El Partido Revolucionario Institucional. Su historia

Fernando Lasso Echeverría Trigésimo primer artículo   En el artículo anterior, concluimos de hecho el periodo del gobierno de Carlos Salinas de Gortari; sin embargo, no podemos terminar...

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25 agosto,2020 5:21 am
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Fernando Lasso Echeverría

Trigésimo primer artículo

 

En el artículo anterior, concluimos de hecho el periodo del gobierno de Carlos Salinas de Gortari; sin embargo, no podemos terminar la crónica de este sexenio –que fue encabezado por un hombre muy astuto, ambicioso e inteligente, pero sin escrúpulo alguno– sin hablar de las elecciones para gobernador de Tabasco, ganadas oficialmente por Roberto Madrazo Pintado, el candidato del PRI, 10 días antes de la toma de posesión del nuevo presidente, por todas las implicaciones escandalosas que este proceso electoral tuvo, y los problemas políticos que heredó a Zedillo, el sucesor de Salinas.

La instalación de Madrazo en la gubernatura de su estado tuvo desde sus inicios una serie de conflictos y escándalos que lo mantuvieron como un problema de nivel nacional constante, durante los primeros meses de gobierno zedillista, provocando un enfrentamiento entre el gobierno federal instituido y el grupo de élite del PRI. Madrazo, quien era un hombre desarraigado en Tabasco –una de las entidades federativas con mayor crisis social y económica, a pesar de sus riquezas naturales– vivía políticamente prendido de la celebridad de su padre, el extinto líder popular don Carlos Madrazo, y fue elegido candidato por el PRI, gracias al tradicional “dedazo” hecho en este caso por Carlos Salinas el presidente en turno; pero su oponente electoral, un popular tabasqueño llamado Andrés Manuel López Obrador, convirtió este proceso electoral en una verdadera lucha de clases.

Cuando Madrazo es declarado triunfador en estas elecciones, don Andrés Manuel llevó a varias instancias su inconformidad, basada fundamentalmente en el excesivo gasto del PRI para que su candidato ganara, y las graves anomalías que presentaban 499 actas electorales –que formaban parte de las 1750 correspondientes a la elección– ya comprobadas en una revisión de estos documentos hecha por elementos del IFE, resultado que fue publicado en varios periódicos de distribución nacional y en el semanario Proceso, escenario que no influyó para impedir que Madrazo tomara posesión del cargo, el 31 de diciembre de 1994. Después, como actos de protesta, López Obrador ocupó masivamente el Zócalo de la Ciudad de México y organizó bloqueos en los accesos a los pozos petroleros ubicados en Tabasco, pero todo fue inútil, pues los “duros” de PRI, encabezados en ese momento por el profesor Hank González, emparentado con Roberto, porque éste se había casado con la viuda de uno de sus hijos que había muerto poco antes, buceando en el mar de Cancún; la Nomenklatura del Partido, protegió a Madrazo contra “viento y marea”, oponiéndose inclusive a la decisión adversa a Madrazo del presidente Zedillo y de su secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma, mostrando con ello la debilidad política del presidente en turno y la fortaleza del sistema político instituido, en el cual “pintaba” ya, un “sindicato” de gobernadores priistas con mucho peso político, que intentaba mantener bajo presión las decisiones presidenciales y que finalmente dio lugar a la formación de la Conago.

Ernesto Zedillo Ponce de León, el nuevo presidente de la República que sin ser priista, llegó al poder en 1994 cobijado por el PRI, era al igual que sus antecesores inmediatos, un tecnócrata sin identificación con este partido; este dato lo confirmaron muchos analistas políticos: por ejemplo, don Mario Ojeda, en su texto México, antes y después de la alternancia política: un testimonio, asegura que Zedillo nunca fue militante del PRI, lo cual ayudó para que éste, ya como presidente, facilitara el “parto” de la alternancia política en el país, sin embargo, en forma totalmente incongruente y ridícula, después del triunfo de Fox, muchos priistas distinguidos acusaron a Zedillo, de ser el “arquitecto” de la derrota de su partido, y pidieron indignados su expulsión del mismo. Es de imaginarse el caudal de carcajadas que debe haber causado entre el grupo tecnócrata esta torpe petición de los priistas de cepa –engañados por estos “priistas de mentiritas”– para “castigar” al presidente saliente.

¿Usted sabe si don Carlitos o don Neto, se han parado alguna vez en las oficinas del PRI nacional o si han asistido a alguna ceremonia oficial de este partido después de haber sido sus jefes máximos como presidentes? ¡Por supuesto que no!, pues fue notable que Zedillo no tuvo interés de volver a saber nada del PRI y posiblemente ni de México, pues vive y se desarrolla profesionalmente en Estados Unidos en donde ya posee la nacionalidad estadunidense (¡fuera caretas!), y que Salinas, a pesar de que continúa con sus tenebrosas manipulaciones en esta organización política, lo ha hecho en ausencia a través de terceros, y –además– prolongando su relación íntima con la élite panista para seguir haciendo convenios interpartidistas, que obviamente, lo han favorecido a él y a sus cómplices, no a “su” partido, ni a las aguerridas y engañadas bases de éste. De esta manera, Salinas, satisfacía en parte su vieja ilusión de reelegirse como primer mandatario de la Nación. Igualmente, don Carlos sigue siendo más temido que respetado por la clase política, por su poder político y económico y más que nada, por los antecedentes violentos que exhibió durante y al final de su mandato oficial. Las revistas Forbes y Fortune nunca lo han exhibido como uno de los hombres más ricos del planeta, porque una de las políticas de estos magazines, lo es, el de nunca mencionar los capitales o fortunas que poseen los ex funcionarios públicos; de no ser así, estas publicaciones nos confirmarían a todos los mexicanos, el saqueo que seguramente Salinas de Gortari –y muchos otros políticos mexicanos– le han hecho al país, ocupando –Salinas y otros más– uno de los primeros lugares en las relaciones de millonarios mundiales que estas famosas revistas sacan con periodicidad a nivel global.

Por otro lado, Zedillo, el nuevo presidente, no estaba preparado para asumir esta compleja responsabilidad; en provincia era un virtual desconocido para los dirigentes estatales y municipales del partido que lo postulaba; con ello, se convertía en uno de los candidatos más improvisados que el partido oficial había lanzado jamás a una campaña presidencial; y no sólo eso, don Ernesto era un orador tieso, falto de carisma, a quien le costaba trabajo sonreír naturalmente ante las cámaras y con un sentido del humor detestable, que evidenciaba cada vez que hablaba en público; fue nombrado por Córdoba Montoya (y Salinas) candidato de este organismo político, en contra de la opinión de toda la “Nomenklatura” priista –quienes se inclinaban por Fernando Ortiz Arana, presidente del partido en ese momento– situación que le provocó a don Ernesto, grandes desencuentros con los jerarcas de “su” partido durante todo su periodo gubernamental; quizá por esto, Zedillo terminó su gestión, poniendo en juego –en forma abierta o encubierta– todas sus cartas para sacar del poder al PRI, y cumplir así, el compromiso hecho por los poderosos y falsos priistas ubicados en el pináculo del poder durante el salinato, para iniciar la alternancia gubernamental con el PAN en el año 2000, partido que tenía ya una ideología coincidente con el PRI, pues en la práctica, éste ya no era revolucionario sino también neoliberal y antinacionalista; en realidad, ya no eran dos partidos sino uno, en el cual había miembros de un partido con compadrazgos en el otro, y acuerdos para continuar ocupando en sus gabinetes a muchos funcionarios que rolaban de uno priista a uno panista y viceversa, siempre y cuando estuvieran preparados en el extranjero y siguieran los lineamientos tecnocráticos-neoliberales, marcados desde los gobiernos de De la Madrid y Salinas de Gortari; con los acuerdos y convenios hechos en 1988 y 1989, entre el ilegítimo presidente priista de la República y el PAN que lo respaldó, había nacido pues… el PRIAN.

El desempeño de Zedillo como presidente, siguió la misma línea neoliberal de su antecesor, y no podía ser de otra manera, porque ambos eran profesionistas madurados en el exterior, con ideologías económicas ajenas a los intereses e idiosincrasia de nuestro país, y que al ser implantadas en México lograron entregar los recursos de nuestro país y su manejo, a las grandes trasnacionales del mundo y a un pequeño grupo de nacionales privilegiados que formaban su “pandilla”.

La propaganda oficial, decía que don Ernesto, el nuevo candidato del PRI –nacido en el Distrito Federal en 1951, pero criado en Mexicali BC– venía de una familia de clase media baja… que siendo estudiante del Politécnico, se había sumado a las masas estudiantiles, que lucharon contra la tozudez autocrática de Díaz Ordaz en el 68… que por ser un alumno destacado, había logrado estudiar un doctorado en la Universidad de Yale, en Estados Unidos… etcétera, etcétera. Es decir, mediante la mercadotecnia, el gobierno deseaba crearle a su candidato una imagen popular, para que el pueblo despojado y arruinado del país, creyera que Zedillo había sido de los suyos, y que gracias a su capacidad, intelecto y perseverancia se había superado hasta llegar a donde estaba: ser candidato del PRI a la presidencia de la República. Ahora, había que difundir en forma repetitiva este perfil entre la población para que votara por él y lograra alcanzar tan alto puesto. Por lo mismo, que mejor eslogan publicitario podía crearle el aparato oficial, que aquel que aseguraba: “Bienestar para la familia”.

Este lema de campaña, totalmente torcido en sus propósitos en la práctica, se acompañó –al igual que en casos anteriores– de huecas y gastadas frases; compromisos públicos de todo tipo, que el candidato usaba en sus intervenciones durante su campaña, y volvió a repetirlas en su discurso de toma de posesión: “¡yo velaré por la soberanía nacional!”, decía don Ernesto; “¡Combatiremos la pobreza!” y “¡Haremos un gobierno honesto!”, repetía con frecuencia el candidato en su campaña; “¡Quien aspire a amasar riqueza, deberá hacerlo fuera de mi gobierno!”, advertía Zedillo en su toma de posesión, mirando hacia donde estaban los miembros de su gabinete; “¡en el conflicto de Chiapas! ¡No habrá violencia por parte de mi gobierno!”, Afirmaba el candidato; “¡Habrá canasta básica de salud y millones de desayunos escolares!”, prometía al pueblo, el aspirante presidencial; “¡Combatiré el analfabetismo!, y haré un programa de autoayuda para la construcción de 700 mil viviendas por año”, volvía a prometer a la población Zedillo. Que quede claro… “¡No descansaremos hasta que se haya hecho justicia en los asesinatos de Posadas, Colosio, y Ruiz Massieu!”, ofrecía enfáticamente el candidato; “¡no intervendré bajo ninguna forma en las decisiones del PRI!”, aseguraba don Ernesto. Todo incumplido, como se verá más adelante.

Por otro lado, es necesario recordar, que la llegada de Zedillo al máximo cargo político del gobierno mexicano no fue sorprendente sólo para él, sino para toda su familia; se dice que doña Nilda, asustada por los sucesos que llevaron a su esposo a la candidatura, le pedía a don Ernesto que no la aceptara, porque temía que a él también lo mataran. Aquí, habría que puntualizar que si el principal beneficiado con el asesinato de Colosio tuvo conocimiento previo del atentado que se iba a realizar contra el candidato o inclusive, haya estado involucrado en él, obviamente no lo iba a comentar con su esposa, ni con ningún miembro de su familia; otros detalles que revelaron la falta de preparación mental del recién presidente electo para aceptar su nueva condición, lo fueron observar –en el acto de toma de posesión transmitido por cadena nacional televisiva– que al llegar el nuevo presidente al escenario de la toma de protesta, se dirigió equivocadamente al segundo nivel, donde se sentaban los dirigentes del Congreso, lugar del que fue sacado apresuradamente por un oficial del protocolo, quien lo condujo al nivel principal, donde lo esperaba divertido Salinas, el presidente saliente; luego –al finalizar el evento y ya con la banda presidencial en el pecho– Zedillo intenta cederle humildemente el paso a don Carlos, su ex patrón, en el momento de bajar el templete oficial, hecho que éste declinó con una sonrisa y murmurándole le dijo “¡No señor! ahora el presidente es usted”; y es que don Ernesto –quizá por su modesta carrera política– aún con la banda presidencial puesta sobre su persona, todavía no creaba conciencia de su alta investidura y se sentía inferior a quien lo aceptó –a sugerencia de Córdoba Montoya– como su sucesor.

Al comenzar el gobierno de Ernesto Zedillo, había en el ámbito político y en todo el país, un sentimiento de desánimo. Era motivo de gran preocupación para el futuro de México, la turbulencia generada tanto por el conflicto de Chiapas, como por los asesinatos políticos ocurridos en marzo y septiembre de aquel perturbador 1994. Y aunque las elecciones presidenciales del mes de agosto anterior, habían transcurrido sin contratiempos a pesar del clima de inseguridad y temor en el país, ante la posibilidad de nuevos atentados, el triunfo electoral de Zedillo no parecía brindar una absoluta confianza en el futuro inmediato, y en el rostro del nuevo presidente, parecía reflejarse la incertidumbre que invadía a los mexicanos. La cara de don Ernesto, revelaba preocupación profunda, inseguridad y temor.

¿Y cómo no iba a estar preocupado y temeroso el nuevo presidente?, si él sabía que las reservas externas habían descendido paulatinamente desde el asesinato de Colosio, hasta llegar a extremos peligrosos; Zedillo conocía además que la caída no sólo estaba motivada por la crisis política que estaba viviendo el país, sino también por las altas tasas de interés norteamericanas, que estaban llevando a muchos inversionistas a transferir sus depósitos a Estados Unidos, y sabía que no había muchas esperanzas de que su victoria estimulara un regreso de capitales. Don Ernesto también estaba al tanto, que México tenía que pagar a corto plazo los tesobonos que Salinas había emitido para evitar una mayor caída de las reservas y que no había con qué hacerlo.

*Ex presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI AC.

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