La Tequilera / 5

José Gómez Sandoval

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10 octubre,2018 7:06 am
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Pozole Verde
 
José Gómez Sandoval
Milagrosa fuerza vocal con el alma al desnudo
En 1938 el presidente Lázaro Cárdenas decreta la expropiación de las compañías petroleras. De diversas maneras reconoce los derechos de los pueblos indígenas y entrega la administración de los Ferrocarriles Mexicanos a los trabajadores. También, construye parques deportivos e instaura un programa oficial obligatorio de educación sexual que –recuerda Alma Velasco– debe iniciarse desde la educación primaria. En su administración se reforzaron las expresiones del “nacionalismo artístico”, que llegó a ser una atracción internacional. Destacan los muralistas, los fotógrafos y, desde luego, los músicos. La atención a la música popular mexicana es especial, sobre todo en lo que toca “al género bravío, con su indiscutible creadora: Lucha Reyes”.
“De manera sobresaliente, impactante, sin precedente, Luz consigue conjuntar una milagrosa fuerza vocal con un alma que no teme mostrar sus sentimientos –ninguno–, al desnudo. Forjadora de escenografías vocales inéditas, impensables, con desplantes de soldadera, juega igual a dirigir su canto a un hombre que a una mujer. Contadora de historias, historias tejidas con melodías que conmueven los nervios del alma popular, Lucha Reyes es un parteaguas emblemático que le da un rostro nuevo a México”.
Lucha interna
Lucha se siente muy bien. El dinero –recuerda– me alcanzaba hasta para echarle una mano a los parientes, sin faltar mi madre… Su cuñada Carmela la ayuda en todo, y al poco su abuela, que vivía en Tlaquepaque, fue a vivir a su casa. Es feliz con su abuela bailadora, contadora de chistes pícaros y “la única que se atrevía a decir malas palabras” frente a quien fuera. Con Félix ya había problemas, pero… seguía siendo feliz.
Le gustaba cocinar y que a los demás le gustaran sus guisos. En diciembre hizo un bacalao estupendo y la Navidad hubiera sido “perfecta” si a la cocinera no se le hubieran pasado los tragos…
Lucha no quiere perder a Félix (de quien se dice que anda coqueteando con otras mujeres), ni su carrera profesional, y se refugia en la religión. “Corre a la iglesia en cuanto tiene tiempo. Reza con fervor los rezos completos que se sabe de memoria… Se sabe hasta oraciones especiales para casos difíciles, como el suyo.
“Virgencita, ayúdame, te prometo que si me echas una mano ya no vuelvo a tomar nunca, nunca. Nomás me aseguras que no voy a perder la voz… y luego me das un hijo… y ya…”.
Dice la Velasco que, “paradójicamente, mientras Lucha Reyes sostiene una batalla interna que carcome su espíritu…, el mundo artístico la aclama más y más”. Los empresarios se pelean por “la Emperatriz de la canción mexicana”, como la anunciaron en el Wakikí. Lucha se siente un circo de tres pistas: por un lado, las presentaciones en público andaban como máquina recién aceitada; por otro, la situación familiar parecía más bien radio con unos bulbos buenos y otros de a tiro fundidos… y la tercera, la novedad de las novedades, que casi ni podía creer: me habían invitado a trabajar en el cine, cantando canciones para acompañar escenas en las películas.
Incursión en el cine
Canción del alma, filmada por estudios CLASA, fue estrenada en febrero de 1938 en el cine Regis. Ahí, Lucha Reyes canta La mujer ciega y Estás como rifle, de Lorenzo Barcelata. Félix se alegra con los carteles que anuncian a “la más grande intérprete de la canción ranchera”, bajo los nombres de Vilma Vidal, Rafael Falcón, Domingo Soler y Joaquín Pardavé.
Ese mismo año Lucha cantó en La tierra del mariachi, que, dirigida por Raúl de Anda, “atascaron de composiciones de Pedro Galindo”…, como aquella de ya no llores prieta linda / que muy pronto volveré, / adiós, adiós…
Poco a poco se ha sentido mejor en el cine, y, como no quiere perder a Félix, decide cambiar el tequila por copas de miel y limón. Félix la trata como a su verdadera reina. Ya me había cansado de verlo siempre tan reseco conmigo…, indiferente, como si no le importara nada de lo que yo hacía. Corrían rumores de que hasta andaba buscando otras viejas… quesque ya estaba hasta el tope de mis tomaderas, y, con mucho trabajo, pero cambié.
Por fin, una hija: Marilú
Para la narradora, lo ocurrido con Jacinta, la Caballota, quien antes fue sirvienta de su casa, cambió “el sesgo afectivo de Lucha”. Jacinta tuvo dos hijos: niña y niño, de un fulano que la abandonó. Lucha le compra a la niña (de cinco años), a la que “no le va a faltar nada”. Jacinta quiere dejarle también al niño, “para que no estén solitos”, pero Lucha se niega. Se queda con la niña, a la que, con Félix, registran como María de la Luz Cervantes Flores, a la que llaman Marilú.
Lucha va a darle las gracias a la virgen de Guadalupe. Ella había dejado de tomar y la virgen le había mandado una hija. Promete prenderle una veladora todos los días para que la siga ayudando a tener fuerza de voluntad… y para que le quite el miedo de perder la voz.
No sabe rezos largos, pero con las oraciones que conoce la virgen le consigue un papel en Con los dorados de Villa, donde sale con Domingo Soler, Pedro Armendáriz, pero ahora como cantante y actriz. “Esa fue la primera vez que hablé en una película…”.
De cuidar a Marilú se encarga Carmela y, aunque nunca la pudo aceptar como nieta, su mamá. Su suegra la visita con frecuencia y la convivencia de todos era muy bonita… lo importante era llegar sin copas, porque
En letras cursivas, con frases entrecortadas, enlazadas por puntos suspensivos, como si sugirieran que nacen de la memoria y la reflexión, a Lucha se le aparece Félix, con sus reproches por bebedora, y Marilú, a quien no puede ver el tiempo que quisiera, pues la verdad andaba yo como trompo chillador de un lado pal otro, cambiándome de ropa todo el santo día… y la noche también.
El vértigo de la fama
Lucha está en la cúspide de su fama. Antes de participar en El zorro de Jalisco, su cuarta película –dirigida por José Benavides–, un titiritero afamado había creado “un títere de hilo detalladísimo de ella, vestida de china poblana, con largas trenzas y una cara de porcelana muy simpática”.
Si no filma, aquí y allá, en el Wakikí, el Cocoanut Grove, el Río Rita, en el Toreo o en el mismo Palacio de Bellas Artes comparte tablas con Emilio Tuero, Arvizu, Agustín Lara y Pedro Vargas.
Ya no extraña los giros crueles con que Alma Velasco nos va dosificando la vida de Lucha Reyes. El que sigue es ejemplar:
“Su imagen pública se consolida y su vida privada camina, parece, al fin por una ruta sin baches. Pero el destino se ensaña y pone una mancha oscura sobre ella que la aplasta: el pez se le escapa del anzuelo, se le escurre Félix por otros senderos, ya no la soporta tomada, y menos en la intimidad, le repugna su olor. Lucha termina por no contenerse y comienzan los pleitos bañados con sus alcoholes, donde se rebasan los límites de la educación: Félix la insulta, la ofende, le grita, Lucha responde agresiva para pasar al llanto final, doloroso. Muy pronto vuelve a sentirse deslizándose hacia el abismo…”.
Lucha quería ser madre, pero no pudo atender a Marilú… No tenía tiempo, o quizá estaba demasiado ocupada cuidándome de no tomar… o de no perder la voz. Intentó mantener a Félix junto a ella, pero a él no le bastaron mis esfuerzos… se enamoró de la idiota de la Blanca Su Mu Kei y ya no pude tapar el sol con un dedo
Conforme avanzamos, a Lucha se le entrecruzan los recuerdos y la duda aparece en forma de preguntas… Félix se había alejado, y su mamá y su suegra se agarraban del chongo a la menor oportunidad. Cuando murió su abuela lloró con toda la tristeza que había juntado, no me quedó de otra que consolarme sola. ¿Cómo? Pues, aunque nadie lo comprendiera, con otros hombres, qué caray…
Muerte de la abuelita y demás tristezas
Vuelve a beber tequila “con furia y desvergüenza. Ya no pretende guardar las apariencias…”.
Con el fallecimiento de su abuelita (como la nombra siempre), pierde también a su mamá, y a Félix. Cansada del llanto apesadumbrado de Lucha, doña Victoria le grita:
“¡Ya cállate! Yo soy la que debía de estar más triste, después de todo la que se murió fue mi mamá”.
“Ella era la única que de verdad me quería –solloza entrecortada Lucha. Siento que se me rompió una columna aquí en el alma.
“–Qué columna ni qué payasadas, si casi ni la conocías, no te hagas… lo que se te rompió fue tu dieta de tequila. Te lo dije, tú naciste pa’ borracha… bueno, también pa’ cantante, la verdad… pero mucho más pa’ borracha. Y ni modo, ora sí te acepto: de tal palo… tal astilla”.
La suegra las encuentra borrachas y (“es el colmo”) las llama “par de… cochinas”.
“–Cochino su hijo –contesta agresiva doña Victoria–, que nomás anda viendo con que vieja se arrima.
“–¿Ah, sí? ¿Y qué tal Lucha –se defiende la suegra subiendo el tono–, revolcándose con cualquier actorcillo de esos mugrosos de cuarta?”.
Llega Félix, disgustado, y de inmediato doña Victoria le dice puerco, marrano, por andarse “paseando con la piruja esa de la Su Mu Kei”. Lucha trata de ser dulce con Félix, pero éste la rechaza porque está borracha. “La suegra aprovecha la situación” para decir sus “verdades” y “echarle leña al fuego”: pone a Lucha como una briaga que se enreda con cualquiera, y acto seguido Félix espeta que ya hasta el copete de que “mi casa sea una cantina y de que mi mujer sea una vulgar cualquiera”… Melodramático, “viendo a Lucha con repulsión”, invita a su madre a largarse de ahí “para siempre”. Quiere el divorcio.
“–¿Qué… quieres… qué? –murmura Lucha trabada. ¿Y nuestro amor? ¿Y Marilú? ¿Y todo lo que hemos hecho juntos?
“–Luego te mandaré a mi abogado… Hasta nunca.
“Félix sale hecho un tigre furioso por una puerta por la que no volverá a entrar jamás”.
Tras el divorcio, Félix Cervantes se casaría con Blanca Su Mu Kei, hermana de Margo Su, quienes –suspira Lucha– tenían su teatro y como que ellas eran más ricas que yo
Ya entonces, el teatro aludido se llamaba: Teatro Blanquita.
 

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