EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

El Consejo Estatal Electoral y René Juárez, dos reivindicados de rebote

Juan Angulo Osorio

Marzo 30, 2005

LA TRANSICIÓN

De rebote, la gran diferencia que dieron los electores el pasado 6 de febrero a favor de Zeferino Torreblanca Galindo hizo pasar a un segundo término el comportamiento de actores que durante la campaña fueron más o menos cuestionados por el arcoiris del bloque zeferinista.

Un primer actor que de estar a un paso de la crucifixión pasó a la salvación, fue el Consejo Estatal Electoral. Todavía el sábado 5 de febrero el ahora vocero del gobernador electo Julio Ortega convocó a una conferencia de prensa para decir que no reconocerían los resultados preliminares que emitiera ese organismo al final de la jornada electoral del día siguiente.

La desconfianza hacia la autoridad encargada de organizar las elecciones era general entre los zeferinistas, y estuvo encabezada por el mismo presidente nacional del PRD Leonel Godoy, quien un día sí y otro también arremetía con declaraciones en las que cuestionaba la imparcialidad del organismo presidido por Ceferino Cruz Lagunas.

En el mismo círculo más estrecho de Zeferino Torreblanca se bromeaba con ciudadanos que se acercaban al candidato para decirle que se llamaban igual que él, que eran tocayos. Y se les contestaba: “Pero escribe usted su nombre con la Z de los buenos o con la C de los malos”.

La desconfianza llegó a su nivel máximo luego del lance que enfrentó al Consejo Estatal Electoral con las empresas encuestadoras más reconocidas del país, y que desembocó en la decisión de solamente autorizar para las encuestas de salida a una desconocida firma de la cual lo poco que se sabía era de su vinculación con el presidente nacional del PRI, Roberto Madrazo. La actuación de la empresa Telmark, que se atrevió a difundir al término de la jornada del 6 que Héctor Astudillo aventajaba ¡por un punto y medio! a Zeferino, validó esa desconfianza en el Consejo Estatal Electoral.

Y aunque siempre hubo consejeros –Jesús Hernández Torres y el propio Cruz Lagunas– que insistían en pedir a la coalición Guerrero Será Mejor un voto de confianza, lo cierto es que el organismo, sus miembros –algunos abierta y hasta cínicamente gobiernistas– habrían sido puestos en un brete si la elección se hubiese decidido por una mínima diferencia de 2 a 3 puntos.

Quienes siguieron con marcaje en corto la actuación de los consejeros en los minutos posteriores al cierre de las casillas, recuerdan que después de un lapso de vacilación, por ahí de las 8:30 de la noche las cifras del Programa de Resultados Electorales Preliminares (el famoso PREP) comenzaron a fluir sin interrupción. Como si ya supieran los consejeros que la diferencia en favor de Zeferino Torreblanca no sólo era irreversible sino amplísima. Y varios de ellos respiraron aliviados, aunque hubo dos, tres consejeros que no pudieron ocultar su molestia por lo que estaban viendo.

La franca risa de Cruz Lagunas ante un dicho de Torreblanca en la ceremonia de entrega de la constancia de mayoría al candidato ganador era la demostración del ánimo relajado que le insuflaron los más de 130 mil votos de diferencia a favor de su huésped de ese día. Incluso en ese acto, el presidente nacional Godoy sólo tuvo palabras de reconocimiento al organismo que antes había ubicado entre los villanos que se preparaban a defraudar la voluntad popular.

Otro de estos villanos de ayer que terminó en el campo de los buenos de hoy es René Juárez Cisneros. También el gobernador saliente se vio beneficiado por la sabiduría popular que le concedió a Torreblanca no sólo una ventaja cómoda, sino una diferencia apabullante que no dejara al adversario ni la más remota posibilidad de reaccionar.

Un exceso de cortesía del gobernador electo –que algunos creen que es resultado de un pacto secreto– llevó a éste a declarar, contra todas las denuncias y también evidencias en contrario, que Juárez Cisneros se mantuvo al margen de la elección –es decir, que no apoyó con recursos públicos a su candidato Astudillo–; y, más aún, que “permitió que las cosas se dieran con mayor democracia”.

Con 13 puntos de diferencia ¿qué podría hacer el gobernador si no allanarse a la contundencia de la victoria del candidato opositor?

En el mismo campo zeferinista, esa contundencia impidió que se intentara siquiera una reflexión colectiva sobre el sentido de la votación, y se impuso un silencio desmovilizador.

La reivindicación misma de la figura del gobernador saliente fue parte de una estrategia para una transmisión tranquila del mando. El candidato ganador creyó que este proceso se arriesgaría si hubiese declarado que su triunfo se consiguió no porque el gobernador se mantuvo al margen, sino pese a la injerencia de las diversas dependencias de su gobierno en favor del candidato de la coalición que encabezaba el PRI.

Hoy Zeferino Torreblanca tiene a su favor el llamado bono democrático y el tiempo dirá si la gente que votó por él reconocerá la validez de esa estrategia, o le reprochará que elevara a un nivel de demócrata a quien los electores precisamente castigaron con una montaña de votos.

Y a propósito de los salvados de rebote. La nación saldrá ganando si no procede el desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Pero creo que ayer nuestro próximo gobernador respiró aliviado cuando supo que en la Comisión Instructora hay un diputado titubeante. Porque nada bien recibieron en el viejo ayuntamiento de la Ciudad de México las declaraciones que hizo Zeferino Torreblanca el martes, al término de su visita a Marta Sahagún en Los Pinos.