Registra Acapulco 59.3% de ocupación este martes, informa Turismo estatal

Acapulco registró ayer 59.3 por ciento de ocupación, mientras que el Triángulo del Sol obtuvo 63.7 puntos, cifra que representa una disminución de 8.2 puntos respecto a la misma fecha del año pasadom cuando hubo 71.9 porciento.
La Secretaría de Turismo estatal reportó ayer que Acapulco amaneció con 59.3 por ciento de sus cuartos rentados, mientras que el 29 de marzo de 2015 había 74.2 por ciento de ocupación, lo que representa una reducción de 14.9 puntos entre este año y el anterior.
Para Ixtapa-Zihuatanejo la dependencia estatal reportó 77.1 por ciento, cifra que rebasó el registro del año pasado 10.2 puntos pues ayer alcanzó 66.9.
La dependencia estatal detalló que la zona Dorada de Acapulco mantuvo una ocupación de 68.3 puntos, mientras que el año pasado registró 86.7 por ciento, lo que representa una pérdida de 18.4 puntos.
La zona Diamante amaneció con el 49.1 por ciento, cifra que también representa una reducción de 11 peldaños respecto al año pasado que había un 60.1 por ciento de los cuartos ocupados.
La zona Náutica ayer obtuvo el 28.1 por ciento los cuartos ocupados, en tanto que el año pasado había un 49.1 por ciento de las habitaciones ocupadas en sus hospederías, lo que representó el 21 por ciento de las habitaciones este 2016.
La Policía Federal reportó un ingreso de 10 vehículos por minuto y seis coches de salida a las 6 de la tarde en la caseta de La Venta de la Autopista del Sol, cifra que aumentó sobre los cinco de entrada y 12 rumbo a Chilpancingo ayer a las 8 de la mañana.
Para Taxco, la Sectur reportó 39 puntos de ocupación, mientras que el año pasado tuvo 63.7.

Con sombrillas, bebida y comida se arman visitantes de Querétaro para ahorrar en la playa

“¡Agarra a la niña!”, gritó Ana Pérez Berreta a su hijo Noel Díaz antes de que una enorme ola la envolviera, le diera varias vueltas y luego la sacarla cubierta de arena hasta la orilla de la playa en la Tamarindos. Eran casi las 3 de la tarde.
Ana, su hermana Rita Raquel Pérez Viera, sus hijos Noel Díaz Pérez y Pablo llegaron a playa Tamarindos junto con sus nueras Camila y Joselinne. Llevaban a cuesta sillas, una mesa desarmable y un toldo.
Se instalaron en la última hilera de sombrillas que los miembros de una cooperativa habían dispuesto para los escasos bañistas. Menos de la mitad habían sido ocupadas en esa área, frente al oasis Jordan.
“No ha llegado mucho turismo”, comentó un prestador de servicios turísticos que esperaba desde la zona de palmeras a que las sombrillas y toldos fueran ocupados por los turistas. Sin embargo, después de las 4 de la tarde, apenas logró rentar dos sillas y cuatro toldos de una veintena que ayer instaló en la arena.
Ana Pérez y su esposo Regino Díaz encabezaron la instalación del toldo. Lo desplegaron y colgaron toallas para hacer más sombra; también se cubrían con una sombrilla y usaron la hielera como otro asiento.
No gastaron un solo centavo en la playa pues llevaron comida, frituras, cervezas, refresco un galón de agua y comida en un hermético.
Dijeron ser de Querétaro, ser “huéspedes” de la casa de unos “conocidos” que viven en la colonia Morelos de esta ciudad.
Una vez instalado el toldo para pasar el resto de la tarde en la playa, los visitantes se ayudaron mutuamente para embarrar sus pieles de bloqueador. Aunque, por el color que tenían, se deduce que llevaban varios días bajo el sol.
Los más pequeños del grupo, una niña de 7 y un niño de 6 también recibieron su dosis de bloqueador en aerosol, cuyo disparo generaba una estela blanquecina entre el viento que apenas corría.
Una vez cubierto el protocolo de la indumentaria –playeras, pantalones y zapatos amontonados en una esquina– el campamento quedó a resguardo de una joven pareja, la que formaban Pablo y Joselinne. El resto de la familia fue a nadar.
La más temerosa en entrar al agua, pues las olas comenzaban a crecer, había sido Camila, quien tuvo que ser lanzada por su esposo Noel. Camila era abrazada por su esposo hasta esperar a que una gran ola llegara, a pesar de que la joven mujer pataleaba como negativa por ingresar al agua.
Fueron varios intentos fallidos de Noel por lanzar a su esposa, pues Camila se le escapa de entre los brazos, hasta que una gran ola se acercó hasta sorprender a quienes nadaban en plena rompiente de las olas.
Esa primera ocasionó que trastabillaran los que allí nadaban, pues los adentró un poco más. Se acercó una segunda ola que hizo más fuerte la resaca de la primera ola y chocó contra esta. Tal movimiento provocó que Ana advirtiera que su nieta estaba en riesgo de que fuera arrastrada. Pero ella misma fue arrastrada por la fuerza del mar y la revolcó. Hizo lo mismo una tercera ola que casi le arranca la playera que llevaba puesta, pues logró salir con la prenda enrollada en el cuello.
El mar hizo lo mismo con su hermana y su esposo, quienes desorientados, escaparon de una cuarta ola que estuvo cerca de arrastrarlos por segunda ocasión.
“¡Ay! ¡La ola me arrastró!”, exclamaron primero Rita y después Ana mientras se sacudían la arena del cabello.
Esperaron a que Noel y su esposa aparecieran después de la confusión que les generó el mar, para luego volver a su toldo.
Ana sacó una cerveza de la hielera, su segundo hijo la destapó y le dio un par de largos tragos.
Luego de unos minutos, una familia vecina, contrató a un músico. El llamativo trovador iba vestido de manga larga, llevaba un sombrero de paja y se hacía acompañar de una vieja guitarra. Su repertorio incluyó piezas de José Alfredo Jiménez como Corazón, Paloma y El Rey.
Los Díaz Pérez aprovecharon las piezas más movidas y comenzaron a bailar con la música que habían contratado los miembros de la familia vecina.
Entre los escasos bañistas, se observaban recorridos de marinos y gendarmes, estos últimos a bordo de un vehículo iban y venían de un lado a otro en el amplio claro de playa bajo el sol de primavera.
Los marinos, comentaron que habían encontrado a un niño en un módulo del Asta Bandera cuyos padres reportaron su extravío hasta la hora de comida. La familia del niño de 9 años, originarios de la Ciudad de México se habían instalado en la mañana en playa Tamarindos pero no se percataron de su ausencia sino hasta la hora que le servirían de comer.