El socialismo se hará pedaleando las bicicletas

Octavio Klimek Alcaraz

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23 noviembre,2019 5:27 am
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Octavio Klimek Alcaraz
 
Escribo este texto recordando, que hace 30 años, en los días de octubre y noviembre de 1989, bajo la consigna de “Nosotros somos el pueblo”, los alemanes de la entonces República Democrática Alemana (RDA), salieron a manifestarse de manera pacífica, culminando en la noche del 9 de noviembre con la caída del Muro de Berlín para dar paso al libre tránsito entre Berlín Oriental y Berlín Occidental, así como entre las fronteras de la RDA y la República Federal Alemana. Es, por tanto, una fecha emblemática del proceso que llevó a su fin al llamado socialismo real en Europa del Este.
En esos 30 años han sucedido tantas cosas en el planeta, y no para bien necesariamente: antes no se hablaba con tanta alarma y sentido de urgencia de la extinción de la biodiversidad y el cambio climático en el planeta como el día de hoy. Aunque en la sociedad ya se tenían varias décadas antes de 1989 de advertir con reuniones e informes que se estaban haciendo mal las cosas en lo ambiental, tanto en los países del socialismo real como en los países capitalista o de economía de libre mercado, posterior a la citada caída del Muro de Berlín, en 1992, tres años después, se realiza la Convención de Río de Janeiro de 1992, de donde surge el Convenio de la Diversidad Biológica y la Convención Marco de las Naciones Unidas Sobre el Cambio Climático, y el paradigma del desarrollo sustentable.
El concepto de sustentabilidad es un concepto fundamental, significa la unión futura del desarrollo ecológico, social y económico. Para un servidor sustentabilidad significa calidad de vida para hoy y mañana. La producción y el consumo deben ser organizados de tal forma que las oportunidades de vida de hoy no destruyan las de mañana. Se trata de transformar en sustentable el modelo actual de sociedad. Es importante promover medios de vida sustentables. Sustentables social y ambientalmente: primero, una actividad que provea un ingreso o medios de subsistencia dignos; facilite la integración social y una vida con sentido; y segundo, que conserve el ambiente y, si es posible, lo regenere.
Hoy, hay clara certidumbre de que el crecimiento económico no desemboca necesariamente en un aumento de la calidad de vida. Por el contrario, un crecimiento económico desordenado, desigual, con gran inequidad social, que además de llevarnos también a la emergencia ecológica a nivel global, ha causado que una mínima parte de la población mundial concentre la mayor parte de la riqueza mundial, y al revés, la mayor parte de la población mundial vive en pobreza. Eso ha sido el modelo capitalista: un fracaso para la mayoría de la población mundial.
La crisis ecológica representa en los hechos el fracaso del mercado, de la acumulación de la riqueza sin sentido, el fracaso de aquellos que piensan que un mercado puede autorregularse y autocorregirse, y que todavía actúan como si los ecosistemas fueran ilimitados en su disponibilidad de recursos naturales y con una capacidad de carga a prueba de todo tipo de contaminantes.
Esto, finalmente décadas después, nos ha llevado a la crisis del cambio climático ante los excesos de una sociedad consumista basada en la irracional destrucción de la naturaleza que conocemos, y un enorme pasivo ambiental que se está dejando irresponsablemente a las futuras generaciones en el planeta.
Buena parte de los signos vitales de la Tierra nos muestran que la vida humana que conocemos está en grave riesgo de desaparecer. Los límites ecológicos de la tierra se superan a menudo: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación no sólo ponen en peligro los fundamentos naturales de la vida de nuestras sociedades, sino que también socavan la paz y la posibilidad del desarrollo sustentable. Pero, el debate actual se centra más en soluciones técnico-económicas, sin embargo, es necesario discutir las condiciones políticas para el desarrollo sustentable, que necesariamente pasará por la extinción del modelo capitalista que conocemos. La sociedad exige ya un cambio de dirección y debe tenerse claridad en la dirección que, irónicamente, es la que se decía hace 30 años no sería más opción, que es la socialista, hoy más vigente que nunca.
La razón simple es que la sociedad debe tomar en serio la crisis ecológica del siglo XXI. Hoy, dicha crisis es visible, todos somos verdaderamente vulnerables al cambio climático. Debido a nuestra adicción a los hidrocarburos y no a pedalear las bicicletas de manera metafórica. Aunque claro, la desigualdad hace a los países pobres y su población más pobre, más vulnerable al cambio climático.
Peor aún, la crisis ecológica nos está llevando a una crisis de la democracia, y en un círculo perverso la crisis de la democracia fomenta la crisis ecológica. Las migraciones humanas por causas ecológicas, expresadas por ejemplo en sequías o inundaciones, son una realidad cotidiana. Se requiere entonces una verdadera transformación de la democracia, que permita con éxito enfrentarnos a la crisis ecológica, una democracia socialista y ecológica. El reto es cómo construir esta conexión necesaria entre socialismo y sustentabilidad, construir igualdad y sustentabilidad para todos de manera simultánea. Una sociedad socialista no sustentable no tiene viabilidad. Una sociedad capitalista por principio no puede ser sustentable, como yo la entiendo.
Otro camino, el menos deseable, es el eco-facismo, la dictadura verde, en la lucha por la supervivencia humana en la crisis ecológica del siglo XXI, donde seguramente, como en esas novelas y películas de ficción, la mayoría de la población saldrá derrotada.
La ciencia y los científicos señalan claramente, día a día, que se debe promover un nuevo modelo de desarrollo sustentable, que debe tener en cuenta los límites biofísicos de nuestro planeta. Para ello, se requiere considerar a las políticas ecológicas como un componente fundamental del desarrollo sustentable.
Se trata de la necesidad de actuar con urgencia ante la emergencia ecológica, en especial del cambio climático, insertando el tema en forma horizontal, la dimensión ecológica en todas las políticas públicas.
Una prioridad en el camino hacia una democracia socialista y ecológica es atender prioritariamente en la emergencia ecológica a los tres grandes grupos, que carecen del poder económico y político para hacerse escuchar: los pobres del mundo, las generaciones humanas futuras y los animales sintientes que hoy son perseguidos y atormentados por nosotros los humanos, cuando tiene el derecho a vivir en libertad.
No podemos conformarnos como ciudadanía, hay que exigir más a la clase política. Hay que tener claro que todavía existe una brecha enorme entre la evidencia científica y la respuesta política. La mayoría de los líderes mundiales, por ignorancia, intereses mezquinos o simple estupidez, van atrás de la emergencia ecológica.
Ellos no sólo están legitimados para actuar, sino que también está obligados a preservar los medios de vida de los seres humanos. Se entiende que los problemas ecológicos sistémicos y de largo plazo plantean un gran desafío en la política, ya que las demandas ecológicas a menudo desempeñan un papel subordinado en las decisiones concretas, debido a que se tienen causas estructurales múltiples (económicas, sociales, culturales). Debemos reconocer que las instituciones ambientales aisladas y solas carecen de la capacidad de  ser contrapeso con relación a otras políticas sectoriales. Esa ecuación la debemos cambiar de manera urgente.
Finalizo señalando que nos gustará llegar a decir y afirmar en un muy corto plazo en México, que ser militante socialista y no ser ecologista es una contradicción terrible. Sin embargo, dicha afirmación todavía tomará su tiempo. Esperamos llegar a decir también que el socialismo se hará pedaleando las bicicletas.
 

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