“Las historias inconvenientes se suprimen para que no imaginemos otras formas de vivir”: Kate Bollick

Entrevista con la autora de Solterona, un libro que plantea que ser mujer y vivir en soledad, plena y feliz, es posible.  

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4 noviembre,2017 8:04 am
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Ciudad de México, 4 de noviembre de 2017. Porque la sociedad aún se organiza alrededor del matrimonio y la familia nuclear y las reafirma como sus estructuras válidas. Porque, a pesar de ello, uno puede construirse una vida propia. Por ejemplo, se puede decidir vivir sola. Por eso Kate Bollick, periodista estadunidense, publicó Spinster, término anglosajón que se traduce como solterona. En ambos idiomas, posee un tono despectivo.

Ser mujer y vivir en soledad, plena y feliz, es posible, dice Kate Bolick. “Yesss”. Cuando afirma, alarga la “s” y su cabeza rebota de arriba abajo en un convencimiento eufórico. Sí, se puede. Definitivamente. De otro modo, no habría dedicado todo un libro al tema.

Pero Solterona –primera obra de esta periodista que ha colaborado en The New York Times, The Wall Street Journal o Vogue– no ofrece explicaciones académicas, históricas o de género sobre las razones por las que las mujeres –cada vez más– deciden vivir solas o, como dice el subtítulo de su libro: construirse una vida propia.

Desde sus 20, Bolick se ha debatido entre casarse o no. En el camino, desarrolló una adicción por las biografías, hizo una carrera en medios prestigiados de Estados Unidos y cuando cumplió 40 comenzó a escribir sobre las mujeres que la habían influido: las columnistas Maeve Brennan y Neith Boyce, la poeta Edna Millay, la defensora de los derechos de las mujeres Charlotte Perkins y la novelista y diseñadora de interiores Edith Wharton. Solterona se produjo a partir del deseo de la autora por compartir con los lectores su pasión por esas vidas.

Solterona –publicado en 2015 y editado en español apenas este año por Malpaso– es el pretexto para esta conversación a larga distancia entre la autora y El Sur.

* * *

–¿Cuál fue su intención al escribir Solterona?

–En 2006 intenté hacer una primera versión, más pequeña, del libro. Trataba sobre tres mujeres que habían vivido 100 años antes que yo, cuya vida y labor habían influenciado mis posturas sobre el matrimonio y la soltería. Intenté escribir, pero aún era joven, no estaba lista y no podía reflexionar sobre el tema, pues no había puesto distancia respecto a mis propias experiencias.

En 2011, la revista The Atlantic me pidió hacer un texto sobre los cambios en el concepto del matrimonio. Eso me permitió observar las cosas con más claridad. El artículo se volvió viral y hubo agentes literarios que me buscaron. En cierta forma escribí el libro que yo necesitaba cuando transitaba mis 20 años. Uno que me mostrara que las preguntas sobre la conveniencia del matrimonio no están resueltas y que las mujeres siempre han mantenido posturas críticas hacia esta forma de vida. Decidí mostrar la vida de estas cinco mujeres, con las que de alguna manera yo he mantenido diálogos durante toda mi vida. Quería que las lectoras del libro encontraran preguntas que también se han hecho y quizá pensaran en su propia experiencia, a través de la vida de otras mujeres. Mujeres muertas –dice Bollick, y ríe.

–¿Por qué enfatiza que antes era muy joven? ¿Se requiere más edad para entender este tema?

–Una de las razones por la que encontré inspiradoras a estas mujeres, fue que comenzaron a plantearse preguntas sobre la individualidad cuando eran muy jóvenes. Yo no. Yo llegué tarde a eso. Cada persona se cuestiona de acuerdo con su experiencia de vida, y yo era una niña mimada de familia acomodada y no tenía muchas razones para cuestionar nada… hasta que crecí.

–Su libro destaca que desde el siglo XIX ya se planteaban el amor libre y la soltería por decisión propia como formas de vida. ¿Por qué, entonces, aún escandalizan?

–Porque las historias inconvenientes al orden social se suprimen. Y la sociedad todavía se organiza alrededor del matrimonio y la familia nuclear, que son estructuras que se difunden y reafirman para que no imaginemos otras formas de vivir. Parcialmente, determinamos cómo y a quién amar por el contexto histórico. Así, las preferencias de género y sexuales que estén fuera del concepto de matrimonio convencional no sólo se califican como una mala forma de vida, sino también como la causa de la infelicidad.

Sola y sin compromiso

–¿Cuál es la diferencia entre estar soltero o temer al compromiso?

–Más bien tememos estar solos. Pero todos necesitamos tiempo para estar solos y tiempo para tener una profunda intimidad en compañía. También existe una minoría que se siente totalmente satisfecha sola. La soledad y la compañía son maneras plenas de vivir. Todo depende de cómo nos acercamos a ellas. Considero que, cualquiera que sea la decisión, hay que abrazarla con intención, es decir, con conciencia de lo que necesitamos y sentimos, tomando decisiones sobre cómo llevar las amistades y relaciones, las alianzas románticas o las citas. Porque, a decir verdad, cuesta trabajo estar solos. Nos inclinamos a deprimirnos ante nuestra soledad.

–Hay dos estereotipos de la soltera: o es una mujer infeliz, o es una mujer libre, sexualmente activa y con espíritu aventurero.

–Me parece que las redes sociales tienen la responsabilidad en el segundo caso. Las redes pueden transformar a una persona en una marca. La gente se toma 16 selfies antes de lograr la imagen perfecta, en la que derrocha una felicidad que no siente en realidad.

Yo tengo un problema con eso, porque después del libro las redes sociales y los medios de comunicación trataron de hacer de mí una especie de imagen viva de la solterona. Obviamente no quiero eso. Somos más que personas solteras o casadas.

–Después de la muerte de su madre, usted adoptó a estas cinco mujeres como modelos a seguir.

–Solía conversar mucho con mi madre. Murió cuando yo tenía 23 años. Perderla fue devastador, sentí como si me hubieran cortado la lengua, no sabía con quién hablar. Durante muchos años me sentí vacía, porque no tenía la habilidad de hablar y escucharme a mí misma, solamente podía hacerlo a través de ella.

Traté de recrear nuestros diálogos valiéndome de otras mujeres. No pensé en eso hasta mucho después. Yo amaba leer biografías y empecé a comparar mi vida y mis decisiones con las suyas. De manera inconsciente creaba una conversación sobre lo que significa ser mujer con ayuda de… estas mujeres… muertas –ríe–, es decir, a través de su escritura. Una de las ironías es que, cuando murió mi madre, fui libre de elegir otro tipo de mujeres como estandarte. Si ella siguiera viva, tal vez no lo hubiera hecho.

–¿Existe una historia común de la solterona?

–Las solteras escriben su vida de diferentes maneras. Mi motivación para este libro era mostrar modos distintos de ser mujer. No quería hacer una celebración de la soltería. No me interesaba. No es real. La soltería es una opción complicada. A muchas personas le gusta, no ocurre lo mismo para mí. Por eso también decidí incluir mis propias experiencias.

Por otro lado, hemos vivido tanto tiempo con el estereotipo de la soltera triste, solitaria y desesperada por conseguir marido, que es necesario suprimirlo, demostrando que es una opción de vida más común de lo que imaginamos.

 

Micromomentos

–¿Y qué papel juega el amor?

–Encontrar el amor, manifestado desde otras maneras, es importante para una persona soltera y para todos. Barbara Fredrickson, doctora en psicología, tiene una teoría del amor a la que llama “micromomentos”. Es decir, que el amor, o bien, esa sensación de conexión con otra persona, sucede en episodios de la vida cotidiana entre padres e hijos, amigos, parejas y desconocidos, como… no sé, el cartero que hace un chiste sin conocerte y tú te ríes mientras te entrega la correspondencia. Luego te olvidas del asunto. Pero al menos en ese instante tuviste una sensación agradable. Los momentos que nos mantienen vivos son aquellos donde conectamos con alguien, no nada más con el amor romántico.

–Usted suena como una terapeuta.

–Estoy interesada en la psicología y los procesos terapéuticos de la conversación. Cuando las conversaciones son productivas, generan cambios en las personas. Hablar con personas que saben escuchar te permite pensar desde tus propios términos, pero con el beneficio de contar con la perspectiva del otro. Eso es esencial para vivir bien.

–Volvamos al libro. Aborda la soltería desde la perspectiva de las mujeres blancas. ¿Por qué no incluyó la experiencia de las minorías: mujeres afroamericanas, latinas, lesbianas, trans?

–Me gustaría haber escrito sobre la experiencia de todo el mundo. Pero el libro parte de mi experiencia y mis reflexiones. Y las mujeres con las que me he vinculado en la vida son lo que son: mujeres blancas.

Aunque cuando empecé a escribir me di cuenta de que esta perspectiva era muy limitada, tampoco quería fingir. No quería agregar la biografía de mujeres aforamericanas para sentir que estaba cumpliendo con una labor. La ausencia de la experiencia afroamericana es una limitación necesaria de este libro. Sabía que iba a ser criticada por eso. ¿Qué puedo hacer? Lo que necesitamos es que otras mujeres cuenten sus historias. Este libro es únicamente parte de una conversación más grande.

Una decisión no siempre política

–¿Cuáles son las debilidades y las fortalezas de Solterona?

–Una debilidad es que, al hablar de mi propia vida, no profundicé sobre mis periodos de soledad. Mis historias reflejan mis romances. Quizá también debí hacer una crítica más explícita al matrimonio, que históricamente ha sido otra forma de oprimir a las mujeres. Si no lo hice fue porque aún estoy ordenando mis pensamientos sobre el tema.

La fortaleza del libro es que muestro un ángulo desconocido. Quise vincular las historias de estas mujeres con nuestro tiempo, donde tenemos tanto interés en la soltería femenina. Son mujeres que puedes conocer si eres investigador o académico y ya. Honestamente, me siento satisfecha de haber llevado sus vidas a un público más grande.

Quienes leen Solterona pueden estar de acuerdo conmigo, o no, o sólo parcialmente. Lo que pretendía era que alguien lo leyera y conversara conmigo. Así ha pasado.

–¿Está más interesada en discutir sobre cómo nos relacionamos que en el debate feminista?

–Sí. El debate público del feminismo no es un territorio donde yo desee estar. Soy feminista, apoyo la lucha feminista, la apoyo, pero no es el lugar donde me gustaría estar. Hago mis propias contribuciones. Quiero abordar mi trabajo y escritura desde una perspectiva feminista, pero definitivamente no estoy dentro del círculo duro del movimiento.

Cuando el feminismo habla de estar solas y rechazar el matrimonio, es porque habla de liberación, de encontrar la fuerza propia y de vivir apartadas de los hombres, casi como un separatismo. Si bien creo que esta postura fue muy necesaria, yo no estaba personalmente relacionada, porque yo no quería rechazar a los hombres.

Aquí me ayudó conocer la obra de Neith Boyce, que escribía en Vogue en 1898 y ya defendía temas feministas, antes de que el término existiera o de que las mujeres tuvieran acceso al voto. Hablaba desde una perspectiva íntima, no politizada, de su experiencia.

Sé que tópicos como el matrimonio y la maternidad son políticos, pero también son personales y psicológicos. Por eso tomé la decisión de no hacer de Solterona un libro político. No hablo de política. Las mujeres de las que elegí escribir no son políticamente activas, salvo Charlotte Perkins Gilman, quien fue activista social y feminista. Quería mostrar que la conversación sobre cómo vivimos no es únicamente política y que hay diferentes maneras de tener una conversación.

 

Nota: Tatiana Maillard

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