Viven de la elaboración manual de tortillas y su venta unas 2 mil mujeres en la capital, calculan

En Chilpancingo hay más de 2 mil mujeres que sobreviven y mantienen a sus familias de la elaboración y venta de tortillas hechas a mano; doña Elvira Castro de 53 años es una de ellas, lleva más de 10 subsistiendo de esta labor, que aprendió de su mamá.
De acuerdo con los empresarios del sector de la Masa y la Tortilla, la capital es la ciudad de Guerrero con más productoras, seguida de Acapulco, con menos de 300.
Las mujeres que se dedican a esta labor no aplican las medidas de salubridad y protección civil, por lo que los empresarios las consideran una competencia desleal.
Elvira Castro sólo terminó la primara, y ya no pudo continuar sus estudios porque significaba un gasto para sus padres, por lo que se dedicó junto con su madre a la venta de tortillas; a los 18 años se casó y su marido la mantuvo.
“Yo deje de hacer tortillas porque mi marido trabajaba para los dos, y pues yo me dediqué a la casa y a mis hijos, y sólo hacía tortillas para nosotros”, relata.
Hace 10 años tuvo que volver a hacer tortillas, porque su marido, quien era albañil, cayó de un primer piso y quedó postrado de por vida en una cama, sin seguridad social, lo que implicó para la familia un gasto para su cirugía y medicamentos.
“Yo sólo estudié la primaria, ya no pude estudiar más, no había suficiente dinero para que me compraran libros y uniforme, sólo un hermano fue el que estudió, yo sólo aprendí a hacer tortillas”, cuenta.
La mirada cansada, manos arrugadas y cabello canoso no reflejan la verdadera edad de doña Elvira, la hacen ver mayor; calcula que trabaja más de 12 horas diarias, entre preparar el maíz, el nixtamal, llevarlo al molino, dar de comer a su familia, cuidar de su marido, abrir su negocio durante nueve horas y regresar a su casa a hacer lo mismo.
En su local, por el que paga mensualmente 2 mil pesos de renta, describió que su día empieza a las 6 de la tarde, después de cerrar su negocio, ya que prepara el maíz que desgranó durante una hora para el nixtamal.
“A las 6 de la tarde ya debo de tener desgranado el maíz para el nixtamal, que es la mezcla del grano con cal en agua, debo dejarlo tres horas y después lo saco”, detalla.
Al día siguiente se levanta a las 5 de la madrugada para ir al molino, donde le cobran 2.50 por cada kilogramo que se muele, generalmente 40 kilogramos, es decir 100 pesos diarios, sólo de la molienda.
“Dependiendo de la época es como puedo comprar el maíz, ahorita ya bajó un poco, porque el costal nos esta costando 400 pesos, y nos alcanza para más o menos tres días”, agregó.
Detalló que, diariamente, del molino que se ubica a medio kilómetro de su casa, le da a su hijo 100 pesos para que lleve las dos cubetas de masa, de 20 kilogramos cada una, al negocio que se ubica en la calle Abasolo, en el Centro de la capital, es decir, un gasto de unos 2 mil 500 pesos mensuales, poco más de lo que paga de renta por el local.
Doña Elvira, abre su negocio poco antes de las 8 de la mañana. Para cocinar las tortillas gasta un tanque de 30 kilos de gas a la semana, que le cuesta 650 pesos; su hija le ayuda, pero también contrata a otra mujer, a la que le paga 100 pesos diarios.
Su hija tampoco continuó sus estudios por la falta de dinero, sólo terminó la primaria, como su mamá.
Doña Elvira calcula que diariamente hacen, entre las tres, unas 500 tortillas, aunque no todas se venden; cuando no se venden todas, termina regalándolas.
“Si me sobra masa, pues no la puedo vender, porque ya ni eso compran, se las regalo a quien tiene animales”, agregó.
La masa es un producto sensible que no aguanta de un día para otro, se aceda y puede provocar enfermedades si se consumen.
“Uno no puede subirle de precio porque simplemente no me compra la gente, se va y ya no regresa”, lamenta. En la misma cuadra hay tres mujeres más que hacen tortillas al mismo precio que ella, 50 centavos.