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Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Sociedad  

Es hora de quitarle el anonimato a Don Moy, el clavadista estrella de Fun in Acapulco que murió

Barbara Kastelein / Especial para El Sur Primera de dos partes Don Moisés García Flores, uno de los grandes veteranos de La Quebrada, falleció a los 88 años, unos pocos días antes del Día de Muertos de este año. Una pérdida para la comunidad de los mundialmente famosos clavadistas de La Quebrada, y también para … Continúa leyendo Es hora de quitarle el anonimato a Don Moy, el clavadista estrella de Fun in Acapulco que murió

Diciembre 28, 2022

Don Moy juega con sus nietas, Guadalupe y Ana, en su casa en el Acapulco Tradicional, en 2006 Foto: Rodrigo Vázquez, para el proyecto Héroes del Pacífico, de Barbara Kastelein

Barbara Kastelein / Especial para El Sur

Primera de dos partes

Don Moisés García Flores, uno de los grandes veteranos de La Quebrada, falleció a los 88 años, unos pocos días antes del Día de Muertos de este año. Una pérdida para la comunidad de los mundialmente famosos clavadistas de La Quebrada, y también para el puerto de Acapulco.
Con la muerte de don Moy (1935-2022) –como le dicen su familia y todas las generaciones posteriores de clavadistas– desaparece uno de los últimos hilos que conectan el Acapulco contemporáneo con la romántica y sensual época de oro de los años 50 y 60 del siglo pasado.
Don Moy convivió mucho con el Tarzán (Johnny Weissmuller) pero, más que nada, el guapo y serio clavadista ayudó a incrementar las fortunas del puerto, dándole acceso a la fama mundial con su papel en Diversión en Acapulco (Fun in Acapulco, 1963). Era don Moy quien dobló el famoso clavado –supuestamente de Elvis Presley– que brilla como el clímax de la película.
“Don Moy fue uno de los precursores del clavado, y después de esa película, muchos venían a La Quebrada y preguntaban por aquél clavadista que doblo a Elvis”, recuerda la señora Consuelo Balderas, quien fue la secretaria de la Asociación de Clavadistas durante 22 años.
“Elvis en realidad no estuvo aquí; venía un doble de él. Pero de allí fue un boom para los clavadistas”.
Y no sólo para los clavadistas, también para el puerto.
“Acapulco en ese tiempo no era tan promocionado como destino turístico, pero esa película hizo que Acapulco fuera conocido en el mundo”, explica Consuelo.
Estuvo de acuerdo Tony Rullán, cuando le pregunté qué tan importante era Diversión en Acapulco para la fama del puerto:
“En ese momento fue sensacional porque Elvis Presley era el rey,” comenta el empresario turístico, quien llegó a Acapulco en 1967, y es la persona que más ha contribuido a la vida nocturna y la fama del puerto como el gran “destino disco”, con clubes le-gendarios como Tequila A Go Go, Le Jardin, Fantasy, Extra-vaganza, El Privado, Siboney y Palladium.
“Empezó la promoción años después”, agregó Tony.
La película –que se puede ver gratis en Youtube, en 10 partes, como el clavado elegante e impresionante de don Moy en la décima– es una celebración, y una recomendación, de lo que ahora se conoce como Acapulco Tradicional.
La primera escena abre con una toma del hotel Boca Chica (1954) al lado de la playa Caletilla, visto desde el mar, y la película termina con Elvis cantando Guadalajara (¡se equivocaron un poco de ciudad y estado!) en las terrazas del legendario restaurante La Perla, en el espléndido hotel Mirador, cuya construcción empieza en la primera mitad de los años 30.
Muchos han olvidado que la película fue un cambio de juego para la fama internacional de Acapulco, pero, como dice el clavadista Ángel David Castrejón, socio y representante de la asociación, “gracias a esa película se dio a conocer aún más el clavado en todo el mundo y fue un parteaguas para el fomento turístico del puerto. Así Acapulco se volvió el lugar para vacacionar por excelencia en los años 60 y 70”.
Puede ser difícil de creerlo ahora, pero en los años 1960 la gente conocía a México un poco por sus mariachis y tequila pero, después del estreno de Fun in Acapulco, mucho, por sus atrevidos clavadistas de La Quebrada. Si vemos los primeros folletos de promoción turística, y luego los logos e íconos en los transportes, por ejemplo, nos damos cuenta de que se usaba la imagen de una pequeña silueta tirándose de un imponente acantilado (como hoy en día está en la tarjeta del Acabús) no sólo para el puerto, sino para toda la República.
Esto es gracias a Fun in Aca-pulco, la Asociación de Clavadis-tas Profesionales de La quebrada, y a Moisés García Flores.

II

Gustavo Gatica, presidente de la Asociación de Clavadistas Profesionales de La Quebrada, dice que don Moy fue “un ser entrañable, un símbolo precursor de esta gran tradición y espectáculo mundial… un ejemplo de disciplina y gallardía”.
Don Moy nació en el municipio de Chilapa, en la zona centro-este del estado de Guerrero, el 4 de septiembre de 1935. Aunque no era nativo de Acapulco, vivió aquí casi ocho décadas, llegando al puerto en busca de trabajo cuando tenía nada más ocho años, como su padre que, en su pueblo, laboró como mandadero.
“Gente muy humilde, pues,” comenta Eli, la mayor de las dos hijas de don Moy, quien ayudaba a cuidar a su “papito” en sus últimos meses.
En mi tercera y última entrevista con don Moy, dos meses antes de que nos dejara, el ex clavadista habló de su trabajo en el emblemático restaurante La Perla, en el hotel Mirador, donde se inició como mesero a los 15 años. Esto fue sólo un año después de que Teddy Stauffer (llamado Mr. Acapulco) abriera el club nocturno que luego traería a todo Hollywood y al jet-set al puerto.
Como resultado, don Moy conoció a muchas estrellas a lo largo de los años. Así, participaba doblemente en la época de oro de Acapulco, como parte fundadora del famoso espectáculo de La Quebrada y también como un empleado del icónico hotel, imán para el Hollywood de esos días.
Don Moy empezaba a tirarse en La Quebrada incluso antes de que comenzara a trabajar en El Mirador. Su hermano mayor, Manuel, ya era clavadista y me dijo que empezó a tirarse de La Quebrada a los 11 años, y que se atrevió por primera vez a echarse un clavado de la parte alta a los 12.
¿Por qué se unió a los clavadistas, le pregunté?
“Por necesidad”, fue su simple y sencilla respuesta. Cuando don Moy se convirtió en miembro formal de la hermandad un par de años después, no abandonó sus labores en La Perla. Eli me dijo que todavía era recordado con cariño y recibido en el venerable hotel hasta bien entrados los ochenta.
Hizo muchos clavados, me dijo el anciano veterano. “Con antorchas, muchos, y el avión (refiriendo al clavado de cisne, el clásico de La Quebrada)”. Cuando le pregunté si se había lastimado, me respondió, “muchas veces,” incluso hubo varias visitas al hospital.
De sus colegas, mencionó a algunos veteranos de aquellos primeros años (finales de los cuarenta), como al querido viejo Apolinar Chávez, conocido como don Polín, una gran personalidad de la comunidad, pero otro de los varios clavadistas que no ha recibido aún el renombre que merece.
Le pregunté a don Moy acerca del gran promotor y portavoz de la historia de La Quebrada, Raúl García El Chupetas.
Con un talento natural para las relaciones públicas, Chupetas se hizo amigo de celebridades muy famosas, como Frank Sinatra, e inició el Campeonato Internacional de Clavados de Altura, en ese entonces un evento anual, en la década del 60.
Pero don Moy tuvo una reacción un poco fuerte: “¡Era el terror de La Quebrada!”, dijo, con vigor en su voz aflautada. “Quería mandar a todo el mundo. Era un mandamás”.
Reflexioné que, durante décadas, el carismático Raúl El Chupetas García fue el único clavadista conocido por su nombre fuera de Acapulco, mientras los demás veteranos de la segunda generación se quedaron en el anonimato. Se puede entender algunos momentos de rebeldía hacia una persona tan dominante, a pesar del bien que hizo para los clavadistas y para el puerto.
Don Moy parecía tener un carácter opuesto al de Chupetas, al menos a primera vista.
Yo lo conocí en 2006 en su departamento arriba de su tiendita de abarrotes La Guinea. Don Moy era alto y erguido, cabello negro ondulado y espeso, pantalones cortos con piernas fuertes y musculosas y tenis debajo. No sonrió ni una vez.
Cuando le dije el mes pasado a su viuda, doña Lilita, que me sentí tan intimidada por su seriedad que tuve miedo de hablar con él, ella sólo se reía.
“Era serio, pero también era muy sociable. La gente decía que era muy educado, muy platicador y a la misma vez muy correcto.”
Resulta que –con sus dos trabajos en servicios de turismo– don Moy, como muchos clavadistas, desarrolló una mentalidad amplia, un interés en el mundo fuera de Acapulco y fuera de México. Es un talento no muy apreciado en estos hombres valientes del acantilado, pero la verdad es que se vuelven expertos en mostrar calidez y hospitalidad.
“Se trataba mucha gente extranjera, y hablaba bastante inglés. Lo aprendió dentro de su trabajo en El Mirador”, me contó doña Lilita. “Le gustaba ser guía de turismo, allí empezó a practicar el inglés”.
Don Moy viajó con los clavadistas a Canadá y a Venezuela y participó en algunos torneos mundiales de clavados, el último, ya veterano, en 1980.
“Cuando había campeonatos, les gustaba invitar a los participantes de afuera aquí a su casa”, dice su esposa. “‘Haz un mole para traer a los muchachos’, me decía.
“Le gustó mucho siempre su trabajo”, afirmó doña Lilita, y, cuando la pregunté si a ella le daba miedo ver a su esposo arriesgar su vida con los demás clavadistas, respondió: “Cuando lo vi subir la piedra, me dio una seguridad. Tenía una facilidad tremenda”.
Esa rapidez y agilidad trepando a la cima es una de las hazañas por las que los clavadistas son recordados entre su comunidad, y una cualidad que se nota claramente en la escena de don Moy en la película de 1963.
“Era muy responsable. Inclusive me dijo, ‘estaba bravo el mar, y me salió mal el clavado, y por eso fui otra vez, para que me saliera bien’”.
Eli, su hija mayor, me dijo en agosto que estaba “muy orgullosa de tener en casa a uno de los mejores clavadistas, y también porque he tenido el mejor héroe de mi vida”.
Aparte de su esposa doña Lilita (de 86 años) y sus dos hijas, Eli y Araceli, don Moy deja a cuatro nietas y a Ambrosio, su hermano menor por siete años –también clavadista veterano. Igualmente deja muchos recuerdos y el respeto que ganó a lo largo de su vida.
“Moisés era un hombre estricto, con disciplina y con visión para el bienestar del grupo de clavadistas,” señaló Jorge Mónico, socio y ex presidente de la Asociación. “Su ideal era que el clavadista de La Quebrada fuera un modelo de ejemplo a seguir en todo, dentro y fuera de La Quebrada.”
Consuelo se acuerda que don Moy fue también contador, esto en los días cuando muy pocos clavadistas eran profesionistas. Esto le ayudo a él y a su familia cuando tuvo que dejar de tirarse por perder la vista en un ojo.
La ex secretaria estuvo de acuerdo en que don Moy era “muy estricto,” pero también “tenía de buena persona, de nobleza. Cuando llegue allí me ayudó mucho con situaciones difíciles. Una vez yo tuve a mi hija internada en el hospital; tenía asma. Llegué a la oficina y él siempre llegaba temprano. ‘¿Qué hace aquí?’ me dijo, ‘Váyase con su hija. Y tenga dinero, y cualquier cosa me habla, si necesita más’. Un ser humano muy lindo don Moy”.