EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

Gabinete de mucha administración y mucha policía

Juan Angulo Osorio

Marzo 01, 2005

LA TRANSICIÓN

  La primera transmisión de poderes en el estado que se da en santa paz desde 1998, año en que se abrió en el país la etapa de la lucha electoral competitiva, también se debe a la sociedad civil, que sepultó debajo de una montaña de votos al candidato del PRI, y desactivó así cualquier resistencia del bloque dominante al triunfo popular.

El candidato Zeferino Torreblanca no ganó por menos de 2 por ciento de los votos; ni tampoco por una diferencia de 5-6 puntos, como él pronosticó. Ganó por 13 puntos de diferencia, que representan alrededor de 130 mil votos, un margen con el cual los electores guerrerenses mandaron el mensaje de que quieren un cambio verdadero, de fondo, no cosmético.

Sin embargo, en los corrillos de los poderosos circula profusamente la versión de que no es cierto que Zeferino Torreblanca ganó con el voto del pueblo; que su victoria se la debe al apoyo que tuvo del gobernador René Juárez Cisneros; de la líder del SNTE Elba Esther Gordillo; del grupo del obispo Onésimo Cepeda, por el lado del PRI; y del presidente Vicente Fox y de su esposa Marta Sahagún, por el lado del PAN. Que aquella diferencia de 13 puntos no se explica por ninguna ansia de cambio del pueblo ni nada que se le parezca, sino porque el candidato fue apoyado por un segmento de poderosos que le apostó a que todo cambiara para que todo siga igual.

Si no es cierta esta versión, tendríamos entonces que decir –no sé si para seguir cerrando los ojos– que quien será desde hoy nuestro gobernador es un político audaz.

Ha tomado la decisión de no gobernar con el principal partido que lo postuló, al que apenas le da una posición –pues todos saben, –hasta sus compañeros de corriente, que Armando Chavarría no es representativo del PRD–; ni tampoco con los perredistas que se la jugaron desde el principio con él –quienes no aparecen en ninguna de las posiciones dadas a conocer ayer–; ni con los dirigentes sociales o locales que debió haber conocido en sus recorridos para conseguir la candidatura del PRD y luego para ganar la gubernatura.

Zeferino Torreblanca gobernará con sus amigos y con los amigos de sus amigos. Imponiendo contra viento y marea, contra el sentido de la civilización mundial, a un militar para encargarlo de la seguridad pública. No gobernará con sus compañeros de lucha ni con sus aliados, sino con un gabinete que anuncia mucha administración y mucha policía, pero poca política y escaso sentido social, pese al aparentemente poderoso enclave que se le deja a la reconocida ex diputada Gloria Sierra López.

No se ve que sea un gabinete pensado para impulsar la reforma democrática de las instituciones del estado; para acercar a los gobernantes con el pueblo; para propiciar la participación ciudadana en los asuntos públicos, sino todo lo contrario.

Si no estamos en presencia de una gigantesca maniobra para defraudar la voluntad popular, ¿para cuánto tiempo es este gabinete? Si fueron insuficientes los varios meses de precampaña y campaña para que el ex alcalde de Acapulco conociera el estado; se empapara de sus problemas; se identificara con las aspiraciones de sus habitantes, ¿cuánto tiempo más necesita para comprender el sentido del voto de quienes se volcaron a las urnas para ungirlo gobernador, en su inmensa mayoría guerrerenses que viven en la pobreza extrema, en la pobreza a secas y que forman filas en las clases medias empobrecidas?

Claro que también en los grupos privilegiados y en la clase media alta hubo votos para quien será desde hoy el gobernador constitucional del estado, pero éstos forman una muy pequeña minoría.

Es sin embargo esta minoría la que hace amplia mayoría en los puestos clave del gabinete que se dio a conocer anoche.

Ojalá y sea sólo la necesidad del gobernador Torreblanca por rodearse de un equipo que presenta como técnicamente capaz, para el periodo de reorganización de la administración pública. Ojalá no sea un sentido de clase que le impida de plano rodearse de dirigentes políticos y líderes sociales locales que tal vez no tengan los grandes títulos académicos; ni vistan ropas elegantes, pero que estarían en mejores condiciones de entenderse y de comunicarse con el pueblo de Guerrero.

Si es cierto que en el gabinete que ya conocemos se ve que se imponen los prejuicios de la alta clase media acapulqueña, y menos un sentido práctico en busca de resultados a secas, pronto veremos cambios en Guerrero, incluso cambios espectaculares, pero en un sentido contrario a lo que expresaron los guerrerenses en las urnas.

Hubiésemos querido evitar estas notas críticas para dedicarnos de lleno a festejar el comienzo de la era pos PRI.