales, es importante “que alguien muestre los aspectos menos agradables de los seres humanos”.
Holmberg administra el legado de Bergman, que incluye más de 60 películas para cine y televisión como Persona, Fanny y Alexander o Secretos de un matrimonio (Escenas de la vida conyugal), con las que el director se hizo famoso en todo el mundo.
También es autor de más de 170 producciones de teatro, numerosos guiones y textos autobiográficos. La Unesco considera sus archivos -manuscritos a mano y a máquina, proyectos, cuadernos de anotaciones, papeles de producciones, fotos y unas 10 mil cartas- como parte del patrimonio documental de la memoria del mundo.
Bergman habla en esos escritos de la muerte, del silencio de dios, de los artistas fracasados, los problemas familiares. Los críticos creen que aportó a todas las disciplinas del arte una profundidad psicológica e intimidad nuevas. Testarudo y extremadamente seguro de sí mismo, Bergman hacía a los actores mirar directamente a la cámara y le otorgó al silencio el mismo peso o más que a la palabra.
Casi ningún otro director tiene tras de sí “una carrera tan larga y tantas películas con una calidad tan estable”, asegura Holmberg, quien reconoce la influencia de Bergman en trabajos de Lars von Trier (Melancholia), Michael Haneke (Amor) y el francés Olivier Assayas (Personal Shopper).
También en films de los últimos años de Steven Spielberg como Lincoln o Múnich, así como en Woody Allen e incluso en series de televisión actuales como Divorce y Mad Men.
Sin embargo, ya no habrá una figura tan destacada como Bergman, opina la directora alemana Margarethe von Trotta. “Creo que esa admiración casi religiosa y endiosamiento son cosa del pasado”, dijo en una entrevista con el semanario Zeit. “Hoy en día uno no se siente tan exaltadamente comprometido con un artista”.
Los ideales de Bergman siguen viviendo en Fårö, la isla de la que se enamoró durante el rodaje de Como en un espejo. “Quiero vivir aquí, quiero morir aquí”, dijo supuestamente entonces. Y aquí está enterrado, tal como pidió.
En la que fuera su casa los artistas siguen inspirándose. Una fundación otorga becas para poder acceder a las notas originales del director. El 14 de julio habrá una reunión entre todos para ver juntos El circo, de Charlie Chaplin, como hacía siempre en su cumpleaños Bergman con sus hijos.

Los 100 años de Bergman, un buen momento para ahondar en sus archivos
El nombre del niño era Ingmar. El de la joven promesa, Ingmar Bergman. Más tarde pasó a ser solo Bergman. Nadie es tan Bergman como Bergman”. Así comienza un enorme y cuidado volumen sobre el cineasta sueco que la editorial Taschen ha reeditado con motivo del centenario de su nacimiento.
The Ingmar Bergman Archives, que fue publicado originalmente en 2007 en una edición de lujo, se reedita ahora en inglés, alemán y francés y con un precio sensiblemente menor, de 60 euros (70 dólares), para poner al alcance de los fans del cineasta este profundo análisis de los fondos de la Fundación Bergman.
Poco antes de su fallecimiento, en julio de 2007, Bergman dio permiso a la editorial para tener acceso total a los archivos de la fundación y poder publicar sus entrevistas y escritos, muchos de ellos inéditos fuera de Suecia.
El editor de Taschen Paul Duncan y el investigador de cine Bengt Wanselius, que fue el fotógrafo de Bergman durante 20 años, se lanzaron a bucear en ese ingente material, con el que crearon un volumen que analiza con atención cada una de las películas del maestro sueco.
Desde el primer guión cinematográfico que escribió para Torment (1944), de Alf Sjöberg, hasta su último proyecto, Saraband, una película para televisión, el libro analiza uno por uno cada uno de los trabajos audiovisuales de Bergman.
Para ello divide los trabajos en ocho capítulos –The apprentice, A double life, The magician, The doubter, Mysteries, Bergmanstrasse y Ghost, devils & demons– que permiten un recorrido ordenado por toda la filmografía de uno de los cineastas esenciales del siglo XX.
Con sus títulos, Bergman cultivó una temática profunda y dramática con un estilo narrativo lento no apto para todos los públicos.
Una particular sensibilidad que el libro recorre con descripciones de cada película y con extensos comentarios sacados de las notas que Bergman tomaba durante sus rodajes.
Lo que permite comprender mejor la compleja personalidad de un director que a lo largo de su carrera amagó con retirarse en varias ocasiones, como cuando tras terminar Fanny y Alexander -por la que ganó su tercer Oscar al mejor filme en lengua no inglesa-.
“Después de Fanny y Alexander no haré más largometrajes. Nunca me he divertido tanto y nunca he trabajado tan duro. Fanny y Alexander es la suma total de mi vida como director de cine. Los largometrajes son para los jóvenes, física y mentalmente”, afirmó entonces.
Aún dirigiría una docena de películas, aunque todas para televisión.
Porque pese a sus ganas de retirarse, “su apetito por experiencias es insaciable”, como señala en el texto que abre el libro el escritor dramaturgo, actor y director Erland Josephson, que trabajó con Ingmar Bergman durante setenta años.
Un delicado perfil sobre su amigo, que escribe en presente y en el que asegura que Bergman es “el maestro de los juegos”, de los que se servía para forzar los límites y para entrar en la intimidad de los actores. Porque “Bergman ofende, consuela, rechaza y alienta”.
Tan intensa era su presencia para sus colaboradores, que Josephson llegó a pensar que, a veces, se había inventado momentos vividos por él. Así que, tras el fallecimiento de Bergman, hizo una búsqueda en internet para asegurarse de que el cineasta realmente existió.
“Le venero y siento que he recibido mucho de él: su clara visión dramática, sus imaginativas producciones teatrales y su fidelidad a los textos (…) Era agresivo, tierno de corazón, incisivo. Era un hombre para el que el poder era importante. Es aún una persona poderosa, incluso muerto”.

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