EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

Amigos, compañeros, aliados y pactos

Juan Angulo Osorio

Marzo 07, 2005

LA TRANSICION

Cuando al entonces gobernador Rubén Figueroa Alcocer un reportero le dijo que la oposición cuestionaba que hubiese formado un gabinete de amigos, respondió: “Qué ¿quieren que gobierne con mis enemigos?”.

Hasta ahora nadie le ha hecho esta pregunta al gobernador electo Zeferino Torreblanca Galindo, pero no es nada mala la respuesta generalizante del cacique nacido en Huitzuco y uno de los grandes perdedores en las históricas elecciones del 6 de febrero pasado.

Claro que en ese pasado que quisiéramos remoto –y muy bien representado ciertamente por don Rubén– los gobernadores lo eran no tanto por la decisión de los ciudadanos, del pueblo, sino del presidente de la República priísta. Y entonces formaban sus gabinetes del mismo modo en que ellos asumían el poder: por simple dedazo, sin considerar aptitudes, conocimientos, perfiles –como se dice ahora en lenguaje tecnocrático–. La lealtad al jefe era todo y lo único. El buen servicio público en beneficio de la sociedad era lo de menos. “Adepto, aunque sea inepto”, es una de las máximas de la política priísta.

Por eso preocupan algunas declaraciones del gobernador electo en las que parece poner por encima de cualquier otra consideración la lealtad con él como persona, y no como representante de un movimiento cívico heterogéneo que vio en el ex alcalde de Acapulco a alguien con las cualidades suficientes para derrotar en las urnas al régimen hegemónico del PRI. “Lo que yo quiero es lealtad, por eso es que no hay mucha prisa en dar el anuncio de un gabinete de lujo, sino un gabinete que responda a su gobernador y que el gobernador dé resultados”, dijo Torreblanca el jueves en Tixtla, durante su segundo y último día de gira de agradecimiento por el triunfo a los que participaron en las tareas electorales de la coalición Guerrero Será Mejor.

A propósito, en ese breve recorrido el tema central de Torreblanca fue la defensa de sus atribuciones para designar a sus colaboradores, su llamado al PRD a transitar de partido de oposición a partido gobernante y su compromiso de no intervenir en la designación del presidente estatal de ese partido ni en la de sus candidatos para las elecciones municipales y legislativas de octubre. Respecto de esto último, dijo reiteradamente: “Que se equivoque el pueblo, y no el gobernador”, dando así por sentado que los candidatos saldrán de elecciones abiertas a la sociedad.

Al defender con denuedo su potestad exclusiva para nombrar y despedir –que dice que ejercerá sin arrogancia– el gobernador electo incurre si no en una imprecisión jurídica, sí en una incorrección política.

Los ciudadanos que votaron libre y entusiastamente por él, que se sobrepusieron a presiones de todo tipo y al peso muerto de una poderosa inercia histórica no querrán un gobernador que solamente llame a colaborar con él a sus amigos, cuando no sus empleados en algunos casos, sino asimismo a sus compañeros, en este caso los dirigentes de los grupos del PRD, empezando por quienes se la jugaron con él desde la precampaña por la candidatura.

Igualmente ha de convocar a los representantes de las formaciones aliadas: los del partido Convergencia de Luis Walton, los perresistas de Heriberto Noriega Cantú, los ex priístas de Carlos Sánchez Barrios, como también a representantes de fuerzas sociales y municipales.

No se trata de cuotas en el sentido de repartir chambas, sino de formar un gobierno que represente al arcoiris de fuerzas que hicieron posible la victoria, y no en cargos meramente simbólicos que, en este caso sí, serían solamente chambitas más o menos grandes.

Se dice que los representantes del perredismo o de los aliados no tienen perfil, no están preparados. Pues menos lo estarán si se les da un trato de menores, si se les confina a cargos de segunda, si se les impide desplegar sus potencialidades en aras de hacer prevalecer criterios premodernos de lealtad a la persona.

Zeferino Torreblanca llegará al cargo con una legitimidad incuestionable. Ningún gran secretario, aunque se lo proponga, tendrá la fuerza suficiente para poner en entredicho esa legitimidad. ¿Por qué entonces la insistencia de Torreblanca en querer gobernar Guerrero como si el estado fuese solamente al Ayuntamiento de Acapulco, pero más grande? ¿No podría ser un mejor gobierno aquel en que el titular de un poder lo ejerciese con colaboradores representativos de los grupos políticos y sociales que hicieron posible la victoria? De todos modos si fallan tiene la facultad constitucional de removerlos.

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Para comentar acerca de los pactos a que se refirió el sábado el alcalde Alberto López Rosas ya casi no queda espacio. Pareciera que el alcalde quiere interpretar así la decisión de Torreblanca de mantener como secretario de Fomento Turístico a Ernesto Rodríguez Escalona.

Pero también puede estar diciendo que más adelante se conocerán otras decisiones del gobernador electo que son, asimismo, resultados de esos pactos que, dijo López Rosas, son necesarios para garantizar la gobernabilidad.

¿Uno de estos pactos –en este caso con el Ejército– será el nombramiento de un general como secretario de Seguridad Pública, como se ha publicado aquí? Paciencia, pide Zeferino Torreblanca a sus compañeros del PRD. No se agiten ni se desesperen. Pero nada ha respondido a las diversas organizaciones de derechos humanos que han cuestionado aquella posibilidad y que recuerdan la recomendación de la ONU de no incluir a los militares en tareas de seguridad pública.

Por otro lado, es ahora que se dice que un gobernador tiene que pactar con todos. Pero entonces eso debió decírselo a sus potenciales electores durante su campaña. Si gano, ratificaré en sus cargos a varios miembros del actual gobierno; nombraré a un militar para la seguridad pública; y los principales puestos de mi gabinete serán ocupados por mis antiguos colaboradores en el Ayuntamiento de Acapulco y otros amigos que me han ayudado en diferentes momentos de mi vida. Las fuerzas políticas que me postularon tendrán cargos menores en el gobierno. Y entonces ya sabrían los ciudadanos a qué atenerse.