EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

Insensible, insensible, lo que se dice insensible ¡sí!

Juan Angulo Osorio

Septiembre 09, 2007


“Me llaman insensible porque no hago demagogia”, dijo el gobernador del estado en la sesión del Grupo ACA el 24 de mayo
pasado. Siete palabras que resumen la manera en que se ejerce el principal cargo político del estado.
Si Zeferino Torrreblanca no siente como suyas las desgracias que de cuando en cuando se abaten sobre la gente común de
Guerrero ¿por qué tiene que fingir si no es un demagogo?
El catálogo de la indiferencia clasista del gobernador se acrecienta día tras día, con cada tragedia que afecta a mujeres y hombres
de todas las edades y que no encuentran en la principal autoridad de su estado una palabra de aliento, de ánimo, de
comprensión de su dolor, que también esto cuenta.
“Cada Secretaría sabe lo que tiene que hacer”, respondió este lunes Torreblanca cuando se le preguntó porqué se ausentó del
estado el sábado y domingo, los días críticos para los damnificados de la tormenta tropical Henriette. Como si sólo se tratase de
un trabajo burocrático a cargo de burócratas.
Pero así asume el gobernador de Guerrero su trato con las familias afligidas por alguna pena de origen social u ocasionada por
algún desastre natural. A los que buscan a sus familiares recientemente desaparecidos en Chilpancingo, Iguala, Acapulco y
Zihuatanejo en el contexto de los enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes, el gobernador les responde insinuando que
sus seres queridos estaban involucrados en el negocio de las drogas. Ninguna palabra de comprensión; ningún compromiso al
menos de que se perseguirá y castigará a los culpables. Si se los llevaron es porque andaban en cosas malas. Esa fue la única
respuesta que encontraron esas familias de un gobernador por el que muy seguramente votaron en las elecciones de febrero de
2005. Los familiares están organizados, dan la cara, hacen actividades en la plaza pública. ¿Actuarían de ese modo si supieran
que sus hijos, esposos o hermanos fuesen parte del crimen organizado? Y sus familiares siguen desaparecidos.
A principios de mayo, una crecida del río Jale en Xalpatláhuac y Tlapa dejó una mujer muerta, cinco heridos y 250 damnificados.
Se dirá que fue una tragedia menor. Pero el gobernador visitó en helicóptero municipios vecinos a los mencionados y no tuvo la
ocurrencia de ordenar una pequeña desviación del aparato para visitar a sus paisanos –como los llama cual si se encontrara con
ellos en otro estado o en otro país.
No es un demagogo como los de antes y por eso no va a expresar ninguna congoja. ¿Para qué gastar tiempo en palabras si éstas
no son sinceras?
Entonces, cuando se le preguntó sobre su ausencia dijo que “el único caso lamentable de pérdida humana es el de Xalpatláhuac”,
que se está apoyando a los damnificados “a pesar de lo que se diga” y que este tipo de tragedias se debe “mucho por colocarse
en lugares indebidos donde el agua cobra su propio nivel”.
Pero la pregunta era porqué no se dirigió a las poblaciones afectadas si estaba tan cerca de ellas; a minutos, pues se
transportaba en un helicóptero.
El comportamiento del gobernador el fin de semana superó todos los lances anteriores juntos en los que ha demostrado que no
se comporta como un líder de los guerrerenses, sino como un burócrata que da órdenes a otros para “cumplan” con “apoyar” a
los damnificados.
Por eso molestó a Torreblanca que El Sur le haya preguntado el lunes dónde había estado el fin de semana. Y el gobernador no
tuvo el valor de responder que, muy quitado de la pena, estaba en el Palacio Nacional asistiendo a una ceremonia a la que no
tenía ninguna obligación de asistir. Si algún pretexto tenía para estar en el acto de entrega del informe presidencial al Congreso
de la Unión el sábado 1 de septiembre, ninguno puede esgrimir para justificar su presencia en el faraónico acto que se organizó
el presidente Felipe Calderón un día después, el domingo 2 de septiembre.
El jueves 30, dos días antes del Informe, a pregunta expresa el gobernador respondió que todavía no lo habían invitado pero que
asistiría a “todo lo que sea en el marco de la Constitución y lo que tenga como obligación como Ejecutivo estatal”. ¿En cuál
artículo de la Constitución está la ceremonia del Palacio Nacional? Los siguientes son algunos adjetivos que le endilgaron diversos
comentaristas a ese acto: “monólogo sin réplicas”; “la restauración extemporánea y a domicilio del día del pesidente”; “el milagro
de la resurrección, al día siguiente, del boato que regía en la época dorada del régimen priísta”; “una marcha triunfal con ribetes
imperiales”; “el teatro del autoelogio, que hacían revolotear gozosos los espíritus de López Portillo y Salinas por Palacio
Nacional”. Las anteriores son frases cortesía de Porfirio Muñoz Ledo en su artículo del viernes en El Universal. El propio ex
embajador en la ONU escribió allí lo siguiente: “El espectáculo simulatorio no se produjo como respuesta a las limitantes
impuestas por el Congreso, sino que fue un montaje escenográfico prefabricado para suplantar una ceremonia republicana
mediante la manipulación mediática y el servilismo de los convocados”.
Por su parte, el columnista Miguel Ángel Grandos Chapa escribió aquí el pasado miércoles lo siguiente:
“Calderón… escogió construirse su propio fastuoso escenario en el Palacio Nacional para hacerse aplaudir. No buscaba ofrecer a
sus invitados la oportunidad de hacer calistenia al ponerse de pie (sólo lo hicieron una vez, por lo demás, aparte de las ovaciones
a la entrada y la salida del anfitrión), sino redondear su presunta victoria sobre los adversarios que, según quiso la propaganda
oficial, despojaron de un derecho al Presidente cuando lo que en realidad había ocurrido fue que limaron una excrecencia propia
de una época que creíamos superada… En grado más intenso aún, volvimos a las etapas del autoritarismo priísta en que era
obligado aplaudir al Presidente más que como señal de identificación con sus dichos como adulación sonora, como
reconocimiento a su infinita sabiduría… El montaje palaciego careció de fundamento formal, y sin embargo los convidados
actuaron como si lo tuviera… Calderón fue aplaudido 25 veces a lo largo de los 83 minutos de discurso, es decir una vez cada 3.2
minutos en promedio. Es normal que las aseveraciones presidenciales sean compartidas por un público escogido, en que no cabe
la disidencia ni la oposición.”

*****

A propósito ¿estuvo el gobernador el sábado en San Lázaro, cuando los senadores y diputados del partido que lo postuló
abandonaron el salón de sesiones antes de que llegara el presidente? Porque el nombre de Zeferino Torreblanca no aparece en
ninguna crónica periodística, ni tampoco su fotografía. En cambio, sí se le vio sonriente y aplaudidor en el acto del día siguiente
en el Palacio Nacional, atrás de sus sonrientes colegas de Veracruz y Oaxaca, los gobernadores priístas Fidel Herrera y Ulises
Ruiz. También se le vio platicar al final de la ceremonia con el góber precioso Mario Marín, de Puebla.
Y desde el sábado Torreblanca sabía de la muerte de cinco niños y un padre de familia por los deslaves ocasionados por las
fuertes lluvias que trajo la tormenta tropical Henriette. Y el domingo en Acapulco se vivía la crisis de los damnificados por las
inundaciones en unidades habitacionales construidas en la ribera de la laguna de Tres Palos, zona decretada como habitable
cuando fue alcalde de Acapulco.
Ni un boletín de prensa salió de su oficina de Comunicación Social. Ni una llamada a alguna estación de radio local, ni un mensaje
por la televisión. Nada. Mucho menos su presencia en el lugar de los hechos. Eso es demagogia, dirá. Tomarse la foto con los
damnificados, poner cara de congoja, acariciar la cabeza de alguna anciana o algún niño, escuchar la protesta airada de alguna
vecina, qué güeva. Eso que lo hagan los “politiquillos” y los “politicastros”, calificativos que no se crea que Torreblanca endilga a
quienes lo son, sino solamente a aquellos que no se le subordinan.

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Pero Zeferino está más cerca de lo que cree de esos politiquillos y politicastros a los que acostumbra fustigar. No tuvo tiempo
para venir un sábado a enterarse en el terreno de los estragos de Henriette sobre sus paisanos de Acapulco, pero fue un sábado
cuando se reunió con un grupo de regidores del PRD para acordar la estrategia con la cual quitar el control de la CAPAMA al
municipio, misma que acaba de fructificar con la renuncia del incómodo Miguel Ángel Castro Salas.
Para el gobernador, reunirse en lo oscurito con las fuerzas vivas es hacer alta política, política de la buena, política-política; y de
vez en cuando reunirse con la chusma, pero en actos controlados por su logística y sus numerosos guaruras. Así ocurrió en las
gélidas celebraciones por el Día del Servidor Público en Chilpancingo y Acapulco; así ocurre cuando inaugura calles en el puerto
ante reducidas audiencias. No se ve ninguna espontaneidad por ningún lado. Los empleados públicos festejados reciben con
frialdad las palabras de un gobernador al que le cuesta mucho trabajo expresarse bien. “Un político no es aquel que habla
bonito”, se descubre Torreblanca en un anuncio promocional de su gobierno que se difunde en todas las estaciones de radio.
Pero político que no hable bonito no es político. ¿Cómo entonces, si no habla bonito, va a poder comunicarse con la gente, que
es la obligación principal de un político? ¿Y más todavía de alguien que pregona que hace política de altura?
Sólo a los burócratas, a los administradores se les permite que no hablen bonito, pues sus atributos estarían en ser disciplinados
y eficientes y no en el contacto con la gente.
Si un gobernador no sabe hablar bonito, tiene que aprender esa cualidad. Si la usa para hacer demagogia, ese es otro problema.
Pero yo de todos los líderes que sé o e oído saben hablar bonito; es decir, saben comunicar sus ideas, saben conectar con la
gente.
Ciertamente, la gente que votó por el ahora gobernador no lo hizo porque hablara bonito, sino porque ya no soportaba a los
gobiernos autoritarios, ineficientes y corruptos del PRI. Y porque sabía o había oído que en Acapulco hubo un alcalde que
administró bien el Ayuntamiento y que defendía al municipio de las injerencias del gobernador.
Y ahora, a la vuelta de menos de tres años, los esperanzados electores de entonces ven que las fuerzas a las que representaba el
PRI siguen firmes en enclaves estratégicos del gobierno; que el gobernador no defiende la soberanía del estado frente al poder
central del presidente de la República; que reniega de su condición de administrador y empresario para presentarse como un
político, que digo, como un estadista que quiere “ser el mejor gobernador que haya tenido Guerrero”; y que, por si fuera poco,
¡tampoco habla bonito!
Hace unos días, en un discurso ante un funcionario federal de segundo nivel, con quien mandó saludos al presidente Calderón,
Torreblanca dijo lo siguiente: “Yo como opositor fui duro, yo fui crítico del gobierno, pero hoy que me toca ser gobierno me toca
ser tolerante y respetuoso de la democracia, y aceptar con sinceridad y objetividad lo que piensa la gente”.
¡Pero si se le eligió, entre otras cosas, porque era crítico de los gobiernos priístas! El propio Torreblanca reconociendo que no es
el mismo por el que votó la gente. Que no es lo mismo “estar de este lado del mostrador”, como declaró alguna vez con esa
expresión que le salió muy espontánea. Haciendo honor a esa frase de los políticos cínicos, “politiquilos” y “policitastros” que
dicen que el gobierno es como un violín: se toma con la izquierda y se toca con la derecha.

*****

Félix Murga se suma a otros personajes de la vida pública que han sido asesinados en el sexenio del cambio, casos que no han
sido resueltos a satisfacción de la sociedad. Apenas el miércoles, tres testigos declararon ante el juez que Genaro Vázquez
Durán, el joven detenido por el asesinato del corresponsal de televisa, Amado Ramírez, se encontraba en su casa lavando su
camoneta a la hora de los hechos.
Es una señal ominosa el asesinato de quien peleaba porque le fueran pagados costosísimos terenos en la exclusiva zona del
Acapulco Diamante. Si se confirma que este fue el móvil del homicidio se confirmaría asimismo que la modernidad del
zeferinismo no es tal. ¿Qué de moderno tiene que se asesine para despojar a alguien de su propiedad? ¿No es una historia del
viejo oeste?

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El gobernador parece que sigue un libreto que supone que es el único posible. a) gobernar para los mismos poderosos de
siempre; dejarles el manejo de espacios clave en la administración pública; b) no intentar cambiar lo que no se puede cambiar
(transportes, la Policía Ministerial, el SNTE de Elba Esther, por ejemplo); controlar el partido y las candidaturas; someter al
Congreso y control absoluto de jueces y magistrados; Acapulco es del gobernador (cuál municipio libre); administrar la relación
negocios-política (justicia y gracia para los amigos, el peso de la ley –y del poder ilegal– para los enemigos); incluir en este rubro
de negocios al amparo de la política la relaación con los medios de comunicación (con dinero baila el perro, y sin dinero muerto
el perro se acabó la rabia).
No hay allí ningún guión que apunte hacia transformaciones democráticas; hacia la creación de nuevas instituciones y la apertura
de nuevas prácticas. Es el libreto de los mismos políticos de antes. Buenos para la intriga palaciega, la descalificación de los
adversarios y, llegado el momento, buenos para ejercer la violencia. Los “políticos” y “politicastros” de los que presuntamente se
quiere distinguir el gobernador.