EL-SUR

Miércoles 03 de Mayo de 2023

Guerrero, México

Opinión

López Obrador, un mal ejemplo

Juan Angulo Osorio

Abril 11, 2005

LA TRANSICIÓN

La historia que culminó con el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, ya la hemos visto a escala en el estado, en 1984, cuando se le retiró el subsidio a la Universidad Autónoma de Guerrero, acusados los conductores de la institución de abandonar la academia y de dedicarse a apoyar –o incluso a conducir– las luchas populares en el estado.

Pero en el fondo al Estado mexicano le importaba menos el desarrollo académico de los estudiantes, maestros e investigadores de la casa de estudios, que cortar de tajo el proceso de democratización de la enseñanza que se inició allí desde 1972.

Casi 21 años después de aquel ataque artero que dejó sin recursos económicos a la máxima institución de educación de los guerrerenses ¿alguien puede asegurar que la institución que fue obligada a replegarse prepara mejor hoy a sus estudiantes y ofrece mejores condiciones para las labores de docencia, investigación y difusión cultural, que como lo hacía en los tiempos de la Universidad-Pueblo? Ciertamente que se cometieron excesos, que hubo una sobrepolitización de la academia, pero el abandono de la UAG de su papel de conciencia crítica que toda universidad debe jugar tampoco ha traído mejorías en el plano académico. Es más, creo que la estima de la sociedad guerrerense hacia su universidad era mayor en aquellos años, que en estos tiempos de sometimiento de sus autoridades a los gobernadores en turno y a las directrices que se le imponen desde la SEP.

Un caso similar ha ocurrido con López Obrador. El artero ataque en su contra es menos una decisión en el camino de construir un Estado de derecho y más un atentado contra la incipiente democracia electoral.

Lo mismo que en su tiempo se le achacó a la institución Universidad Autónoma de Guerrero se le achaca ahora a la institución Gobierno de la Ciudad de México. Las instituciones deben utilizarse para reproducir el estado de cosas y no para cambiarlo, tal la divisa de los que usufructúan el poder del Estado mexicano, al servicio de empresarios que viven tranquilos y sin nada de vergüenza en medio de la pobreza del 60 por ciento de la población mexicana.

Por eso el odio contra López Obrador. Hubiesen querido que fuese un jefe de Gobierno ocupado solamente en tapar baches, en recoger la basura y en meter a borrachitos a la cárcel. Nunca pudieron digerir sus conferencias de prensa, madrugadoras en el sentido extenso del término. Que criticaba el gran desfalco del Fobaproa; el horario de verano impuesto por los yuppies de la Bolsa de Valores; el fracaso de la política económica. Y, sobre todo, que ha sido un gobernante que no ha tenido empacho en señalar directamente y por su nombre a quienes cree son los responsables de la situación crítica en que se encuentra el país.

Pese a todas las embestidas en su contra, López Obrador se mantenía en el tope de las encuestas como el principal candidato a ganar las elecciones presidenciales de 2006.

¿Han pensado nuestros gobernantes en Guerrero si en esa popularidad tiene algo que ver el lenguaje directo de López Obrador, su valentía, como hasta sus críticos han reconocido al referirse a su discurso en la Cámara de Diputados? Si sólo fuera por sus obras, por los segundos pisos, por la ayuda a los adultos mayores, ¿cómo se explican su popularidad en otros estados, incluido Guerrero?

El alcalde ya dijo que se convertirá en un activista del plan de acción que propuso López Obrador en el Zócalo el jueves pasado. Veremos qué tanto puede hacer, pero por lo pronto comenzó mal en su propósito, pues ayer tuvo la oportunidad de expresar su inconformidad ante el secretario federal de Turismo, el reconocido panista Rodolfo Elizondo –por cierto muy cercano al proceso de desafuero– y no dijo nada. Una palabra, una sola, hubiese tenido una repercusión de medios muy importante en estos momentos para la estrategia de su partido, el PRD.

Y qué decir si esa palabra hubiese sido la del gobernador Zeferino Torreblanca, quien llegó al cargo con el más grande porcentaje de votos logrado por ningún otro candidato del PRD. Pero de aquí tampoco salió nada. Ni en el acto oficial, ni en las declaraciones a los reporteros –en su mayoría de la ciudad de México– que fueron directos en sus preguntas en torno al desafuero.

Tampoco, adelanta el gobernador Torreblanca, tiene necesidad de decir nada al presidente Fox, cuando venga a clausurar el Tianguis Turístico. Ya que está claro que no va a llevar el moñito tricolor, ni ningún pin, ni nada que pueda hacerlo parecer exhibicionista o radical, el gobernador que ha dicho que López Obrador ganará las próximas elecciones de 2006 ¿al menos se tomará la foto con el presidente mostrando un rostro serio?