El Acapulco de Carmen Amato, un subgénero entrañable

Federico Vite Primera de dos partes   Acapulco es un cauce narrativo; la muestra de este hecho son las obras de dos narradores estadunidenses, Burt Hirschfeld y Edwin...

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5 abril,2022 4:06 am
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Federico Vite

Primera de dos partes

 

Acapulco es un cauce narrativo; la muestra de este hecho son las obras de dos narradores estadunidenses, Burt Hirschfeld y Edwin Corley. Corley es autor de Acapulco Gold (1972), novela que da cuenta de la riqueza que subyace en un producto para conocedores: la mariguana Acapulco Gold. Este relato aborda la visita de un empresario que pasa un tiempo en Acapulco. Disfruta el paisaje y los deleites naturales del entorno: tragos, alcohol y drogas. Durante ese magnífico periodo decide iniciar una empresa pujante e inusitada: manufacturar cigarrillos de mariguana para exportarlos. Postula pues que la marihuana se legalizará en un futuro cercano y desarrolla entonces coquetas y largas secuencias narrativas en las que se describe la competencia entre agencias de publicidad para obtener la primera campaña de marketing de los cigarillos de mariguana Acapulco Gold.

El otro caso de esta mitología del subgénero es el best-seller Acapulco, de Burt Hirschfeld, publicado en 1971. Hirschfeld, a quien los críticos literarios de su tiempo lo consideraban un maestro de la novela erótica, propone en Acapulco una historia que ahora definiríamos como porno soft. En esta novela el joven productor Paul Foreman visita el puerto para reencontrarse consigo mismo. Conoce a mucha gente y se hace de bastantes amigos. Todos están interesados en el autodescubrimiento del sexo, buscan la redención en el “ejercicio físico vigoroso”, como dicen ahora algunos nocturnos infomerciales televisivos. Acapulco es visto como un puerto ideal para propiciar encuentros carnales, donde el sexo es una actividad preponderante que se acompaña con la buena vida nocturna, el glamour de los incipientes y faraónicos complejos turísticos, y las trepidantes vidas de los nativos; es decir, expone la forma costeña de tocar al mundo. Hay un secuestro, persecuciones violentas y un paisaje fascinante. Conviven turistas y campesinos, hombres de negocios empedernidos y hippies, un mundo donde ricos y pobres se unen para buscar diversión y la encuentran. Foreman arriba al puerto para hacer una película con Shelly Hanes y Harry Bristol. Grace Biondi se puso a trabajar con las tribus primitivas de las montañas. Samantha Moore vivía allí con el esplendor que se desvanecía como resultado de sus días como la reina de Hollywood. Acapulco los une. Deja en ellos una huella indeleble.

Si tomamos en cuenta estos dos elementos, notamos que Acapulco se ve como un paraíso de las drogas, donde puede haber enormes ganancias; y, en especial, se describe al puerto como una espléndida zona para gozar la vida nocturna en un mundo glamuroso que convive con el folclor mexicano. El sincretismo tropical nunca deja de asombrarnos. Ese Acapulco ya no existe, tenemos otra versión del puerto, una menos linda en la que la violencia y los turistas pobres conviven con nativos pobres, todos devastan el ecosistema que los complejos hoteleros no han podido aniquilar. Si nos asomamos un poco más a nuestro presente, tenemos un caldo de cultivo lejano a lo postulado por Hirschfeld y Corley en sus novelas. Padecemos ahora los problemas de agua potable, de educación, los altos índices de violencia y la tremenda influencia de los cárteles en la política y la vida cotidiana. Este otro Acapulco se ha retratado en varios textos de autores del país, justamente puede radiografiarse esta versión tropical de la “bahía más hermosa del mundo” en el Premio Nacional de Cuento Acapulco en su Tinta (cuyo futuro es incierto porque la actual administración estatal ni siquiera lo ha mencionado). Pero muy aparte, siguiendo la tradición de Acapulco como un subgénero, tenemos la proposición narrativa de una escritora italo-americana: Carmen Amato.

Amato escribe en inglés, pero en todo momento enfatiza su ascendencia italiana. Se ha especializado en crear historias y personajes dentro del canon de las narrativas policiales y de misterio. Ella inventa, después de una estancia en el puerto, a la primera detective de la policía de Acapulco, Emilia Cruz. Pero por encima de esa creación, Amato sustenta su conocimiento del hampa gracias los treinta años de experiencia laboral en la CIA (Central Intelligence Agency). Estuvo en México por trabajo. Acapulco no solo llamó su atención debido a la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa sino que el oropel gastado de un puerto como este, fascinante por su belleza y por su crueldad, la cautivó.

Emilia enfrenta a los carteles de México, las desigualdades sociales, el machismo y la corrupción. El libro génesis de Emilia es Made in Acapulco (Estados Unidos, Laurel & Croton, 2013, páginas 108). En este volumen, la autora retoma algunos elementos de la vida cotidiana del puerto. Obviamente son aspectos estilizados, vistos como una serie de hechos que curten y preparan a Cruz para ingresar a su nueva estancia laboral como detective. La saga de Cruz aglutina los siguientes títulos: Cliff Diver, Hat Dance, Diablo Night, Peso King, Pacific Reaper, 43 Missing, Russian Mojito, Narco Noir, Feliz Navidad from Acapulco y The listmaker of Acapulco. Todos escritos entre 2012 y 2020.

En Made in Acapulco, Amato ubica las oficinas de la policía entre Caleta y La Quebrada. Describe algunos bares y discotecas, que Amato llama clubs, en la Condesa y en la avenida Escénica. Se mueve por algunas colonias, como Vista Hermosa, que en el libro se llama Loma Hermosa; y, por supuesto, focaliza varias de las historias en la Costera Miguel Alemán. Es cuidadosa al hablar de la violencia orquestada por la delincuencia organizada. De refilo señala que las huestes del mal, encarnadas en delincuentes hábiles y huidizos, se han apropiado de la avenida principal del puerto. Los nativos conviven con los criminales, usan a los más pobres para trabajos de vigilancia, reclutamiento y logística básica. Amato redacta con claridad y solvencia. Conoce la ciudad que describe. Perfila a sus personajes en el canon de la narrativa policial. A pesar de eso, no bastan los recursos para invocar a la literatura en mayúsculas con este tipo de ejercicios; primeramente, porque el producto está diseñado exclusivamente para vender y, de paso, explota la identidad de los acapulqueños, pero sería estúpido soslayar el hallazgo escritural en este libro, en especial porque mete en las páginas el pulso de una sociedad como la nuestra. “El alma de esta ciudad está siendo devorada por los cárteles y los rateros. Algunos de nosotros queremos salvar lo que nos han dejado”, eso hay en estas páginas, como un gesto de buena voluntad o una intención de sanar al enfermo. Pero detengamos hoy esta disquisición. La semana entrante hablaremos de los cinco cuentos que integran esta curiosa apuesta literaria, donde un personaje –memorable por idealista e inocente, pero entrañable– quiere ir más allá de la retórica, palabras que todos necesitamos escuchar; sobre todo cuando las balaceras, como la del pasado sábado en playa Manzanillo, nos recuerdan la peligrosidad del sitio en el que vivimos. Estamos en la antesala de un subgénero tropical, ni duda cabe.

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