Mi vida ha sido un dolor constante y el principal responsable es Luis Echeverría: Micaela Cabañas  

La hija de Lucio Cabañas cuenta que desde que tenía 2 meses de nacida hasta los 2 años vivió con su madre, Isabel Ayala, en una prisión del...

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13 julio,2022 4:35 am
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La hija de Lucio Cabañas cuenta que desde que tenía 2 meses de nacida hasta los 2 años vivió con su madre, Isabel Ayala, en una prisión del Campo Militar Número Uno, de 1974 a 1976, en el gobierno del ex presidente fallecido este viernes. “Espero que pague ante la justicia divina por el daño que hizo a tanta gente inocente”, dice

Chilpancingo, Guerrero, 13 de julio de 2022. De sus primeros 2 años, Micaela Cabañas Ayala, hija de Lucio Cabañas, sólo recuerda los barrotes fríos de la cárcel, la cama “chiquitita” en la que dormía encima de su madre arropada por sus cabellos largos en un lugar “muy apretado”. Recuerda, además, las capuchas negras que les colocaban a ella y a su madre, cuando tenían que trasladarlas de un lugar a otro en el interior del Campo Militar Número Uno.

Micaela vivió antes de los dos años de edad con su madre Isabel Ayala, presa de 1974 a 1976 en la cárcel militar, víctima de la represión que sufrió su familia por entonces presidente, recientemente fallecido, Luis Echeverría Álvarez, de quien Micaela espera que “pague ante la justicia divina por el daño que hizo a tanta gente inocente”.

Contó que cuando tenía apenas 2 meses de edad, unos 14 miembros de su familia, entre ellos su madre, su abuela materna, tíos y primos, fueron detenidos en Tixtla.

Años después le contaría su madre que ese día los policías ya llevaban detenido a su tío Manuel Cabañas, hermano de su padre, a quien vieron “muy golpeado y ensangrentado” y suponen que él fue quien dio la ubicación de la casa donde estaba la mayoría de su familia. Manuel sigue desaparecido.

Su madre le ha contado que ese día los policías comenzaron a subir violentamente a todos en las patrullas. Micaela estaba acostada en una hamaca hasta que alguien se acordó de ella: “¡La niña!, gritó, y alguien regresó por ella.

Dijo que sabe que los trasladaron primero a Chilpancingo, luego a Acapulco y después al Campo Militar Número Uno en la Ciudad de México.

La hija del legendario guerrillero apenas había nacido en septiembre de ese 1974 y la detención masiva de su familia fue en noviembre, un mes después, en diciembre, sería asesinado su padre Lucio Cabañas Barrientos.

Refirió que por su escasa edad sólo tiene recuerdos vagos de su estancia en la prisión militar.

Algo que sí se le quedó grabado, fueron los barrotes de metal fríos cuando los agarraba, “aún recuerdo el fierro frío entre mis manos”. También recuerda la cama “muy chiquita en un lugar muy apretado. En ella dormía encima de su madre arropada por el cabello largo.

Otro de sus recuerdos son las capuchas negras que les ponían a su madre y a ella cuando las trasladaban de un lugar a otro dentro de la misma cárcel. Explicó que derivado de ello, hoy tiene un trauma; no puede permanecer encerrada porque “sicológicamente siento que me estoy ahogando”.

Su madre le dijo en una ocasión que quizás se debe a la capucha que les colocaban y por la celda reducida en la que las mantuvieron los dos años.

Dijo que a su madre la sacaban constantemente encapuchada del Campo Militar y siempre le ordenaban: “agarra a tu hija”. Su madre la abrazaba e inmediatamente también le colocaban la capucha.

Después su madre le dijo que muchos de los presos que sacaban encapuchados ya no regresaban.

Micaela no recuerda haber jugado nunca en la prisión, a pesar de que había más niños, incluso primos suyos, tres de ellos hijos de su tía Bartola, hermana de su madre; “mi madre me dijo que yo era muy callada, que casi no hablaba con nadie”.

Declaró que su inocencia era tanta que después de que salieron del Campo Militar lloraba porque quería regresar a “su casa”, como creía que lo era el Campo Militar.

Entonces Micaela ya tenía 2 años y su madre 16; cuando las detuvieron Isabel tenía 14 años y de la cárcel saldría embarazada por una violación que sufrió al interior del Campo Militar por el entonces gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa.

Saliendo del Campo Militar se fueron a vivir a Santa Rosa de Lima, municipio de Coyuca de Catalán con sus abuelos maternos.

Después, se trasladaron a Xaltianguis, municipio de Acapulco, y a sus familiares paternos ya no los volvió a ver, porque su madre no quería acercarse a ellos, “no quería tener nada que ver con ellos, a pesar de que ella le preguntaba quien era su padre, “nunca me dio una respuesta y no me hablaba nada de él”.

Dijo que conoció y aprendió de Lucio, años después “en los andares de la vida”.

Contó que después que salieron de prisión, se mantuvieron muchos años en la clandestinidad, incluso ella tenía otro nombre; se llamaba Alejandra Natividad Ayala Nava, con los apellidos de su madre. “Para nosotros fue difícil regresar a una vida normal”.

Supo que en realidad se llamaba Micaela Cabañas Ayala cuando iba a entrar a la escuela primaria porque vio su acta de nacimiento, “hasta entonces me regresaron mi nombre”, y empezó a preguntar por su padre.

En tono nostálgico agregó que su niñez la vivió siempre huyendo, y se preguntaba por qué. Contó, además, que en su familia materna no la querían porque pensaban que representaba “la amenaza del gobierno” y la causa de que algún día los fueran a ir a buscar y acabar con toda la familia. Explicó que fue el motivo de que le cambiaran el nombre.

Recordó que constantemente se cambiaban de domicilio y que antes de que llegaran a Xaltianguis vivieron en Chilpancingo, en Morelos y en diversos lugares de la República, “siempre huyendo de la represión”.

Aseguró que entendió por qué vivían siempre huyendo hasta después del asesinato de su madre en el 2011 en Xaltianguis; “ella salió de la cárcel con la consigna de quedarse callada y no participar en ninguna acción que fuera de carácter político”.

“Yo creo que ese fue el motivo, una de las principales causas del asesinato de mi madre fue haber anunciado que íbamos a formar un comité u organización que representara a las viudas y a los hijos de la guerra sucia”, reveló.

Dijo que eso fue cuando su madre pensó que la persecución había terminado y había decidido establecerse en un solo lugar, “fue entonces que terminaron con su vida”.

“Fue una vida triste también para ella; sin preparación, padeció y sufrió por el hecho de que no nos podía dar lo necesario, sufrió muchas carencias económicas”.

Destacó que hasta la vez sigue exigiendo justicia por el asesinato de su madre y que desde el 2011 están desplazados de Xaltianguis; “he pedido justicia, que avancen las investigaciones, pero no hay nada, hay 10 tomos del expediente, pero no hay avances”.

Aseguró que ha dado nombres a la Fiscalía, pero que no han hecho nada, “quisiera que se sepa quiénes son los responsables intelectuales, los materiales se sabe que eran de una banda criminal del pueblo, pero a ellos nomás les pagaron y eso quisiera saber, quiénes les pagaron”.

“Quiero saber quién dio la orden y que la Fiscalía dé resultados, pero ya pasaron 11 años. “El 3 de julio fui a su tumba a exigir justicia y voy a seguir en ese tenor”.

Informó que después de que mataron a su madre ella se iba a ir del país porque también la amenazaron de muerte, igual que a toda su familia, “nos ordenaron que nos fuéramos”.

Explicó que la amenaza se la hicieron del mismo teléfono que le quitaron a su madre cuando la mataron, “si hubiera voluntad ya hubieran esclarecido el asesinato de mi madre y el de mi tía Reyna”, dijo en referencia a la hermana de su madre a quien también mataron el mismo día.

Micaela resumió que su vida ha sido un dolor constante “que no se lo deseo a nadie”, y que todo comenzó con el encarcelamiento que sufrieron ambas.

Micaela refirió que ella cree en la justicia divina, y que quienes le han hecho tanto daño tarde que temprano lo van a pagar con creces.

Precisó que el principal responsable de la tragedia que ha sido su vida es el ex presidente recientemente fallecido, Luis Echeverría Álvarez, que gobernó el país de 1970 a 1976, de cuya muerte no le provoca, dijo, ninguna congoja, “esa persona no merece ni ser recordado por los mexicanos por todo lo que su gobierno originó y por todo lo que nos dañó a los guerrerenses, a gente inocente y humilde, él fue el promotor del genocidio de los años setentas”.

Dijo que para la familia Cabañas “y para mí” es un gran enojo e impotencia porque él tenía que pagar por los delitos de lesa humanidad que cometió y no fue castigado, pero creo en la justicia divina y allá lo va a pagar. Nosotros vamos a seguir adelante con la exigencia de justicia y el rescate de la memoria histórica de la mal llamada guerra sucia”.

Texto: Zacarías Cervantes / Foto: Carlos Alberto Carbajal

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