Marcas de tortura y desaparición en la mirada de un niño de la dictadura uruguaya (video)

La vida de Sandro Soba quedó marcada a sus ocho años de edad, cuando vio por última vez a su padre, Adalberto, detenido y torturado en Buenos Aires...

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27 junio,2018 5:54 pm
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Texto, foto y video: EFE. Portada, Sandro Soba durante una entrevista con EFE.
Montevideo, Uruguay, 27 de junio de 2018. La vida de Sandro Soba quedó marcada a sus ocho años de edad, cuando vio por última vez a su padre, Adalberto, detenido y torturado en Buenos Aires por la dictadura cívico-militar uruguaya (1973-1985), imágenes que quedaron plasmadas en su memoria hasta hoy.
La familia Soba fue una de las tantas que sufrieron con las torturas y desapariciones forzadas todavía sin solucionar, consecuencias del Gobierno dictatorial que comenzó hace 45 años, un 27 de junio de 1973, cuando el entonces presidente Juan María Bordaberry disolvió el Parlamento uruguayo.
Sandro compartió con EFE la historia de la desaparición de su padre, que lo convirtió en un activista y estudioso de la temática, pero también la visión de un niño que, 42 años después, espera por respuestas.
Adalberto era un militante de izquierda que tuvo que escapar de su país hacia la vecina orilla ante el riesgo de ser capturado.
“Se estaba poniendo bastante bravo acá (en Uruguay), había muchos compañeros que estaban requeridos y tomaron la decisión de irse a Buenos Aires”, dijo Sandro.
En tierras argentinas Adalberto continuó con la militancia de forma clandestina y participó en la creación del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) que hoy integra la coalición de izquierdas que gobierna Uruguay, el Frente Amplio (FA).

A la derecha, una imagen del padre de Sandro Soba, Adalberto Sosa, exhibida en la sede del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), en Montevideo, Uruguay.

En su residencia, en el barrio Palermo de la capital argentina, Sandro no recuerda hechos extraños, ya que su padre intentó siempre que tanto su esposa como sus hijos no estuvieran involucrados en su actividad.
Sin embargo, de a poco, las fuerzas de seguridad de la dictadura cívico-militar tanto de Argentina como de Uruguay, que trabajaron juntas durante esta época, en lo que se denominó como “Plan Cóndor”, fueron encontrando y deteniendo personas en ambos países.
Por ello, se mudaron al barrio Haedo, a una casa que tenía una imprenta que Adalberto comenzó a usar para continuar los trabajos del PVP.
El 27 de septiembre de 1976, el padre de Sandro fue a encontrarse con un compañero a un bar y nunca volvió. A las pocas horas, llegaron a la casa los militares, golpearon a los hombres que trabajaban en la imprenta y le dijeron a la madre de Sandro que tenían algo para ella.
“Mi madre corre hacia el fondo de la casa donde había una camioneta, yo voy corriendo detrás de ella y cuando la abren tenían a mi viejo totalmente desnudo, tirado arriba de la camioneta, mojado, totalmente torturado. Apenas podía hablar”, narró Sandro.
Él recuerda cosas puntuales de la tarde que los detuvieron y una de las imágenes que permanece en su memoria fue la de ver a sus dos hermanos pequeños y a su madre llorar.
Todos fueron llevados a Automotores Orletti, un centro clandestino de detención y torturas ubicado en el barrio La Floresta de la capital argentina.
En la planta baja estaba Sandro junto a su madre y hermanos mientras que en el primer piso estaban los detenidos sufriendo torturas constantes.
“Los recuerdos míos de Orletti son las fotografías que me quedaron en los momentos más dramáticos (…) de sentir los gritos de arriba y tratar de ir a ver qué estaba pasando”, subrayó.
Con la intriga de un niño, Sandro logró pasar desapercibido y subir al primer piso y vio a decenas de personas sentadas en el suelo semidesnudas.
Pasados tres días, José Nino Gavazzo, uno de los militares que actualmente se encuentra en prisión domiciliaria por múltiples delitos de violación a los Derechos Humanos durante la dictadura, decidió que Sandro junto a su madre y sus hermanos debían volver a Montevideo.
Sin embargo, la madre exigió ver a su esposo como condición para volver a Uruguay y los militares accedieron a su pedido.
“Lo recuerdo totalmente torturado, ya le salía pus de los ojos, no hablaba, lo único que repetía era que estudiara, que ayudara a mi vieja […] No podía ni moverse”, describió Sandro y añadió que esa fue la última vez que vio con vida a su padre.
Luego de compartir unos últimos momentos con Adalberto, que nunca sabrá si fueron segundos, minutos u horas, regresó con su madre y hermanos a Montevideo, para que estuvieron en seguridad.
Sandro recordó que fue difícil el retorno, ya que por las noches lloraba y no se quería dormir por miedo a que se perdiera de su memoria la imagen del rostro de su padre y los recuerdos sobre él.
Lo más difícil fue asumir que Adalberto era un desaparecido porque tenían la esperanza de que estuviera detenido en Argentina o Uruguay.
Las noches que llegaban los autobuses de los liberados, Sandro esperaba en vano por la posibilidad de ver bajar a su padre.
“En una de esas noches, cuando empezamos a preguntarle a mi madre, creo que ese fue el momento de clic mío sobre lo que había sucedido”, recordó.
En este tiempo, tras averiguaciones sobre los hechos, las desapariciones y las torturas, se encontraron algunos cuerpos y también se comprobó lo ocurrido en Orletti, que culminó con el procesamiento de Gavazzo junto a otros militares.
Sandro Soba considera que aún “hay un debe” con los familiares de los casi 200 desaparecidos y con la sociedad uruguaya en materia judicial respecto a lo ocurrido en la dictadura.
“Yo seguiré buscando donde dejaron a los restos de mi viejo hasta el último día de mi vida”, concluyó.
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