“En los 90 era tabú tener discapacidad”: Toño Patineta

“Yo no culpo a la familia, a final de cuentas quieren sobreproteger de que se burlen, se rían de ti o que no te acepten socialmente, pero todos paradigmas crecieron en mi cabeza, todos esos estigmas me marcaron”, confiesa “Toño Patineta”.
Ciudad de México, 28 de enero de 2019. Un tren le amputó las dos piernas hace 29 años, pero eso no le impide a Toño montar patineta hacia su trabajo, en el Injuve.
A los ocho años, Marco Antonio Bonilla Borbón sufrió una doble amputación al jugar con su hermano en las vías y vagones, que aún pasan por la Alcaldía Miguel Hidalgo.
“Yo no me agarré bien de las escaleras del tren y me caí, y pues el tren me pasó encima.
“Primero por una pierna, luego mi hermano me empezó a jalar y me salvó de que el tren no me pasara a la mitad del cuerpo, pero me pasó en la otra pierna”, recuerda.
Su familia y médicos ya lo daban por muerto y sólo aguardaban la hora de deceso que anotarían en el acta de defunción que ya tenían lista.
Sin embargo, una doctora lo operó, le indujo el coma durante tres meses e inició la recuperación que ahora le permite ir diario al gimnasio, ser independiente, superar discriminación y destacar en el Instituto de la Juventud de la Ciudad de México.
Los cinco años posteriores al accidente fueron de terapia intensiva, injertos y rehabilitación en casa que incluyeron cientos de caídas con las que logró fortalecer sus brazos y moverse de la cama.
Al tiempo que intentaba fortalecerse física y mentalmente, su familia se fracturó, pues sus padres se reprochaban por lo ocurrido y sus hermanos fueron mandados a vivir a Querétaro.
“Yo no culpo a la familia, a final de cuentas quieren sobreproteger de que se burlen, se rían de ti o que no te acepten socialmente, pero todos paradigmas crecieron en mi cabeza, todos esos estigmas me marcaron”, confiesa “Toño Patineta”, como le gusta que le llamen.
Sólo sus peluches lo acompañaban y desde entonces, le transmiten bienestar.
“Eran los 90, era una cuestión de ‘no puedes tener una persona con discapacidad’.
“Era un tabú, era algo marcado en la sociedad y todo el mundo trataba de esconderlo. Muchos de los vecinos pensaban que yo había muerto porque no sabían nada de mí”, dice.
Antes de ir a trabajar al Instituto de la Juventud (Injuve), como coordinador de la brigada conciencia ambiental y conciencia animal, del programa “Jóvenes Impulso”, a Toño le gusta ir al gimnasio.
Antes de habitar en su departamento actual, a los 20 años se independizó y trabajó como perforador en Nezahualcóyotl, hasta que una amiga de su madre, prácticamente, lo obligó a ser beneficiario del Injuve.
Sin embargo, el apoyo de descuento en transporte no le sirvió, pues está habituado a moverse en patineta desde los 15 años, cuando su primo lo animó a dejar la silla de ruedas y así poder jugar futbol, tener novias y amigos.
El accidente, destaca, sólo fue una lección más, sin errores, sólo aprendizaje.
“Si hubiera sido un error, no estuviera aquí, no tuviera un trabajo en el Injuve, no fuera perforador, no tuviera un espacio como éste, no tuviera mis cosas y no tuviera la gente tan encantadora”, comenta.
El camino para Toño dura unos 10 minutos de su casa al Instituto y sortea cristales rotos sobre la banqueta, rampas maltrechas, las vías del tren y vehículos que no siempre lo ven.
Aunque hay quien lo saluda a su paso, hay otras personas que sólo lo observan con curiosidad o asombro, algo que ya no le importa.