Los murales de Rivera que censuró mi padre están en México: David Rochefeller

Presenta sus memorias el multimillonario estadunidense

“Si quieren ver los murales de Diego Rivera tienen que ir a México”, afirmó ayer el multimillonario estadunidense David Rockefeller, de casi 90 años, al presentar sus Memorias, en las que habla de su “interés” por América Latina en un capítulo titulado Al sur de la frontera.

“Encuentro el origen de mi implicación personal con América Latina en una romántica segunda luna de miel que Peggy y yo pasamos en México a principios de 1946”, afirma en su libro concluido hace un año David Rockefeller, criado en el seno de una de las familias más poderosas de Estados Unidos.

Por medio de más de 620 páginas, David Rockefeller, nacido en 1915, recorre la historia de su familia, empezando por su abuelo, fundador de la Standard Oil Company, sus padres John y Abby Aldrich, sus cuatro hermanos mayores, su infancia, sus estudios y sus 35 años en el Chase Bank, donde empezó en 1946 como ayudante del director del departamento extranjero y terminó siendo director ejecutivo de esa entidad.

La historia en primera persona contada por David Rockefeller también se refiere a sus relaciones con los gobiernos de su país –quizá la parte del libro que le resultó más difícil, confesó– y con los más conocidos dirigentes mundiales, desde el ex presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, hasta el derrocado presidente iraquí, Saddam Hussein, pasando por el primer ministro israelí Ariel Sharon o el ex dictador chileno Augusto Pinochet.

Interrogado sobre lo ocurrido con los murales que el artista mexicano Diego Rivera pintó en el hall del Rockefeller Center en Nueva York en los años 30, el nieto del imperio petrolífero estadunidense explicó que “cuando los llevó al mural, puso elementos diferentes a los del boceto. Imágenes de Lenin y de otros líderes comunistas, o a mi padre hablando con prostitutas”.

“Mis padres tuvieron que quitar los murales. De hecho, están en México, en Bellas Artes, si quieren verlos tienen que ir a México”, explicó Rockefeller durante una rueda de prensa que inició saludando en castellano, pero que continuó en inglés, con una voz a veces difícilmente audible.

En los años 30, la familia Rockefeller encargó al muralista mexicano un fresco que no gustó y fue destruido.

David Rockefeller respondió a preguntas tan variadas como el precio del petróleo, sus pintores preferidos o la personalidad internacional que mejor impresión le causó, respuesta, esta última que recayó en el ex presidente sudafricano Nelson Mandela, porque tras pasar más de 28 años en la cárcel “salió sin ningún tipo de resentimiento” hacia quienes habían ordenado su encarcelamiento. En el polo opuesto colocó a Adolfo Hitler.

“Fui afortunado, tuve una vida privilegiada que me permitió conocer a líderes mundiales de la segunda mitad del siglo 20”, dijo al ser interrogado sobre los motivos que le impulsaron a escribir sus memorias subtituladas Historia de una vida excepcional.

Considerado uno de los financistas más influyentes de su país, David Rockefeller, comenzó en 1948 a viajar por América Latina, donde prevalecían “los regímenes autoritarios dirigidos por caudillos que permitían la opresión, el despilfarrro y la corrupción”, recuerda en el libro.

El impulso que dio al sector privado estadunidense para que se involucrara en la economía latinoamericana, las décadas “sombrías” de los 60 y 70, y el golpe militar en Chile, son algunos de los momentos que relata en su libro Rockefeller, enviado extraoficial de Washington a misiones diplomáticas de altísimo nivel.

“A pesar del aborrecimiento que siento por los excesos cometidos durante los años de Pinochet, el aspecto económico de la historia es el más constructivo”, dice Rockefeller en sus memorias, las primeras escritas por un miembro de su familia.

Inmerso en el mundo del arte desde niño, su madre fue la fundadora del Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, Rockefeller admitió que “tendría dificultades” para elegir entre un Cezanne, un Picasso o un Matisse porque son los “tres mejores artistas”. Le parece “increíble” que alguien pague 100 millones de dólares por una obra de arte, pero “si la gente tiene recursos” para hacerlo que lo haga, dijo.

“David Rockefeller podía haber tenido una vida fácil y diletante como hijo de una de las mayores fortunas del siglo 20, y sin embargo, eligió la vida complicada e interesante que nos ofrece en sus Memorias”, indicó editorial Planeta al presentar las Memorias, cuya portada ilustra una fotografía de perfil en sepia del autor al mejor estilo Ciudadano Kane.