César Secundino Méndez, un arpista revolucionario

En mayo del 2018 participó en la Competencia Mundial de Arpa, ganó el primer lugar y marcó un parteaguas en el certamen, porque él compartió un lenguaje musical...

593 0
26 enero,2020 9:50 am
593 0

En mayo del 2018 participó en la Competencia Mundial de Arpa, ganó el primer lugar y marcó un parteaguas en el certamen, porque él compartió un lenguaje musical más contemporáneo, jazzístico. También ha ganado primeros premios en concursos internacionales en México, España, Francia, Gales y Alemania

Monterrey, Nuevo León, 26 de enero de 2020. A los padres de César no les convencía que se dedicara a la música, pero finalmente aceptaron que al terminar la secundaria se mudara de San Pedro de las Colonias, Coahuila, a Saltillo, para estudiar guitarra, a la par de la preparatoria.

Ya iba en el quinto año, de los 8 de la carrera en la Escuela Superior de Música de la Universidad Autónoma de Coahuila, cuando en una de las clases, al interpretar el primer movimiento del clásico “La Catedral”, de Agustín Barrios, su maestro Javier Cantú le dijo que debía lograr el sonido de otros instrumentos.

“En este preludio, me dijo, la guitarra tendría que sonar como un arpa. Entonces, me detuve a pensar que sólo había visto el arpa de la lotería. En realidad, nunca había escuchado alguna”, ríe César Secundino Méndez, hoy de 34 años, aunque aparenta menor edad.

Como en ese tiempo no había YouTube, aprovechó una visita a sus familiares de Torreón, para ir a una tienda de discos y comprar un cd.

El primer track era una sonata de Scarlatti, la K320, interpretada por el reconocido arpista mexicano Ángel Padilla, quien ya falleció.

“Al escuchar la primera nota me enamoré del arpa y dije: Quiero dedicar el resto de mi vida a este instrumento. Era un sonido hermoso, algo mágico. Me hipnotizó”.

“Fui con mis papás y les dije: ¿Saben qué?, como cuando uno cambia de novia, ¿no?, me enamoré de este instrumento; la guitarra me gusta mucho, pero ya tuve oportunidad de estudiar varios años, y a mi papá casi le da un infarto porque con esfuerzo me acababan de comprar una guitarra muy buena”.

Ya de por sí, su padre se había resignado a que César no fuera maestro, como él, y ahora le preocupaba que echara por la borda casi una carrera como guitarrista, para aventurarse con el arpa.

Pero a la larga, la pasión musical de César rindió con creces.

En mayo del 2018 participó en la Competencia Mundial de Arpa, que se realizó en Utrecht, Países Bajos, luego de un proceso de selección de un año, en el que hubo audiciones en diferentes partes del mundo.

Ahí ganó el primer lugar, así como el Premio del Público, entre 180 arpistas de diversos países.

Su triunfo marcó un parteaguas en el certamen, porque él compartió un lenguaje musical más contemporáneo, jazzístico, y mostró también sus propios arreglos y “locuras”, como él las llama.

“Fue como un shock para el resto de los arpistas, de que cómo va a ganar alguien que no hace música clásica”, comparte César.

“Yo la he estudiado mucho tiempo, me gusta mucho, la sigo escuchando, la sigo tocando, pero no por eso minimizo un son jarocho ante una pieza de Beethoven. Es música, y mientras esté bien hecha va a sonar bien y podemos hacer cosas increíbles”.

Moreno y delgado, César es sencillo, relajado y bromista.

Usa lentes de armazón negra, tras los que se observan sus cejas pobladas y unos ojos oscuros y vivaces.

Un par de mechones lacios caen sobre su frente y lleva el cabello con apartado por en medio y no muy corto.

En la sala de un departamento que mezcla los sillones con un brincolín, juguetes y dibujos de sus hijos, Milena, de 7 años, y Sebastián, de 5, cuenta que nació en Torreón, pero vivió su infancia y juventud en San Pedro de las Colonias, Coahuila.

Sus padres son Ricardo Secundino y Alma Rosa Méndez. Su hermano mayor se llama Ricardo.

César tomaba clases de guitarra en la Casa de la Cultura desde que tenía 12 años, pero en la escuela era el típico chico por el que la directora tenía que hablar a sus padres para reportarles que no asistía o que había reprobado.

Así que cuando consideraba abandonar sus estudios de guitarra, por el arpa, sus papás no permitieron que se fuera a la Ciudad de México, para ingresar a la UNAM, la única institución que en ese tiempo impartía la carrera de arpista.

“Me imagino que pensaban que me iba a descarriar más, ja, ja, ja”.

Su alternativa fue buscar un maestro en alguna ciudad vecina, y lo ubicó en Monterrey: José Enrique Guzmán, arpista de la Orquesta Sinfónica de la UANL. De casualidad, el ensamble se iba a presentar en Saltillo, y César lo contactó ahí.

“Comencé a venir a Monterrey cada fin de semana para tomar clases particulares, y antes del año Enrique me dice: ‘Me ofrecen la oportunidad de abrir una carrera de arpa en la Universidad, el semestre que viene’“.

Así, César se mudó a la Ciudad en el 2005, convirtiéndose en el primer alumno de la licenciatura en música, con especialidad en arpa, de la Facultad de Música de la UANL, la que concluyó en el 2010.

“Para pagar la escuela, la renta y mis gastos tocaba en bodas y eventos. Había mucho trabajo porque casi no había arpistas en el norte de México”.

Una de las razones es que es un instrumento muy costoso, al igual que su mantenimiento, ya que el más básico ronda los 80 mil pesos, mientras que uno de pedales, sencillo, cuesta alrededor de 300 mil.

César dice que como empezó a tocar el arpa tardíamente -a los 19 años-, se sentía por debajo del estándar musical que debería tener a su edad, por eso aplicó para una maestría en la UNAM y el Conservatorio Superior de Música de Aragón, en Zaragoza, España.

Lo aceptaron en ambas, y optó por España.

Para entonces ya se había casado con Jannet Eugenia Rangel Banda, ingeniera en electrónica de profesión, y allá nacieron sus dos hijos.

Ella lo describe inquieto y revolucionario como músico, y juguetón y muy presente como padre y esposo.

“Siempre busca su superación, le gusta hacer cosas nuevas y prepararse continuamente. Ya está en planes de hacer un doctorado en armonía.

“Lo máximo para él es tocar el arpa, es como si estuviera en trance, le da plenitud, serenidad”.

César estudió cuatro años en el Conservatorio de Aragón, donde conoció al maestro Enrique Lleida, quien lo guió hacia la exploración del jazz y la improvisación en el arpa de pedales.

“Un día que estaba deprimido porque venía de una competencia en San Petersburgo, en la que no pasó de la primera ronda, me dijo: Tú no has visto que tienes una ventaja muy grande; tienes la música por dentro, utiliza el ritmo”.

“’Explora tu instrumento y tócalo a tu manera, porque la música es un lenguaje’“.

Sin embargo, a otra maestra, Gloria Martínez, le “infartaba” que golpeara las cuerdas o las rasgara con las uñas para obtener sonidos más agresivos, pero al escuchar los resultados pronto lo animó a expresarse y seguir siendo original.

Luego, César partió a Boston para estudiar una maestría en composición e improvisación en el prestigioso Berklee College of Music, con destacados maestros como Víctor Mendoza y Perico Sambeat.

También ha ganado primeros premios en concursos internacionales en México, España, Francia, Gales y Alemania.

César escribe arreglos y composiciones, y selecciona piezas que sean un reto para su instrumento.

Al rasgar las 47 cuerdas del arpa, parece tocar con todo el cuerpo. Además, en algunas interpretaciones se coloca en cada tobillo unas percusiones prehispánicas (una banda de pequeños caracoles) que agita al levantar los pies al ritmo de la música.

“El arpa es como muy virgen en un terreno externo al lenguaje clásico, y yo desarrollé una técnica de tocar cosas diferentes, como jazz, la improvisación, cosas flamencas.

“Me incliné más a hacer world music. Puedo mezclar Bach con salsa o interpretar una pieza flamenca con arreglos modernos”.

El maestro José Enrique Guzmán, quien guió su formación en música clásica durante la licenciatura, dice que César es muy talentoso y ha ido en búsqueda de su propio camino en el mundo del arpa.

“En un momento determinado él optó por empezar a hacer jazz y fusiones de música latina, a crear su lenguaje musical”.

César comparte que ganar la Competencia Mundial de Arpa en el 2018 fue un gran impulso a su carrera.

Ahí recibió tres premios, uno monetario, una gira por diferentes partes del mundo, y el más significativo para él, el financiamiento de un proyecto, que en este caso fue un disco que mezcla el arpa, como solista, en una big band.

“Fue un parteaguas en la historia del arpa; nunca se había hecho”. Se trata de la suite La Mexicana, que incluye cinco movimientos: un son veracruzano, un son istmeño, un son chiapaneco, una polca y un son huasteco, de los compositores Tonatiuh Vázquez y Carlos Zambrano, y en colaboración con la Orquesta Nacional de Jazz.

“La presentamos en el Centro Nacional de las Artes de la Ciudad de México, en noviembre pasado, y también la llevaremos a la siguiente Competencia Mundial de Arpa, en mayo de este año, y al Congreso Mundial de Arpa, en julio, donde se reúnen los mejores arpistas del mundo”.

Ricardo Secundino y Alma Rosa Méndez, padres de César, se muestran orgullosos de los logros de su hijo, quien ha tocado en escenarios de México, Brasil, Colombia, Estados Unidos, España, Rusia, Ucrania, Bélgica, Francia y Reino Unido.

“Desde niño ha sido muy alegre, espontáneo, sencillo y directo. Él choca con los esquemas rígidos, como los que le tocaron a nivel escolar, pero es talentoso, tenaz y apasionado de la música”, dice Ricardo.

“Lo hemos apoyado con nuestros esfuerzos”, añade Alma Rosa, “pero él ha buscado la manera de tomar oportunidades y conseguir becas, y nos da mucha satisfacción que en cuanto logra una meta, se propone llegar más lejos. Admiramos su fuerza de voluntad”.

César confiesa que le ha costado aprender el lenguaje de la improvisación, el jazz y otros ritmos en el arpa, porque no existe una escuela; no hay un método.

“Mi carrera la hice como arpista clásico, y ubicamos el arpa en una orquesta sinfónica, en una orquesta de cámara o como solista, pero por qué no en una big band o interpretando salsa, como la trompeta, por ejemplo”.

Por eso, su tesis de maestría fue crear una metodología del proceso que ha vivido, para enseñar a otros colegas a empezar en el lenguaje de la improvisación.

“Como que en el fondo ése es mi objetivo, tratar de ayudar a los arpistas a que salgan y conozcan ese lenguaje, porque yo aprendí de percusionistas, de guitarristas, de pianistas, pero nunca de un arpista”.

Texto y foto: Agencia Reforma

In this article

Join the Conversation