EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

La autopista y la historia

Juan Angulo Osorio

Abril 22, 2005

LA TRANSICIÓN

 

Está claro que no es lo mismo que el gobernador de Guerrero no asista al mitin con Andrés Manuel López Obrador en Acapulco, y sí participe en la marcha del silencio programada para el domingo en la ciudad de México.

El valor político y simbólico es muy diferente, y aunque el gobernador Zeferino Torreblanca precise ahora que tiene programadas reuniones con inversionistas en el Distrito Federal el mismo sábado, su decisión se suma a otras que confirman que no está de acuerdo con la táctica de López Obrador para defenderse de sus poderosos, tramposos y desbocados enemigos.

Hasta ahora el gobernador en este punto se ha comportado como un académico, como un analista de la realidad, y no como un político con responsabilidades ante sus electores. Torreblanca analiza que lo que se comete contra López Obrador es una injusticia, pero en los hechos cuestiona las movilizaciones contra esa injusticia, o las quisiera circunscribir a mensajes “entre líneas”. Torreblanca concluye que sus adversarios cometen torpeza tras torpeza al punto en que están haciendo a López Obrador “el candidato más fuerte a la Presidencia”, y olvida que toda esta ofensiva sin tregua es porque ya tenía esa calidad según todas las encuestas de opinión.

Ha dicho antes que él llamará a votar el 6 de julio de 2006 por López Obrador, pero nada hace ahora por impedir que sus enemigos le conculquen sus derechos políticos.

Porque es claro que el movimiento de solidaridad con el jefe de Gobierno del Distrito Federal tendría una repercusión política mucho mayor, si el gobernador de Guerrero está junto a él en el templete que se instalará en el Zócalo para el mitin de este sábado.

Los poderosos enemigos del político tabasqueño verán en el comportamiento de Zeferino una señal de que van por el camino correcto; que entre más radicalicen sus acciones –porque eso es la farsa de la libertad bajo fianza– más inhibirán la participación en el movimiento de resistencia pacífica de aliados como los representados por el gobernador de Guerrero.

La rápida movilización de la jerarquía de la Iglesia católica para deslindarse del comunicado de los obispos de la Pastoral Social que condenaban el desafuero, es una muestra más de que desde la Presidencia de la República van con todo contra López Obrador.

Por eso sorprende y preocupa la sangre fría con la que el gobernador de Guerrero observa la coyuntura política nacional. Concentrado tal vez en concretar la construcción de la autopista Acapulco-Zihuatanejo, a la que ubica ya como la obra histórica de su gestión, no alcanza a ver la gestación de un conflicto social y político que puede poner en riesgo la estabilidad sin la cual ninguna obra es posible.

¿Los guerrerenses se quedarán cruzados de brazos ante el atentado a las libertades políticas que tanto sacrificio les han costado a cambio de una moderna carretera?

En el fondo lo que estamos observando es a un gobernador que no escucha, que no ve ni oye. Reiteró ayer que no asistirá al mitin del sábado en el puerto, un día después de que supo que en Villahermosa acompañaron a López Obrador unos 70 mil mexicanos. Un día después de la monumental maniobra de la libertad bajo fianza.

Tal vez el hecho de que en la conservadora Guadalajara López Obrador haya reunido a más de 10 mil personas motive al gobernador a suspender sus citas con los inversionistas, y acudir a otra cita para contribuir así con un movimiento que parece que tendrá alcances históricos.