Tlachinollan

Tratan de preservar en La Montaña esa centenaria tradición

Alrededor de 750 mujeres, ancianas y niñas Na savi (mixtecas) participaron en el Primer Concurso Regional de Hilado y Tejido del Huipil Carlota Mapelli Mozzi que tuvo lugar el sábado pasado en Metlatónoc.

Todas ellas, convocadas por la Organización Ña’a Isavi de ese municipio de La Montaña, vestían sus tradicionales huipiles y sus enaguas de colores. Frente al ayuntamiento esperaban en largas filas para que el jurado calificara sus artesanías y protegían sus cabezas del fuerte sol del mediodía con los huipiles que traían para concursar.

Las niñas, por su parte, cargaban con sus pequeños telares, malacates e hilos. Ellas debían exhibir su destreza en el lugar del concurso, trabajar en el momento para demostrar que podían bordar ellas solitas, sin ayuda de nadie.

El objetivo principal del concurso fue dar a conocer el trabajo que realizan las artesanas indígenas de Metlatónoc, para que las personas “valoren el arte y lo usen” y también para “buscarles un financiamiento a las mujeres”, afirmó una de las integrantes de Ña’a Isavi y organizadora del evento, Florencia Sierra Mendoza.

Las expectativas acerca de la convocatoria que se hizo a “todas las mujeres y niñas tejedoras” de La Montaña fueron ampliamente superadas. Las participantes, atraídas por la posibilidad de vender sus huipiles, llegaron no sólo desde Metlatónoc sino también desde comunidades cercanas como Cochoapa El Grande, San Lucas, Ocotepec, Mininuma, Los Llanos, San Miguel Amaltepec, Yuvi Tikunu, Santa Catarina, Yuvicani y Loma San Marcos.

Rafaela Villanueva Castillo tiene 40 años y es de Ocotepec. Intérprete mediante, cuenta que vino a participar porque si le compran su huipil, podrá “comprar más estambre y seguir tejiendo”.

“Necesitamos un mercado, necesitamos salida, necesitamos promoción para que las mujeres nos empleemos y no nos digan que los indígenas no sabemos hacer nada ni producir”, sostiene Sierra Mendoza.

Las cuatro categorías del concurso, realizado con el apoyo de Medicina y Asistencia Social A.C (MAS), fueron huipil relleno, huipil de hilo pasado, huipil blanco y huipil de amarre. Hubo premios monetarios para el primer, segundo y tercer lugar, tanto para niñas como para mujeres. Además de menciones honoríficas, constancias de participación y paquete con hilos para todas las participantes.

“Quisimos ser muy estrictos con las artesanas porque la educación de los artesanos se inicia al momento en que tomamos una decisión con respecto a la obra, si una pieza es buena o es mala, si continúa con la tradición o no”, informó uno de los miembros del jurado, Eduardo Berrocal López, jefe de Concursos de Arte Popular del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart).

La finalidad del concurso fue “rescatar el huipil tradicional”, según explicó otra integrante del jurado, la directora del Laboratorio de Arte Alameda, Paloma Porraz Fraser. Por esa razón, se evaluó tomando en cuenta “los parámetros del huipil tradicional”.

Se dio “prioridad a la ramba, en vez de al listón” y “a que ellas hilen”, porque muchas mujeres “compran la tela y ya no hilan”, prosiguió Sylvia Zapata Casali, otra evaluadora de los trabajos presentados.

También se tomó en consideración la nitidez del bordado –“entre más cerrado, más bonito”, consideraron-, que no estuviera combinado y que el diseño estuviera “bien definido”.

A su vez, muchos huipiles fueron seleccionados para formar parte de dos exposiciones que se Harán fuera del estado de Guerrero. Planean llevarlos a consignación “a otro contexto donde haya más poder adquisitivo (…) y tratar de ayudarles a venderlos”, comentó Porraz Fraser.

“Porque, geográficamente, para ellas es muy costoso sacarlos de aquí”, agregó Zapata Casali.

A Benita López Martinez le hubiera gustado ganar el concurso. Ella tiene 14 años, es de Metlatónoc y vende sus huipiles a 400 pesos. En sus manos se lleva un paquete de hilos de colores, igual al del resto de las participantes cuyas artesanías no fueron seleccionadas.

“Antes ellas preparaban el algodón, lo recolectaban en Tierra Caliente. Después de que preparaban el algodón hacían el hilo, y luego ya empezaban a bordar la tela y a bordar sus vestidos”, relata Sierra Mendoza.

Pero ahora la mayoría de las mujeres Na savi de Metlatónoc ya no usa hilo.

“Empezaron a adquirir el estambre que no despinta, que es más barato, que con poco les rinde mucho. Por eso es que cambiaron”, continúa la organizadora. Entonces, la entrega de hilos de algodón es “para incentivarlas” pero también para “que cambien el hilo que utilizan y ya sea de más calidad”.

Ante la carencia de programas económicos y sociales que realmente les ofrezcan soluciones a largo plazo y la inexistencia de producción en la región que les provea de empleos y ante la falta de un mercado donde puedan comerciar sus productos de manera directa y de una carretera pavimentada que las saque del aislamiento y les facilite el intercambio comercial, las mujeres Na savi del municipio más pobre de México vislumbraron en un concurso de arte popular la única posibilidad de vender lo que producen sus manos curtidas y de ganar algún dinero que les permita apalear el hambre y la pobreza. Aunque sólo sea durante los días que les duren los pesos obtenidos con la venta de un huipil o de una enagua.