Datos sobre pobreza en Guerrero revelan el fracaso de programas sociales: Tlachinollan

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

Los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) que indican que en Guerrero el 66.4% de la población está en situación de pobreza y el 25.5 por ciento en pobreza extrema, se reflejan en el incremento de la migración en los últimos años en la Montaña y muestran que los programas sociales no han dado los resultados como se quisiera, declaró el director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, Abel Barrera Hernández.
Dijo que por la falta de ingresos se ha incrementado mucho el número de familias que emigran a los campos agrícolas; “se ha jornalerizado mas la vida comunitaria porque la gente de las comunidades no encuentran una actividad económica que les permita sobrevivir durante todo el año en sus”, explicó el defensor de derechos humanos.
Afirmó que lo que producen no les alcanza porque en esa región, la mayoría son pequeños agricultores que no rebasan los tres cuartos de hectáreas para sembrar maíz, y cosechan 300 o 400 kilos, lo que es insuficiente para una familia de seis o siete miembros.
Además, explicó que no solamente tienen que consumir maíz y frijol, sino que tienen que consumir otros productos, por lo menos arroz, o algo de chile “y para eso tienen que acceder al mercado, pero los precios de la canasta básica se han duplicado y ya no les alcanza para comprar otros alimentos”, dijo.
Añadió que por ello, “necesariamente”, casi todas las familias se concierten en jornaleras porque ya no pueden completar sus gastos estando en sus comunidades.
Dijo que, sobre todo, porque ahora hay una nueva generación de matrimonios jóvenes que ya no tienen tierra para sembrar, y no aspiran a tener parcelas para sembrar dentro de su comunidad y únicamente les queda emigrar como jornaleros.

Jóvenes familias emigran a Nueva York

“Regularmente los jóvenes están buscando como conseguir 200 mil pesos para emigrar a Nueva York”, dijo el director de Tlachinollan, quien da acompañamiento a las comunidades indígenas de la Montaña.
Agregó que hay más de 15 mil jóvenes hombres y mujeres que están trabajando en Nueva York, o Nueva Jersey ya sea en el campo o en la ciudad como meseros o cocineros en los restaurantes “y son los que mandan regularmente cinco mil pesos al mes y ayudan a sostener a sus familias para la compra de medicinas, alimentos, ropa y gastos varios que tienen sus mamás y papas”.
Dijo que esto pasa porque los programas federales no están resolviendo el problema de la pobreza y que el que más les apoya es el de Sembrando Vida pero no todos están inclusos en ese programa porque necesitan ciertos requisitos, uno de ellos el número de hectáreas que deben tener para reforestar.
Explicó que en tanto que los programas más pequeños, como el de apoyo a la producción no rebasa los dos mil pesos al mes, tampoco son la panacea como se ha querido ver.
“Esto da pie a que aparezcan estas estadísticas (del Coneval) que muestran la radiografía y que indican que la pobreza no ha podido ser abatida como se quisiera”, que, más bien, la gente en la Montaña prefiere irse como jornaleros
Detalló que es la causa del incremento, pues Tlachinollan ha registrado hasta 22 mil personas que emigran cada año, cuando antes la cifra era de 10 mil, lo que indica que las cifras se han duplicado.
En verdad, en la Montaña los programas sociales no están siendo un espacio para encontrar mejores condiciones de vida, “al contrario, están convirtiendo un territorio donde la gente está siendo expulsada por falta de opciones productivas”.
Añadió que los programas federales a muchas familias no les llegan en la Montaña porque no están registradas, debido a que seis meses del año están fuera de su tierra y no los encuentran para incluirlos a las listas de beneficiarios.

La inflación diluye apoyos

Además, insistió que los resultados (de los programas sociales) son insuficientes, porque así como llega el apoyo para adultos mayores, por ejemplo, las medicinas, el huevo y todos los productos de la canasta básica se encarecen, “es decir, a pesar de que llega el apoyo, la gente sigue teniendo un déficit de sus ingresos, no les alcanza, porque se han duplicado los precios de la canasta básica”, por ejemplo, agregó que ahora el precio del huevo es ya inalcanzable para algunas familias.
Igual los precios de las medicinas “están incontrolables, diariamente suben, y lo que reciben los adultos mayores, por ejemplo, solo les alcanza para comprar su medicina, porque nadie les garantiza medicina gratuita, aquí, en la Montaña, el gran negocio de estos programas son para los consultaros médicos y las cadenas de farmacias porque la verdad son los que mejor venden, además de las tiendas Chedraui, ahí se va todo el dinero y no le alcanza para la gente”.
Detalló que al recibir los recursos de los programas, la gente ya no produce ni comercializa, “se conforman con el subsidio que les dan, pero este no le alcanza, es insuficiente porque todos los precios están caros y esto hace que el circulo de la pobreza siga reproduciendo más familias pobres y los hijos tengan que necesariamente buscar opciones y estas son, o la migración jornalera o la migración internacional.
“La gente está resolviendo el problema económico vía migración y son pocas gentes que dicen que con lo que llega de su pensión de adulto mayor, les alcanza siempre y cuando sea uno solo, “pero si tienes a la esposa o hijos, eso no alcanza”.
Insistió que ese es el problema, y que a pesar de que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho que se han incrementado los apoyos para los adultos, “hay una carrera con los precios y están ganando estos porque subieron el doble lo que hace que sean insuficientes los ingresos que llegan vía subsidios gubernamentales.
“Los programas sociales se han presentado como una panacea, pero en los hechos, para las familias no están siendo una solución al problema de la pobreza”.
Indicó que la prueba esta en las miles de familias que se van de jornaleras o de migrantes a Estados Unidos, y no dicen: “mejor me quedo a recibir el programa, porque saben que no les alcanza y mejor se van porque allá por lo menos les pagan un poquito más.

Quienes se quedan, sólo esperan remesas

Explicó que las familias que se quedan son las que de algún modo tienen asegurado el apoyo que les mandan sus hijos o familiares de Estados Unidos; “las que de algún modo tienen la remesa segura que son cinco o seis mil pesos que les llega mensualmente, con lo que más o menos la pasan”.
Agregó que otros que se quedan son los que trabajan como maestros, o los que tienen tienditas producto de los apoyos de la migración, o que tienen huertas de café e ingresos complementarios, “pero no estamos hablando de que viven desahogadamente, sino que apenas cruzan la raya de la sobrevivencia”.
Siguió: “Después de eso no hay más, porque el bosque o los bienes naturales son comunales y cuando llegan a vender madera, no pueden hacerlo individual, sino con las autoridades agrarias, que son las que hacen estas operaciones”.
Con respecto a los caminos artesanales, dijo que tampoco son una opción y hay quienes dicen que 200 pesos que les pagan al día no les resuelve el problema de la canasta básica, y que lo hacen más por compromiso comunitario, para tener un camino, pero no porque sea una opción para tener un ingreso adecuado.
Agregó que otro problema que vino a complicar la situación económica fue la disminución del precio de la amapola, que antes era un ingreso más pero ahora que ya no tiene precio, vino a generar una mayor crisis en los ingresos locales.

 

Pide limosna para hacerse las hemodiálisis que necesita, relata un vecino de la capital

El vecino de la colonia San Lucas, Rogelio Salgado Sánchez pidió a la presidenta del DIF Guerrero, Mercedes Calvo Elizundia y al gobernador Héctor Astudillo Flores una clínica para hemodiálisis en el estado para atender a personas de bajos recursos económicos que padecen de problemas renales.
En conferencia de prensa en el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP), Rogelio Salgado portaba una pancarta en mano que la que se leía, “Estoy quedando ciego, ayúdame a pagar mi hemodiálisis, gracias, Dios te bendiga”.
Comentó que para su hemodiálisis y la compra de medicamentos gasta más de mil 800 pesos en clínicas particulares, y que en el estado no hay un programa para apoyar a las personas de bajos recursos para atender su enfermedad.
Informó que pide limosna en el centro de la capital para recabar fondos para su atención médica, además de que en la entidad no hay una clínica especialmente para atender este problema y que la financie el gobierno estatal, “las personas como yo, enfermas, nos atendemos en hospitales particulares y nos sale caro el tratamiento”.
Detalló que la hemodiálisis se la hace cada tres o cuatro días, y en cada sesión gasta mil 200 pesos, y para la compra de medicamentos gasta 600 pesos que en total es de mil 800 pesos, “es mucho dinero y no me alcanza, lo que hago es que pido limosna o me ayudan amigos para que me atiendan”.

 

Complican la falta de lluvias y la canícula la economía de agricultores en la Montaña

Magdalena García llegó a vivir a Tlapa hace 12 años con la esperanza de encontrar un trabajo que le permitiera obtener ingresos para apoyar a su familia, que vive de la siembra de temporal y uno que otro empleo eventual.
De origen nahua, hablaba muy poco el español y con el tiempo aprendió a comprenderlo.
En su comunidad terminó la primaria, en Tlapa se empleó como trabajadora doméstica, mesera y cocinera en fondas, donde le pagaban poco y trabajaba mucho.
Hace unos cinco años se juntó y su pareja se fue a Estados Unidos, aunque eso no ha cambiado del todo su situación económica, ante el alza de la canasta básica y las leyes migratorias del gobierno de Donald Trump.
Además, se mudó a la comunidad de La Providencia, en este mismo municipio, a unos 40 minutos de recorrido desde el Centro de la cabecera municipal, y para llegar ahí hay que trasladarse en “pasajeras”, camionetas tipo estaquitas del servicio público, o en taxis, aunque el costo aumenta. En el recorrido rumbo a su comunidad, la milpa de los sembradíos se ve marchita.
Este año emprendió el negocio de venta de tortillas hechas a mano, contó que es lo que sabe hacer, pues en su comunidad desde muy pequeña tuvo que aprenderlo como parte de sus actividades “de ser mujer”, hacer las tortillas, llevar el almuerzo e irse a la milpa.
Ahora, se levanta a las 4 de la mañana para que le dé tiempo de lavar el nixtamal para después molerlo en el molino, sacar la masa y comenzar a hacer las tortillas para que a las 8 de la mañana ya estén listas, calentitas para los vecinos que se convirtieron en sus principales consumidores.
Contó que a veces le va bien y al día llega a vender hasta 400 pesos, pero otras ocasiones sólo vende 200, y con eso se apoya para los gastos de la escuela de su hijo Manuel y su hija Carmelita, que ya están estudiando la primaria y los gastos de útiles escolares, uniformes y cooperaciones aumentan, a lo que se suman los gastos comunitarios por el uso del agua, y las fiestas religiosas y agrícolas.
Ella compra el maíz en costales; comenta que antes venía a su comunidad un señor de otro poblado a surtirle, pero hace como un mes que le dijo que ya no había maíz porque los campesinos ya no quiere venderlo ante la falta de lluvia, temen que llegue a escasear y algunos ya subieron su precio; antes lo encontrabas a 8 y 9 pesos ahora en el mercado está a 11.
Dijo que por ello decidió dejar de vender tortillas, “me sale más caro ir a buscar el maíz, pagar el traslado del mercado a mi pueblo, luego cocer el nixtamal, hacer la masa y luego las tortillas, ahí gasto la luz, el gas que cada vez sube”, se quejó.
Mencionó que el domingo pasado encontró maíz a 10 pesos, pero ahora mejor lo va a tener para su consumo ante la falta de lluvia y que su milpa se está secando, “dicen que puede subir hasta 15 pesos el litro y que la tortilla de mano también”, dijo preocupada.

Doble pérdida

Contó que, como parte de la venta de tortillas este año decidió sembrar maíz para ir solventando su negocio y al menos ahorrarse una parte para ya no comprar y aprovechar para comer elotes, sembrar calabaza, ejote y hasta cacahuate.
Sembrar este año, cuando pensaba mejorar sus ingresos, no le ha salido como quería ante la sequía en la canícula, que inició en 18 de julio y terminará el 23 de agosto, según datos de Protección Civil.
Para sembrar, rentó una parcela en el anexo Las Huertas, de la comunidad de La Soledad, lo que le costó mil pesos, donde sembró siete litros de maíz blanco y amarrillo, del cual compró la semilla especial que le costó 100 pesos.
Ahí mismo sembró semilla de calabaza, con un costo de 50 pesos; semilla de cacahuate en 150 pesos; y semilla de frijol para tener ejote; con los frutos de estos cultivos pensaban recuperar su inversión.
Sin embargo, a falta de lluvia sus cultivos se han secado, la mitad de maíz amarillos desapareció de los surcos, sólo los hoyos quedaron, y en alguna parte un hilillo queda como si fuera zacate, todo amarillo, que indica que ahí hubo algo.
Ni la semilla de calabaza, ni la de frijol y el cacahuate han germinado, “creo que ya se secaron, eso ya se perdió, en la milpa tengo esperanza porque algunas ahí están, pequeñas, amarillas, con las hojas agachadas, pero ahí están, les falta un poco de agua, se alienta”.
A esos gastos de siembra les invirtió en abono granulado, a 200 pesos el bulto, y en la primera aplicación ya ocupó tres, es decir 600 pesos; ella, al no tener parcela propia no es beneficiaria de ningún apoyo del campo que da el municipio o el gobierno estatal o federal.
A eso le sumó el pago de salarios de seis peones que le cobraron de 150 a 200 pesos, según el trabajo, “los que iban picoteando 200, y 150 los que echaban la semilla… Creo que ya me gasté más de lo que iba a sacar”, dice.
Magdalena no pierde la esperanza, “parece que van a caer unas gotas”, dice mientras recorre su parcela, “no me doy por vencida, si llueve voy a volver a sembrar el maíz que ya se secó”.

 

No consentir la compra de voto ni presión para dárselo a alguien, pide el arzobispo a ciudadanos

El arzobispo Leopoldo González González convocó a no consentir la compra del voto ni la presión para dárselo a alguien, y expuso que es momento de discernir qué candidato luchará contra la pobreza, la desigualdad, la inseguridad, la violencia y la fragmentación social.
Convocó a que los conflictos los resuelvan las instituciones encargadas, y no sean ocasión de enfrentamientos y agresiones.
González González viajará a Roma esta semana para recibir, el 29 de junio, del papa Francisco el Palio arzobispal, que es una especie de estola blanca circular que se lleva sobre los hombros, y lo usan el Papa y los obispos que tienen a su cuidado una provincia eclesiástica como la de Acapulco.
En el comunicado dominical de la Arquidiócesis de Acapulco, el arzobispo convocó a que “nadie consienta que le compren su voto o lo presionen a hacerlo en una determinada línea. Esto acaba con la democracia. Nuestro voto es completamente libre para ayudar a esta libertad y responsabilidad, el voto se emite en secreto”.
Pidió a los ciudadanos que lleguen a las casillas sabiendo por quién van a votar, y para eso en los días que faltan les pide que reflexionen y haga un juicio acerca de la confiabilidad, transparencia y firmeza de cada candidato.
“Es momento de discernir quiénes nos dan la seguridad de que, con sentido de justicia, lucharán contra la pobreza, la desigualdad, la inseguridad, la violencia y la fragmentación social. Nos hemos dado una idea acerca de sus capacidades para administrar o para legislar”, indicó.
González González convocó a reflexionar en el México que se desea construir para tener una vida acorde con la propia dignidad humana, derechos a la vida, al matrimonio y a la familia, a la libertad religiosa fincada en valores éticos y morales que salvaguarden el bien propio y ajeno. “Dentro de ocho días habrá que ir a las urnas y mediante el voto expresar lo que cada uno juzga lo más conveniente”.

Marginación, olvido y violencia, la vida de una mujer nahua de 78 años en Ayotzinapa, Tlapa

 

Doña Francisca tiene 78 años, unos 50 los vivió en el ir y venir de su comunidad a los campos de cultivos del norte del país como jornalera, para mantener a sus hijos, desde que se casó a los 13 años.
Sentada en una piedra, afuera de su casa de adobe y lámina en la comunidad nahua de Ayotzinapa, del municipio de Tlapa, doña Francisca Modesto Ortiz contó que no sabe leer, no fue a la escuela porque tuvo que ayudar a su mamá en los quehaceres de su casa, por ser la mayor de cinco hermanos.
Ella se casó a los 13 años, pasó cinco recibiendo golpes de su marido, y agresiones verbales de la familia porque no se podía embarazar, “no era mujer y tenían que curarla”.
Después de ese tiempo, tuvo a su primera hija, parto que coincidió con el nacimiento de uno de sus hermanos y la muerte de su mamá, de quien no pudo despedirse.
Desde entonces empezó a salir como jornalera al corte de pepino, chile, tomate y jitomate, entre otras verduras, a Morelos, Sonora, Sinaloa y Baja California, con su esposo, para que les alcanzara para mantener a sus hijos.
En ese recorrido por el país como jornalera enviudó mientras trabajaban en Morelos, no supo las causas de la muerte de Agustín de la Cruz, su marido, lo que si recuerda es que andaba bebiendo y la dejó muy joven, porque apenas tenían cinco hijos, y que recogió su cuerpo para sepultarlo en Ayotzinapa.
Siguió alquilando su mano de obra como jornalera al responder los llamados de los mayordomos o enganchadores oriundos de su comunidad, donde no hay trabajo, la agricultura es de temporal y para subsistir unos meses.
Es una comunidad de muy alta marginación, con mil 693 habitantes, donde más del 70 por ciento es analfabeta y sin educación básica terminada; su casa no tiene drenaje, agua potable ni electricidad.
Otra actividad que tenía la comunidad era la venta de leña, pero los árboles de encino y pino se sobrexplotaron y ahora las montañas están erosionadas.
La manufactura de sombreros de palma en greña, que los acaparadores compran en la localidad, es parte del ingreso adicional de estas familias desde hace décadas. Hoy les pagan a 5 pesos cada sombrero, a 60 pesos la docena, compran el ciento de palma a 65 pesos y hacen uno o dos sombreros al día.
Otra actividad que les permite tener ingresos es la siembra del maíz, “a los que se van, cuando vuelven, nosotros les vendemos maíz o lo intercambiamos con los que ellos traen”, dijo.
Doña Francisca dijo que en los últimos 10 años dejó de trabajar como jornalera; porque acordó con su hija, Aurelia de la Cruz Modesto, que se quedaría a cuidar a sus nietos, porque su marido la dejó por otra mujer y el único trabajo que puede hacer es el de jornalera.
Sin embargo, eso no duro mucho tiempo, porque su hija Aurelia fue asesinada en el camino al poblado; la gente dice que el asesino es su ex pareja, por lo que la abogada Neil Arias Vitinio, del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, exigió que su caso se considerara feminicidio.
No recuerda cuántos años han pasado, tres o cuatro, sólo sabe que le quedó la responsabilidad de cuidar a dos nietos: Agustina y Martín Francisco, quien era un bebé el día que mataron a su mamá y terminó en su espalda, amarrado en su rebozo, lleno de sangre y mojado por la lluvia de esa mañana.
Recuerda que su hija salió a buscar crías de cerdos al poblado de Tlatlauquitepec, municipio de Atlixtac, para vender la carne en un negocio que habían emprendido para dejar de salir como jornaleras; les estaba funcionado, pero eso se acabó la mañana del martes, cuando le avisaron de su muerte.
Tras el feminicidio, la falta de dinero y con la responsabilidad de dos nietos y sus 78 años, doña Francisca intentó regresar a los campos como jornalera, pero esta vez se topó con que ya no recibían a los adultos mayores, “nomás con que te vean tres pelos blancos en la cabeza, ya no te reciben”, se queja.
Cuenta que los mayordomos le dijeron que las empresas no quieren contratar a personas mayores porque ya no rinden.
Ahora la única opción que le queda es sembrar maíz en su tierra, alquilarse como trabajadora y tejer sombreros para sostener a Agustina, que cursa el cuarto grado de primaria, y a Francisco, que está en preescolar, con la resignación de que su nieta repita la historia de ella y su hija, casarse antes de los 15 años y ser jornalera, hasta que envejezca.

 

Viven de la elaboración manual de tortillas y su venta unas 2 mil mujeres en la capital, calculan

En Chilpancingo hay más de 2 mil mujeres que sobreviven y mantienen a sus familias de la elaboración y venta de tortillas hechas a mano; doña Elvira Castro de 53 años es una de ellas, lleva más de 10 subsistiendo de esta labor, que aprendió de su mamá.
De acuerdo con los empresarios del sector de la Masa y la Tortilla, la capital es la ciudad de Guerrero con más productoras, seguida de Acapulco, con menos de 300.
Las mujeres que se dedican a esta labor no aplican las medidas de salubridad y protección civil, por lo que los empresarios las consideran una competencia desleal.
Elvira Castro sólo terminó la primara, y ya no pudo continuar sus estudios porque significaba un gasto para sus padres, por lo que se dedicó junto con su madre a la venta de tortillas; a los 18 años se casó y su marido la mantuvo.
“Yo deje de hacer tortillas porque mi marido trabajaba para los dos, y pues yo me dediqué a la casa y a mis hijos, y sólo hacía tortillas para nosotros”, relata.
Hace 10 años tuvo que volver a hacer tortillas, porque su marido, quien era albañil, cayó de un primer piso y quedó postrado de por vida en una cama, sin seguridad social, lo que implicó para la familia un gasto para su cirugía y medicamentos.
“Yo sólo estudié la primaria, ya no pude estudiar más, no había suficiente dinero para que me compraran libros y uniforme, sólo un hermano fue el que estudió, yo sólo aprendí a hacer tortillas”, cuenta.
La mirada cansada, manos arrugadas y cabello canoso no reflejan la verdadera edad de doña Elvira, la hacen ver mayor; calcula que trabaja más de 12 horas diarias, entre preparar el maíz, el nixtamal, llevarlo al molino, dar de comer a su familia, cuidar de su marido, abrir su negocio durante nueve horas y regresar a su casa a hacer lo mismo.
En su local, por el que paga mensualmente 2 mil pesos de renta, describió que su día empieza a las 6 de la tarde, después de cerrar su negocio, ya que prepara el maíz que desgranó durante una hora para el nixtamal.
“A las 6 de la tarde ya debo de tener desgranado el maíz para el nixtamal, que es la mezcla del grano con cal en agua, debo dejarlo tres horas y después lo saco”, detalla.
Al día siguiente se levanta a las 5 de la madrugada para ir al molino, donde le cobran 2.50 por cada kilogramo que se muele, generalmente 40 kilogramos, es decir 100 pesos diarios, sólo de la molienda.
“Dependiendo de la época es como puedo comprar el maíz, ahorita ya bajó un poco, porque el costal nos esta costando 400 pesos, y nos alcanza para más o menos tres días”, agregó.
Detalló que, diariamente, del molino que se ubica a medio kilómetro de su casa, le da a su hijo 100 pesos para que lleve las dos cubetas de masa, de 20 kilogramos cada una, al negocio que se ubica en la calle Abasolo, en el Centro de la capital, es decir, un gasto de unos 2 mil 500 pesos mensuales, poco más de lo que paga de renta por el local.
Doña Elvira, abre su negocio poco antes de las 8 de la mañana. Para cocinar las tortillas gasta un tanque de 30 kilos de gas a la semana, que le cuesta 650 pesos; su hija le ayuda, pero también contrata a otra mujer, a la que le paga 100 pesos diarios.
Su hija tampoco continuó sus estudios por la falta de dinero, sólo terminó la primaria, como su mamá.
Doña Elvira calcula que diariamente hacen, entre las tres, unas 500 tortillas, aunque no todas se venden; cuando no se venden todas, termina regalándolas.
“Si me sobra masa, pues no la puedo vender, porque ya ni eso compran, se las regalo a quien tiene animales”, agregó.
La masa es un producto sensible que no aguanta de un día para otro, se aceda y puede provocar enfermedades si se consumen.
“Uno no puede subirle de precio porque simplemente no me compra la gente, se va y ya no regresa”, lamenta. En la misma cuadra hay tres mujeres más que hacen tortillas al mismo precio que ella, 50 centavos.

 

Mantienen civiles armados un retén en la carretera y amenaza con irrumpir en Quetzalcoatlán, denuncian

 

Entre el temor a la violencia, la extrema pobreza, la escasez de alimentos y el abandono de las autoridades estatales y municipales, sobreviven 16 de un total de las 43 familias que vivían en Quetzalcoatlán de las Palmas, municipio de Zitlala, antes del 6 de enero de 2016 cuando civiles armados de Tlaltempanapa, irrumpieron en este pueblo y mataron a seis vecinos.
A más de dos años de la tragedia los 62 habitantes que aún viven en Quetzalcoatlán, entre niños adultos y adultos mayores, siguen sufriendo la embestida del grupo criminal, amparado en la impunidad y la complicidad de las autoridades que no han investigado los asesinatos ni detenido a los responsables, se quejaron los vecinos, quienes recibieron ayer la visita de defensores del Centro Regional de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón (Centro Morelos).
A pesar de las condiciones de riesgo y la miseria en que viven los vecinos decidieron ayer que no van a abandonar su comunidad, como lo proponen las autoridades municipales como una alternativa a la grave situación en que se encuentran, en vez de garantizarles la seguridad, los servicios y una vida digna.
Uno de los vecinos del pueblo, Salomón Lara Tlatempa denunció que las 62 personas que aún viven en Quetzalcoatlán, de un total de 295 que eran antes de la irrupción del grupo de sicarios, todavía no reciben los apoyos que les prometió el gobierno como condición para que regresaran después de su desplazamiento a Zitlala debido a la violencia en enero de 2016.
Las autoridades tampoco han cumplido totalmente las medidas de protección que prometieron. Los pobladores son resguardados sólo por siete policías a bordo de una patrulla y apenas el 24 de marzo recibieron la más reciente amenaza de sus vecinos de Tlaltempanapa, les exigieron que saquen de su pueblo a la Policía Estatal “o vamos a ir a sacarlos a todos ustedes con todo y policías”.
Enviaron la amenaza al comisario a través de su esposa a quien retuvieron junto a 12 señoras que habían ido a la cabecera municipal, en el retén que mantienen los civiles armados en la carretera a la salida de Tlaltempanapa, en donde siguen actuando a pesar de las denuncias en su contra por asesinatos y desapariciones de personas que se han dado al pasar por ese pueblo.
Las familias (la mayoría no hablan ni entienden el español) mediante Salomón Lara Tlatempa a quien a partir del 2016 ya le mataron a dos hermanos, un hijo y a un compadre, demandaron a las autoridades estatales y municipales la ayuda prometida, seguridad y que les amplíen las medidas cautelares.
Los vecinos de este pueblo ubicado a unas 2 horas de Zitlala en vehículo y a 3 de la capital tomando la Autopista del Sol para dar vuelta en la caseta de Paso Morelos y entrar por el municipio de Copalillo, para evitar toparse con el grupo criminal que controla Tlaltempanapa, viven en la zozobra.
El 6 de enero de 2016 civiles armados de Tlaltempanapa que ahora se hacen llamar Comunitarios por la Paz y la Justicia, que según organizaciones no gubernamentales defensoras de derechos humanos están vinculados con el grupo criminal Los Ardillos, irrumpieron en Quetzalcoatlán y mataron a seis vecinos. A partir de entonces todas las familias salieron desplazadas hacia Zitlala, la cabecera municipal.
El 12 de marzo regresaron con la promesa de los gobiernos del estado y municipal de que les arreglarían su sistema de agua entubada y que cada mes les entregarían despensas a cada una de las familias. Sin embargo a dos años sólo una vez acudió el alcalde priista Roberto Zapoteco Castro a distribuirles despensas y no ha regresado, y la red de agua tampoco ha sido reparada. Los vecinos tienen que traerla por sus propios medios mediante mangueras de un manantial que se encuentra a unos 10 kilómetros en la parte alta de la comunidad.
Para Salomón las condiciones de pobreza y carencia de víveres y alimentos sería lo de menos si vivieran en paz, pero no ha sido así. Las agresiones y las amenazas han sido frecuentes.
Después de la irrupción del 6 de enero de 2016, el 12 de julio del 2017 los integrantes del mismo grupo atacaron a Salomón y a su compadre Benigno Marabel Tlatempa, cuando esperaban en Zitlala a los policías estatales que los llevarían de regreso a Quetzalcoatlán. Ese día murió Benigno y Salomón resultó herido de tres balazos.
Ayer contó que quienes les dispararon primero quisieron estar seguros que eran de Quetzalcoatlán, y supone que contaron con la complicidad de los policías estatales que supuestamente los resguardaban.
Dijo que los policías los llevaron a él y a Benigno a un lugar de Zitlala y les dijeron que allí los esperaran, pero antes de que regresaran llegaron dos vecinos de Tlaltempanapa en una camioneta vieja que atravesaron en la calle.
Del vehículo bajó uno de ellos y le preguntó a Benigno que de donde era y éste le contestó que de Quetzalcoatlán, entonces le pidió una identificación, en seguida le preguntó también a Salomón y a otros dos de Zitlala que estaban cerca de ellos.
Cuando los sicarios comprobaron que ellos dos eran de Quetzalcoatlán les dispararon y mataron a Benigno, y a Salomón lo dejaron herido de tres disparos, uno en la frente en donde aún tiene alojada la ojiva y le ha provocado la pérdida de vista del ojo derecho, otro disparo lo recibió en el antebrazo derecho y un rozón en la costilla derecha.
Igual que la masacre del 6 de enero del 2016, el asesinato de Benigno y las heridas causadas a Salomón no han sido investigados y los integrantes del grupo criminal siguen actuando en la impunidad, e impidiéndoles el paso por Tlaltempanapa.
El 24 de marzo pasado un grupo de 12 mujeres fueron citadas a una reunión de Prospera en la cabecera municipal. Su traslado fue en una camioneta manejada por un chofer que les proporcionó el presidente municipal Zapoteco Castro.
Algunas de las mujeres aprovecharon el viaje para llevar a sus hijos a vacunar y otras a vender sus productos.
Contra la voluntad del grupo de mujeres, el chofer tomó la carretera que pasa por Tlaltempanapa, en donde las mujeres fueron retenidas por el grupo de hombres armados. Ellas le habían pedido que le diera por otra ruta.

La amenaza

Ayer la esposa del comisario municipal declaró a condición de que no se publicara su nombre que ese día no tuvieron problemas cuando de Quetzalcoatlán se dirigían a Zitlala, pero que de regreso el grupo de civiles armados las retuvo a la salida de Tlaltempanapa en donde mantienen el retén.
Con la ayuda de una traductora del Centro Morelos la indígena nahua contó que uno de los hombres armados les preguntó que quien iba al frente del grupo, y que algunas de las mujeres le contestaron que iba la esposa del comisario, quien al ser identificada fue obligada a bajar de la camioneta y la separaron del grupo.
Denunció que mientras algunos le apuntaron con sus armas uno le dijo: “No vuelvan a pasar por este camino. Tú sabes que quien no respeta esta orden le puede pasar lo que sucedió hace dos años”.
Después en tono conciliador le pidió que llevara un recado al pueblo de Quetzalcoatlán, que les dijera que corrieran a los policías que resguardan el pueblo, porque para ellos es “incómodo” que los policías estén pasando constantemente cuando tienen que hacer sus relevos, y que cuando la gente de Tlaltempanapa tiene que ir a Tlalcozotitlán, municipio de Copalillo, seguido están encontrando a los policías que resguardan Quetzalcoatlán de las Palmas.
Enseguida le advirtieron que si no los corrían los van a ir a sacar con todo y policías, “van a tener que salir todos parejo”, amenazaron.
En cambio le aseguraron que si los sacaban “las cosas van a volver ser como antes, todo lo que ya pasó va a quedar en el olvido, vamos a empezar a convivir otra vez como antes”.
Dijo que incluso le dijeron que gestionarían proyectos para beneficio de ambos pueblos.
Al llegar a su pueblo la mujer dio el “recado” a su esposo, el comisario municipal y a su tío, Salomón Lara Tlatempa.
Ambos convocaron a una reunión a los pocos vecinos que quedan en el pueblo (16 familias) y a pesar de las amenaza decidieron quedarse y no pedir el retiro de la Policía Estatal que se encuentra allí desde el 12 de marzo de 2016, cuando regresaron a su comunidad tras haber estado refugiados tres meses en la cabecera municipal por la masacre del 6 de enero de ese año.
Lara Tlatempa declaró que no existen garantías de que si se va la policía ya no van a ser agredidos por el grupo armado de Tlaltempanapa.
A partir de entonces pidieron a través de la Comisión Estatal de Defensa de los Derechos Humanos (Coddehum) que se amplíen las medidas cautelares, que se incremente el número de elementos policiacos y que se obligue al chofer que los traslada a Zitlala cuando tienen que ir a hacer sus gestiones para que tome otra ruta; que bien puede ser por la ruta de la comunidad de La Esperanza o por Copalillo para que ya no pasen por Tlaltempanapa en donde se encuentra el grupo armado.
Sin embargo dijo que solamente aumentaron de 4 a 7 policías estatales y que el chofer les ha dicho que no puede darle por otra ruta porque él es “pariente y compadre” de algunos del grupo de Tlaltempanapa y que eso es garantía de que no les harán nada.
Lara Tlatempa, informó que el presidente municipal Roberto Zapoteco les ha propuesto que abandonen el pueblo y que va a reubicarlos, pero que decidieron quedarse en su pueblo porque no saben trabajar en otra cosa, explicó que aquí teje la palma y en la temporada de lluvia siembran maíz, frijol y calabazas.
“Nosotros no sabemos trabajar de chofer, de albañil, de peón, no sabemos hacer otra cosa, y tampoco tenemos a donde ir, aquí nos vamos a quedar”, dijo resuelto Salomón a quien en la irrupción del 6 de enero del 2016 le mataron a dos hermanos y a su hijo. El 12 de julio le mataron en Zitlala a su compadre, Benigno Marabel Tlatempa.
Mientras tanto el ambiente en Quetzalcoatlan es de desolación, la mayoría de las casas están abandonadas y ruinosas, las pocas familias que se quedaron en la comunidad se concentraron en las casas del centro del pueblo y son vigiladas por siete policías estatales a bordo de una patrulla, pero a pesar de su presencia es evidente el temor de nuevos ataques de parte del grupo armado que controla Tlaltempanapa.
Además los pobladores sufren la escasez de alimentos debido a que no se pueden trasladar con frecuencia a Zitlala o a Copalillo para surtirse de víveres por temor a ser atacados en el camino.
Salomón explicó que aprovechan cuando los policías vienen a la cabecera municipal o a la capital para encargarles chiles, cebollas y jitomates, “lo que no nos falta aquí es la tortilla, gracias a Dios siempre tenemos maicito”, dijo.

 

Invirtió 436 millones en programa alimentario este año, dice la Sagadegro

El Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (Pesa), que pertenece a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Rural (Sagadegro), invirtió este año 436 millones de pesos en 71 de los 81 municipios de Guerrero calificados como de extrema pobreza por el Consejo Nacional de Evolución de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
Para 2017, el presupuesto se redujo en un 10.48 por ciento en comparación con 2016, ya que el gobierno federal distribuyó en el estado 486 millones de pesos en más de mil 357 comunidades incluidas en el programa.
De acuerdo con la medición de la pobreza que hizo el Coneval en 2016, en Guerrero había 2 millones 315 mil personas pobres, mientras que en situación de pobreza extrema había 825.2.
El subsecretario de Desarrollo Rural Sustentable, Salomón Sánchez Rosas detalló que en el estado son atendidas mil 375 localidades en extrema pobreza, a las que se les destinaron 436 millones de pesos para proyectos
Este programa consta de dos etapas, una de producción de alimentos en traspatios (agrícolas o pecuarios), milpa y obras para captación de agua a nivel comunitario.
La segunda etapa es la generación de ingresos mediante proyectos, como invernaderos, frutales, producción orgánica o turismo rural, dependiendo de la madurez y dependiendo del perfil se puede incluir proyectos de ahorro.
Las dos etapas, por el momento, se aplican de manera separada, pero en realidad son parte de un proceso, ya que inicia con el productor autosuficiente hasta lograr su consolidación como agricultor comercial.
Tras este proceso, explicó Sánchez Rosas, la Sagadegro, se queda al pendiente de que cada proyecto se apruebe en asambleas comunales para determinar a quién beneficiará.
Dijo que cada uno de los proyectos tarda en consolidarse al menos cuatro años, tiempo durante el que reciben la asesoría, esperando beneficios directos para la familia y después para la comunidad.
El 95% de los proyectos logra mantenerse, dice

Se le preguntó al funcionario sobre la efectividad y desarrollo de los proyectos iniciados por familias de escasos recursos, a lo que respondió que el 95 por ciento de los presentados logran mantenerse.
Se le insistió sobre cuáles de los 71 municipios en pobreza extrema han salido adelante a través del programa, pero dijo que desconocía cuántos y en qué porcentaje se avanzaba.
Tampoco supo precisar los 10 municipios que no están considerados dentro del sector de extrema pobreza, pero advirtió que Acapulco, a pesar de ser el principal recaudador de dinero en el estado, se registra pobreza extrema.
Durante la entrevista en su despacho Sánchez Rosas señaló que a pesar de no manejar dinero en efectivo, ya que todo es depositado a través de las tarjetas electrónicas que son entregadas a los beneficiarios, algunos trabajadores que acuden a comunidades violentas, siguen algunos protocolos de seguridad como avisar a los productores para que los acompañen o a las autoridades municipales para ser escoltados durante su labor.
Dijo que el programa significa un avance en el estado de Guerrero, porque también ayuda a dar opciones a las familias para evitar la violencia.

Evidencian los datos del Coneval el fracaso de las políticas públicas, señala Abel Barrera

 

Los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política del Desarrollo Social (Coneval) que revelan que el 64.4 por ciento de los guerrerenses (2 millones 315 mil 400 personas) vive en pobreza, y el 23 por ciento en pobreza extrema y no tiene para comprar la canasta básica, evidencian el fracaso de las políticas públicas, declaró el director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, Abel Barrera Hernández.
El antropólogo dijo que ese es el resultado de la apuesta del gobierno solamente a la inversión extranjera, sobre todo a las empresas extractivas, como las mineras, y de que no invierta para el desarrollo en el campo. Añadió que también es el resultado de la corrupción y de la aplicación “clientelista” de los programas sociales. Dijo que a la clase política del país le conviene que sigan así las condiciones para tener clientela política cautiva.
Consultado por teléfono sobre los resultados del estudio del Coneval, Barrera Hernández declaró que el modelo económico que se ha impuesto en el país y en el estado, “es un modelo para generar programas compensatorios que solamente van paliando el problema del hambre, de la salud, de la educación”.
Expresó que no existe una política construida desde la base comunitaria y pensando en el bienestar de la comunidad, y que esas estadísticas reflejan los contrastes abismales entre los municipios de alto poder adquisitivo, como Nuevo León, con los municipios más empobrecidos de la Montaña de Guerrero, como Metlatónoc o Cochoapa El Grande.
“Es la expresión de la desigualdad al máximo. Estamos en un estado totalmente desigual y totalmente marginal de las políticas sociales que solamente son corporativas, clientelares y los programas netamente asistencialistas para asegurar clientela cautiva entre los sectores empobrecidos y, sobre todo, tratar a la población como objeto de conmiseración, no como sujeto de cambio o como actor que transforme la realidad”, denunció Barrera Hernández.
El antropólogo declaró que por eso no se consulta a los pueblos y se imponen modelos de desarrollo extractivistas, como la entrada de empresas extranjeras para extraer los minerales, “porque ese es el modelo a nivel global, y las autoridades mexicanas lo siguen a pie juntillas y a lo único que le están apostando las autoridades es a que venga la inversión extranjera a hacer una derrama de inversión, pero su inversión no se compara con la riqueza y el tesoro que se llevan”, lamentó.
Barrera dijo que, además esas empresas vienen a destruir el hábitat, a contaminar los ríos y a devastar toda la riqueza natural, “y vemos, en contraste, que no hay una apuesta por reactivar el campo, por recuperar los cultivos tradicionales como la siembra mesoamericana del maíz, frijol, calabaza y el chile”.
Dijo que esa política ha llevado a que a las comunidades de la Montaña se lleve hasta chile, maíz y frijol de las ciudades, porque el gobierno retiró el subsidio al campo para hacer dependientes del sector empresarial urbano a los campesinos, “por eso ha descapitalizado al campo”, acusó.
La reforma del campo fue para volcar la estructura agraria hacia el capital, señala

Explicó que la reforma agraria fue precisamente para transformar la estructura agraria e irla volcando hacia el capital. “Ahora, las estructuras corporativas imponen los paquetes tecnológicos al sector agrario para tener el control de los electores, y eso, lamentablemente es lo más perverso que se está dando en la implementación de políticas para el desarrollo… En verdad, la información del Coneval está constatando el fracaso de esas políticas públicas que no están apostándole al desarrollo local, al desarrollo comunitario, y están trayendo tecnología basada en el petróleo, que lo único que está haciendo es acelerar el problema del calentamiento global”, dijo Barrera Hernández.
El director de Tlachinollan alertó que “nos vamos a seguir hundiendo, lamentablemente, si se sigue este modelo extractivista, privatizador, depredador y saqueador sistemático de los recursos naturales”.
Denunció que otra de las causas de los resultados del Coneval es la corrupción endémica de las empresas que han llegado a construir obra pública y que sólo se vienen a llevar los recursos porque no hacen la obra pública.
Agregó que los programas que ha implantado el gobierno son sólo un negocio de los proveedores, y que hay un contubernio entre funcionarios públicos que aprueban los proyectos con grupos de proveedores para hacer negocio con la venta de los insumos.
“Todo es un robadero en los proyectos, al campesino solamente le queda de recuerdo de los programas de PESA (Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria) es un alambre tirado y raído, una parcela montosa, y pequeñas aulas de lo que fue la granja, o los invernaderos todos abandonados… se implementan para sacarse la fotografía o enriquecer a los políticos”.
Aseguró que en el campo no se ve un programa que invierta directamente en las familias del campesino.
“El campo se trasformó en una mina de oro, pero para los grandes inversionistas de empresas tanto agroindustriales, como farmacéuticas o metalúrgicas, para una explotación a escala global”, dijo Barrera.

Demuestra el Coneval que han sido erradas las políticas de desarrollo social: Eloísa Hernández

 

La presidenta de la Comisión de Desarrollo Social del Congreso local, diputada perredista Eloísa Hernández Valle opinó que las políticas de desarrollo social del gobierno federal no han funcionado y que “han sido erradas”.
Dijo que muestra de ello son los resultados del Consejo Nacional de Evaluación de la Política del Desarrollo Social (Coneval), en referencia a los datos que revelan que el 64.4 por ciento de los guerrerenses (2 millones 315 mil 400 personas) vive en pobreza, y a 23 por ciento no le alcanza para comprar la canasta básica.
La diputada perredista agregó que en Guerrero tampoco han funcionado las políticas sociales y por eso los guerrerenses siguen pobres, a pesar del “bastante potencial en recursos naturales”.
Hernández Valle fue consultada vía telefónica sobre los resultados del Coneval que establecen, además, que la población no pobre y no vulnerable de Guerrero es apenas el 8.6 por ciento, es decir, 307 mil 500 habitantes.
“Si partimos de las políticas públicas de la federación, me parece que no han funcionado, me parece que han sido erradas, y yo creo que si se bajan a cada uno de los estados, en Guerrero tampoco han funcionado porque vienen en cascada”, respondió.
Agregó que Guerrero cuenta con “bastante potencial” en recursos naturales y turismo de alto nivel, pero que son las políticas públicas federales las que no están funcionando.
La diputada opinó que, para revertir esta situación se necesita disminuir la corrupción y aumentar la transparencia en el manejo de los recursos, “en la medida en que logremos que se publiquen convocatorias de cada uno de los programas sociales, las listas de beneficiarios, que la gente sepa cómo acceder y cuándo, entonces estaremos logrando que se vigile de manera puntual, y que se apliquen en forma adecuada los recursos”, declaró.
Anunció que, a partir de los resultados que se dieron a conocer del Coneval, como presidenta de la Comisión de Desarrollo Social del Congreso local solicitará una reunión de trabajo con la secretaria de Desarrollo Social del gobierno del estado, Alicia Zamora Villalva, así como con funcionarios de las dependencias implicadas, para buscar una ruta coordinada, “en la que podamos establecer lazos de trabajo y reglas claras para que, en adelante, los programas puedan incidir verdaderamente en esta brecha que hay de pobreza”.
En el informe se establece también, que hay congresos estatales con mucho rezago, y entre ellos menciona al de Guerrero, que se coloca en décimo sitio, con 19 por ciento de participación de mujeres, por arriba del de Querétaro, Coahuila y Nuevo León, Puebla, Durango, Estado de México, Sinaloa, San Luis Potosí, Tlaxcala y Guanajuato.
Sin embargo la diputada perredista, discrepó, y aclaró que en Guerrero hay 18 mujeres en el Congreso local, “estamos hablando que somos el 40 por ciento del total de los integrantes de esta 62 legislatura”.