EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

La salida de Vicario y la pregunta de por quién o por qué perdió el PRI

Juan Angulo Osorio

Febrero 21, 2005

 LA TRANSICION

 

En cualquier democracia electoral, el presidente del partido perdedor y dirigentes que los acompañan renuncian al cargo. Aquí, Héctor Vicario Castrejón se tardó unos cuantos días en insinuar que podría irse. “No he hablado de renunciar”, acotó sin embargo, luego de una declaración destacada como nota principal de El Sol de Acapulco, el sábado.

Antes de que el candidato a gobernador Héctor Astudillo Flores reconociera que los resultados le fueron adversos, Vicario quiso al menos declarativamente impulsar una estrategia de impugnación ante las autoridades electorales.

El lance fue visto rápidamente como inconveniente a más de infructuoso entre los jefes del PRI, pues no podría sostenerse un discurso contestatario ante la contundencia de una derrota por más de 130 mil votos de diferencia. Mantenerse en una actitud rijosa alejaría todavía más al PRI de los ciudadanos a los que tendrá que acudir de nueva cuenta muy pronto, para las elecciones municipales y legislativas de octubre.

Aunque ahora lo matice, asistimos al fin del ciclo del senador como presidente estatal del PRI. No le fue fácil llegar a ese cargo y el modo en que se va siginifica para él una doble derrota: no fue el candidato de su partido, como lo pretendió animosamente; ni el que lo condujo a la victoria en las urnas. Pero no fue ni el único ni el principal causante de la debacle electoral.

Como parte del pacto de Huitzuco del 28 de febrero del año pasado –que ungió a Astudillo, lo disciplinó a él y expulsó a Carlos Sánchez Barrios–, a Vicario le correspondería dirigir al PRI, como parte de la cuota para el figueroísmo; mientras que al aguirrista Manuel Añorve Baños le tocaría ser el coordinador general de la campaña. Según esta repartición, Astudillo sería el favorito del gobernador René Juárez Cisneros.

Distribuidas así las cuotas, pese al acuerdo de los tres principales grupos priístas, en un primer momento desde Casa Guerrero y desde Ometepec se maniobró para mantener a Héctor Apreza por más tiempo en la presidencia del CDE y luego, ya insostenible esta estrategia, renejuaristas y aguirristas buscaron que a Vicario sólo se le nombrara como una especie de delegado especial del PRI, aduciéndose para ello que los estatutos no permitían que fuese designado presidente. Vicario se inconformó entonces, y logró que se hicieran los movimientos necesarios para ser nombrado presidente del PRI con todas las atribuciones.

Ya en la campaña, a Vicario le tocó el papel del chico malo de la película, en el cual compartió créditos con el madracista Víctor Hugo Islas, que le robó cámara en Acapulco. En las reuniones diarias del llamado cuarto de guerra en las que participaba con Añorve, David Guzmán Maldonado y el delegado estatal Víctor Hugo Silva, la palabra del presidente del PRI no era ni con mucho la principal.

Acotado por los delegados plenipotenciarios enviados por el presidente nacional, Roberto Madrazo, y por la geografía del caciquismo priísta que dejaba la Costa Chica para el aguirrismo, Vicario fue en los hechos un presidente de los priístas de la Zona Norte y la Tierra Caliente, regiones del dominio del ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer, de cuyo grupo político es uno de los adelantados.

Y las cuentas que rinde aquí el figueroísmo no son las mejores. Perdió uno de los dos distritos de Taxco, el de Teloloapan y dos de los tres de la Tierra Caliente, lo que ocurre por primera vez desde que comenzó hace 15 años la competencia electoral con el PRD.

Emblemático es el caso de Huitzuco, la cuna de los Figueroa, donde también ganó el candidato opositor Zeferino Torreblanca Galindo.

De modo que Vicario se tendrá que ir. No tuvo que ver en la derrota en Acapulco –dejado a los delegados madracistas– ni en la de los tres distritos de la Costa Chica –donde perdió el otro gran cacique del PRI, el ex gobernador Angel Aguirre. Pero tampoco fue eficaz en los distritos figueroístas.

Si ahora Vicario matiza y parece recular, es porque el grupo figueroísta tampoco quiere dejar el PRI en manos del gobernador saliente René Juárez Cisneros, a quien se le atribuyen responsabilidades en la derrota y a quien se ve detrás de las versiones de que ya se va del cargo.

La declaración de Vicario de que primero tiene que hablar con Madrazo debe verse menos como una muestra de institucionalidad, y más como un mensaje hacia René Juárez de que éste no puede decidir solo qué sigue en el PRI.

En todo caso, parece que está por abrirse una nueva pugna en el priísmo, con Rubén Figueroa por un lado y René Juárez por otro, quien apenas este sábado en el Día del Ejército destacó como uno de los logros de su gestión que no se manchó las manos de sangre, como sí ocurrió con su antecesor Figueroa, señalado por la misma Suprema Corte de Justicia de la Nación como el responsable político de la matanza de Aguas Blancas.

Detrás de este conflicto estarían las dos visiones sobre las principales causas de la debacle electoral del 6 de febrero. Una que pone el énfasis en el hartazgo de los ciudadanos contra las formas premodernas y autoritarias de hacer política de los caciques representados por Figueroa y Vicario. Y otra que la atribuye al decontento de los ciudadanos –incluidos miles de empleados públicos y mandos intermedios– ante los grandes niveles de corrupción que se alcanzaron durante el gobierno de René Juárez Cisneros.

En la balanza final, el Ejecutivo saliente quisiera que se le recordara más como el gobernador que propició las condiciones para una alternancia pacífica en el poder, pero puede que sus adversarios no estén dispuestos a que se lleve todas las palmas.

Quinto Mundo

A propósito, empezando por el jefe del grupo, en el zeferinismo sólo hay buenas caras y mejores declaraciones para el gobernador saliente. Así por ejemplo, Zeferino Torreblanca prefirió pagar el costo político de no comparecer ante los reporteros después de su primera reunión con René Juárez en Casa Guerrero, a indisponer a éste proponiéndole que hiciesen una conferencia de prensa conjunta. Luego, en línea proporcionalmente inversa a la que ha seguido últimamente el alcalde perredista de Acapulco, Alberto López Rosas, el síndico zeferinista Fernando Donoso, culpa a “mandos medios” de la falta de coordinación entre las policías municipal y ministerial, porque el gobernador René Juárez “ha mostrado una actitud de coordinación y respeto”.

¿Y la franca sonrisa de la combativa diputada zeferinista Gloria Sierra desplegada en la fotografía de la primera plana de El Sur finsemanal es sólo una muestra de que lo cortés no quita lo valiente?