¿Cien días de Cuarta Transformación?

Jorge Camacho Peñaloza

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15 marzo,2019 6:30 am
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Jorge Camacho Peñaloza
 
“En un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza”.
Confucio
Cada quien ve lo que quiere ver, desde la perspectiva de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador hay quienes lo consideran casi casi emperador, con Coliseo y populus, o la mismísima personificación del Estado y del gobierno, a la Luis XIV, el gobierno es él sostienen, o lo ven como la encarnación del pueblo y hay quienes creen que su llegada al gobierno y sus primeros cien días han significado el inicio de una verdadera revolución, y en primera persona López Obrador se compara con Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Francisco I Madero y Lázaro Cárdenas, asumiendo desde ya, contando su historia, como impulsor de la cuarta transformación.
Los padres de la patria tuvieron poderosos enemigos que trataron de impedir la pérdida de sus privilegios con las armas, teniendo que disputar el poder de manera violenta y aún así convocaron, convencieron y triunfaron, una gesta simplemente incomparable. Benito Juárez encabezó un movimiento que construyó el Estado Mexicano como ente de leyes, liberal, federal, republicano y democrático de instituciones, un Estado que no ha podido, ni se podrá, construir dos veces, ningún movimiento podrá abrigarse ese logro también incomparable.
Sobre la Revolución Mexicana es innegable el liderazgo del apóstol de la democracia Francisco I Madero, quien en un momento propuso a Porfirio Díaz ir con él en la fórmula como vicepresidente para la elección de 1910, pero la Revolución fue un violento reclamo del derecho al sufragio efectivo y no reelección que en la historia reciente del país se recuperó en la elección de 2000, cuando inicia un sistema de alternancia en el poder que le permitió a López Obrador participar como candidato Presidencia tres veces como beneficiario de las luchas democráticas pasadas. Y compararse con Lázaro Cárdenas es muy aventurado, habría que ver qué se atreve López Obrador a nacionalizar o repartir como recurso productivo, porque no creo que sea comparable distribuir tierras y nacionalizar el petróleo con entregar becas y pensiones.
Hay quienes ven un nuevo régimen o nueva forma de hacer política, una nueva realidad política como si tuvieran el don de crear o manipular la realidad, y más allá tratándola de imponer. Lejos, muy lejos, todas esas percepciones y narrativas de la realidad, todas no son más que un burdo intento de usar la historia para legitimarse en el poder, aprovecharse de la misma historia que construyó el régimen que dicen haber combatido, para igualmente legitimarse en el poder; la historia al servicio del poder, cuando la historia es un recurso de la cultura, de la identidad de los pueblos, de la nación, no del poder, porque entonces deja de ser historia y se convierte en simple historytelling o narrativa de marketing.
Habremos de decir que a lo mucho se instaló en el gobierno de la República un proyecto político distinto, pero no abarca toda la política, la política no es una sola, sería entonces dictadura, estatizacion de la política, estalinismo, eso que quisieran los adoctrinados en sus lecturas de la editorial Progreso del socialismo soviético, pero no. La política se sigue haciendo igual, con poder, en un marco jurídico, con necesidad de consensos, con adversarios, negociación, resistencias, con pluralidad de convicciones, es decir, con la libertad de tener sus propias ideas y concepciones, intereses y objetivos. No se va a poder imponer una sola forma de entender y ejercer la política y el poder.
En términos de resultados hay que decir que los programas sociales, la participación de las fuerzas federales con la creación de la Guardia Nacional y el combate a la corrupción, ya existía desde antes, no nacieron con el gobierno de López Obrador. La voluntad popular y la soberanía están traducidas en poderes, leyes e instituciones desde antes, de tal modo que podemos decir que en estos primeros cien días de gobierno no hemos visto más que el intento de Andrés Manuel López Obrador de legitimar su ambición de llegar a la presidencia de la República con el uso mercadológico de la historia, con los tradicionales golpes de espectacularidad contra un adversario, en este caso el huachicoleo, y mediante una política de persuasión narrativa mediante sus conferencias mañaneras. Nada nuevo bajo el sol.
Vuela vuela palomita y ve y dile: A Andrés Manuel que por fin en algo coincidimos, yo pienso también que el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos, porque yo conozco a uno que otro que andan como ibidem.
 
 

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