Erich Fromm, el vigía

Florencio Salazar   La Historia del Hombre es la historia de las interpretaciones. Todo lo que el ser humano hace o ha hecho es y puede ser interpretado....

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3 junio,2021 5:26 am
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Florencio Salazar

 

La Historia del Hombre es la historia de las interpretaciones. Todo lo que el ser humano hace o ha hecho es y puede ser interpretado. La interpretación puede hacerse por la simple observación, el razonamiento empírico y la investigación científica. Para que las interpretaciones puedan tener sentido, se necesita que su divulgación parta de acontecimientos sobresalientes o de personas reconocidas.

El gregarismo es una condición de nuestra especie y en la vida colectiva, desde la tribal hasta la sociedad contemporánea, la vida en común ha sido posible por la cohesión social. Y esta se funda en valores y símbolos impuestos a través de actos de poder. Es decir, antes y ahora,  se imponen los más fuertes y sus actos se han interpretado de diversas maneras.

La fuerza como adhesivo de la cohesión social ha exigido el liderazgo y la conducción. El liderazgo es la condición de las personas sobresalientes –entre cavernícolas y bárbaros– cuya autoridad proviene de la fuerza bruta; y la conducción, la confianza en el líder que velará por la seguridad del grupo ofreciéndole garantías de supervivencia (Rousseau). Por lo tanto, debemos reconocer que el conflicto es inherente al ser humano y el origen del desarrollo de la humanidad. Desde luego, el conflicto entendido también como necesidad.

¿Por qué la necesidad podemos equipararla al conflicto? Por que sin conflicto no hay necesidad: de sobrevivencia, de satisfacciones básicas, de transportación y vivienda, de salud y conocimiento. Cuando estas necesidades se hacen patentes el conflicto se agudiza. “Que coman pastelillos”, dijo María Antonieta cuando le informaron que los franceses no tenían pan. Este breve episodio explica como la necesidad estalló en el conflicto de la Revolución Francesa.

El estado de naturaleza del hombre se ha superado, pero perviven genes de nuestros lejanísimos antepasados en la parte brutal de la violencia. El ser humano es por naturaleza violento y ha podido tener el control de la violencia mediante dos recursos fundamentales, producto de la sociedad moderna: la cultura y el ejercicio legítimo de la fuerza en el proceso civilizatoria de la humanidad. Cuando el Estado se debilita emergen las fuerzas que lo combaten (fascismo, paramilitarismo, mafias, narcotráfico), y se cultiva el huevo de serpiente, la emergencia primitiva del Hombre.

Erich Fromm en el El miedo a la libertad refiere que “el proceso de individualización consiste en el aumento de la soledad”, atribuyéndolo a que “En la medida que el niño emerge de este mundo se da cuenta de su soledad, de ser una entidad separada de los demás” y encuentra un mundo que es más fuerte y poderoso “en forma abrumadora” en comparación con la propia existencia del individuo, y por ser también amenazador y peligroso “crea un sentimiento de angustia y de impotencia”.

El párrafo de entrada al texto exige un cuidadoso  análisis puesto que es la piedra de toque de la narrativa del psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista, nacido en Alemania en 1900, Erich Fromm.

 

  • La soledad en el proceso de individualización es relativa. Se desconoce cuál es el estudio realizado por Erich Fromm, pues esta afirmación no es sostenible como una verdad universal, como decir que la Tierra es redonda. La individualización es consecuencia de los estamentos sociales. Los campesinos pobres, las tribus existentes, o sea, las organizaciones sociales con rasgos primitivos, no encajan en esta hipótesis. Pero no es el caso de la clase media. Ahí sí hay individualización por el sentido de propiedad, el aislamiento periódico dentro de lo que le pertenece, lo que se debe cuidar y proteger. Al vacío existencial son más propensas las clases económicamente poderosas y algunos sectores de la industria del entretenimiento. Advierto, entonces, que el individualismo al que se refiere Fromm es propio de los creadores e investigadores (pintores, músicos, escritores, poetas, científicos), cuyo libre enclaustramiento es indispensable para su proceso creativo. Qué paradoja que para producir valores culturales (colectivos) deba aislarse el creador (individualización). Es el caso emblemático de Kafka: escogió la soltería para evitar interrupciones en su trabajo de escritor.
  • Asumir que la angustia y la impotencia obedece a la ruptura de los vínculos primarios del niño que se sabe solo, no es una generalidad. No ocurre en América Latina, en donde los niños son objeto de atención hasta desmedida en el núcleo familiar. Los niños suelen ser el centro de atención permanente, por lo cual llegan a desarrollar un ego insufrible. En México, por ejemplo, se han podido superar las recurrentes crisis económicas por el mecanismo solidario de la llamada “familia muégano”. Este tipo de familia es aquella que acoge a los hijos con sus familias, los hijos a los padres, los hermanos a los hermanos, en situaciones de crisis económicas en tanto se componen las cosas. De ahí la frase: “donde comen dos, comen tres”. En Estados Unidos la ruptura ocurre cuando los hijos deben ingresar a universidades y las familias no pueden cubrir las costosas matrículas. Entonces, esos jóvenes deben buscar trabajo y pagarse sus estudios; abandonan el hogar (y los padres terminan en asilos). Quizá estas ideas de Fromm proceden de la angustia generalizada ocurrida en Europa después de la II Guerra, que provocó la disminución de la población. Varios países de Europa han implementado estímulos por cada hijo en el matrimonio. El viejo continente se ha estado convirtiendo en una sociedad de viejos.
  • El Ratón Mickey representa el sentimiento de pequeñez del espectador –dice Fromm– lo que significa el comportamiento abusivo del gato Las alternativas son simples: eres el grandote y abusivo o el pequeño amenazado. Pero en este supuesto Erich Fromm omitió la circunstancia: La casa es el territorio, el gato el vigilante, el ratón el intruso. Pero el intruso siempre hace de las suyas: adjudica culpas al gato, lo burla, lo golpea. Entonces, ¿quién es la víctima? La simpatía que produce el Ratón Mickey tiene que ver con sus características: su imagen es empática, inteligente, atrevido, que se expone con cálculo. La variable podría identificarnos con el ratón por que estamos contra el orden establecido o, por lo menos, somos proclives a evadir o romper las reglas.

Mis razonamientos, como es obvio, son empíricos. No ignoro el avance en la neurología y los descubrimientos del comportamiento de la mente humana de Freud, Adler y Frankl. Me identifico con la Logoterapia por la responsabilidad que reconoce en el individuo para reflexionar sobre la razón de su existencia en las peores condiciones posibles, desde la soledad y el abandono, hasta al horror de los hornos crematorios.

Fromm aborda la libertad como una carga impuesta. La libertad históricamente es relativa. ¿Libertad de qué? ¿libertad por qué? ¿libertad para qué? La libertad absoluta es inexistente. De la misma manera que el derecho de un individuo termina donde empieza el de otro, así se comporta la libertad. Los dos principios esenciales de los Derechos Humanos son los derechos a la vida y a la libertad. Al reo que se fuga –sin incurrir en actos de violencia– no se le puede incrementar la pena, precisamente por que es inherente al Hombre la búsqueda de su libertad.

Los límites de la libertad son de carácter legal, moral y religioso, económicos, políticos, de salud y de nacionalidad. Es afirmativa la naturaleza de la libertad de los individuos en cuanto a la libertad positiva y a la libertad negativa, a las que hay que ver con lente de aumento. El sometimiento a un líder avasallante o las relaciones sádico-masoquistas tienen que ver con las condiciones de desarrollo social y la salud mental. Comparto el tratamiento que a estas “libertades” propone Isaiah Berlin, pues “si puede demostrarse que solo hay una visión del camino correcto de la vida, quienes no la siguen deberían estar obligados a hacerlo.  La libertad positiva (concepto distinto al de Fromm), es el camino de la servidumbre”. (Roger Bartra)

Para Fromm es evidente que –como la describe– la nuestra es la sociedad enajenada:

  • Para no estar solo ni angustiado, el individuo se debe volver autómata con el costo de su personalidad.
  • La educación elimina la espontaneidad y la sustitución de los actos psíquicos originales por emociones, pensamientos y deseos impuestos desde afuera.
  • Se desaprueban las emociones y al someterse el individuo se debilita y su pensamiento “ha resultado empobrecido y achatado”.

Entonces, conviene preguntarnos: “¿Qué es el hombre?”. “Dejamos poco a poco de preguntar ¿quiénes somos? Para buscar otras interrogantes. Nos asaltaba una duda: ¿dónde estamos?”. Y con las ideas Louis Althusser, Michel Foucault y Claudio Lévi-Strauss dieron reversa a “un estructuralismo que llegó a tener acusados tonos antihumanistas”, como refiere  Roger Bartra. (Berlin). Opinión nada menor si tomamos en cuenta lo señalado por Harbert Marcuse en El fin de la utopia:

“El marxismo ha de correr el riesgo de definir la libertad de tal modo que se haga consciente y se reconozca como algo que no existe ni ha existido aún en parte alguna”. Por lo que deben asumir una “oposición libre de toda ilusión, pero libre también de todo derrotismo, el cual por su mera existencia, traiciona las posibilidades de la libertad en beneficio de lo existente”.

Pregunta Fromm: “¿Independencia y libertad son inseparables al aislamiento y miedo? ¿O existe, por el contrario, un estado de libertad positiva (cursivas mías) en el que el individuo vive como yo independiente sin hallarse aislado, sino unido al mundo, a los demás hombres, a la naturaleza?”.

La contestación es positiva, dice Fromm. “El proceso de desarrollo de la libertad no constituye un círculo vicioso, y que el hombre puede hallarse libre sin hallarse solo; crítico, sin henchirse de dudas, independiente, sin dejar de formar parte íntegramente de la humanidad.” Resonante conclusión, sin duda.

Finalmente, Fromm reflexiona sobre los desafíos contemporáneos. No perder ninguna conquista de la democracia moderna y mantener la vigencia de la Declaración de los derechos del hombre. “Ni podemos hacer concesiones con respecto al nuevo principio democrático”, según al cual nadie debe ser abandonado al hambre, al miedo, a la sumisión, a la desocupación y a la indigencia, tampoco a perder “el respeto a sí mismo”.

Erich Fromm, un humanista equipado con los conocimientos sobre el ser, el modo de ser y de la psique, ha empleado en este texto la mayéutica socrática. Sus reflexiones provocadoras arrojan la tarea a cumplir: el ser humano mantendrá su condición humana para salvarse a sí mismo; lo cual no puede tener otro significado que la potenciación de sus valores superiores: la libertad, la justicia y la igualdad. La globalización exige convicciones humanistas, para que –por el riesgo de la inteligencia artificial– se evite la tentación de proyectar más que una sociedad enajenada, una sociedad automatizada. Sería el fin del humanismo.

 

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