EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

La revolución de las cartulinas

Juan Angulo Osorio

Abril 28, 2005

LA TRANSICIÓN

“El Presidente de México cree en la democracia y ha luchado gran parte de su vida, con millones de ciudadanos, para hacerla realidad en su patria”, así comenzó anoche el presidente Vicente Fox su mensaje a la nación, demostrando que le caló hondo el valiente comportamiento de un joven universitario de Oaxaca que, un día antes, se mantuvo firme frente al presidente de la República portando una cartulina con la leyenda “Fox, traidor a la democracia”.

Cientos de miles de esas cartulinas portaron ciudadanos del Distrito Federal en la multitudinaria Marcha del Silencio del domingo pasado, asimismo con leyendas sencillas, ingeniosas y profundas elaboradas en sus casas en familia, quizá con los amigos, con algún vecino.

La pacífica insurrección ciudadana tuvo anoche una significativa victoria. Y es que el gobierno de Fox ya no tenía para dónde hacerse, a menos que se dispusiera a reprimir a sangre y fuego el descontento popular ante su insistencia en inhabilitar jurídicamente para impedirle competir en las elecciones presidenciales del año próximo al candidato que va adelante en todas las encuestas.

Se trataba ésta de una salida impensable por las características del movimiento que tiene enfrente. No está allí alguna vanguardia aislada acudiendo a métodos desesperados para hacerse notar; tampoco solamente militantes de un partido de izquierda movilizados porque se les quita la oportunidad de llegar al poder presidencial; ni los grupos clientelares y corporativos del PRD reunidos en torno a la consecución de ciertas prerrogativas.

En ese millón de personas que marcharon por Paseo de la Reforma hasta el Zócalo de la capital del país, predominó el ciudadano común. Mexicanos que pagan impuestos, que conocen sus derechos y que están ahora dispuestos a defenderlos. Ciudadanos informados.

La coyuntura internacional tampoco ofrecía posibilidades para una salida violenta contra el conflicto con el jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador. No sólo porque se reprimiría a un movimiento de ciudadanos pacíficos, es decir sin ninguna justificación política y mucho menos ética y moral; sino porque sería una respuesta por la que no apostarían los gobiernos de las naciones desarrolladas, acotados por una opinión pública abiertamente contraria al desafuero del gobernante capitalino, según lo dejaron claro los principales periódicos de Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Francia e Italia.

La movilización igualmente ciudadana que derribó al presidente de Ecuador Lucio Gutiérrez –que, como Fox, llegó con grandes promesas de cambio– y la crisis política en la vecina Nicaragua sin duda se incorporaron al análisis que se habrá hecho en la Presidencia de la República para llegar a las conclusiones y a las decisiones que Fox anunció anoche, como también habrán influido las intervencionistas pero claridosas declaraciones del presidente cubano Fidel Castro.

Si leímos bien el mensaje de Los Pinos, lo que sigue muy probablemente es una salida jurídica que garantice que López Obrador no sólo no sea encarcelado, sino que mantenga intocados sus derechos constitucionales para inscribirse como candidato presidencial.

El mensaje es que comiencen las campañas formalmente ¡ya!, y a otra cosa. A darle la vuelta a la página, como dijo anoche mismo en el noticiero de Joaquín López Dóriga el secretario de Gobernación Snatiago Creel.

De lo perdido lo que aparezca. El proceso de desafuero no hizo más que hacer crecer en las encuestas la figura de López Obrador. Se buscará ahora situarlo solamente como un aspirante presidencial para pelear entonces con un candidato al que, quizá, todavía se le puede vencer, y no contra un mártir, que por definición es invencible.

Como quiera que sea, el mensaje presidencial sin duda contribuirá a despresurizar la convulsa política nacional. Parece un sincero reconocimiento a “la realidad política del país”, a la que se refirió en su mensaje el presidente pare decir que la misma lo obliga a asumir su responsabilidad en el “fortalecimiento de la democracia”. Si esto es cierto, si no hay allí solamente una maniobra para desinflar la protesta, estaríamos entrando a una nueva etapa política en el país impuesta precisamente por la movilización de los ciudadanos.

Lo que sigue entonces no es solamente ver el nombre de López Obrador en las boletas electorales, sino una profunda reforma política y electoral para que las instituciones no sean utilizadas para destruir a los adversarios políticos, para que la política tenga como centro el bienestar de los ciudadanos y para que en las campañas no predomine el derroche de dinero, sino de ideas y propuestas para la grandeza de México. Que así sea.