“Millennials”, dos escenarios del futuro inmediato

Arturo Santamaría Gómez   La inmensa mayoría de los entusiastas, entregados y bellamente solidarios rescatistas espontáneos, y profesionales también, son millennials (milénicos, en español). Eran o parecían seres...

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16 octubre,2017 7:28 am
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Arturo Santamaría Gómez

 

La inmensa mayoría de los entusiastas, entregados y bellamente solidarios rescatistas espontáneos, y profesionales también, son millennials (milénicos, en español). Eran o parecían seres devorados por la tecnología digital, la relación virtual y el desinterés en la cosa pública. Su individualismo, se decía, era casi total. Probablemente estas  apreciaciones no eran tan ciertas, pero esa era la opinión dominante.

En siete entidades del país, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Morelos, Puebla, Estado de México y la Ciudad de México, miles de ellos, con sus acciones recientes, han demolido esas tesis. Al menos por el momento.

En otros corredores de nuestra compleja realidad hay otros jóvenes milénicos que se dedican a asuntos delictivos. Y son también decenas de miles a lo largo del territorio nacional.

Recientes investigaciones periodísticas, gubernamentales y académicas sobre el narco menudeo nos revelan que las nuevas estrategias comerciales de los cárteles han buscado y logrado ampliar de manera sustantiva el mercado doméstico. Para tal propósito los milénicos y aun muchachos más jóvenes son tanto el destino principal de sus ventas como sus comercializadores en pequeño.

Esos dos grupos son parte de la generación milénica que en diez o quince años estarán disputándose las riendas de México. De ellos saldrán los que dirijan el crimen organizado, la política, la empresa, la cultura, la educación, la ciencia, el deporte y la sociedad civil mexicana.

El crimen organizado está invadiendo todas las esferas de la sociedad mexicana. Domina los subterráneos de nuestra sociedad pero también, y crecientemente, los espacios legales de la empresa, el gobierno y la política.

La sociedad civil mexicana se fortalece pero todavía tiene mucho menos poder que la clase política, los empresarios y el crimen organizado. Entre los jóvenes milénicos los políticos son poco atractivos, pero los capos, por lo menos entre los millennials pobres, son cada vez más seductores.

Tal y como está el escenario presente lo mejor de los milénicos está menos organizado hasta el momento que los millennials reclutados por los cárteles de la droga.

No obstante, los milénicos que brotaron contagiosamente con los desastres naturales se asociaron en su mayoría de manera autónoma; no son empleados ni corderos de nadie. Muy probablemente el grueso de ellos goza de una alta escolaridad, una poderosa capacidad organizativa y directiva. Demuestran un vigoroso valor civil y una ejemplar solidaridad.

Otro de sus atributos, vital en una sociedad aun maniatada, es su coraje ante la ineptitud de la clase gobernante. Fabrizio Mejía, novelista y ensayista mexicano, no milénico pero sí de la Generación Equis, nos narra dos casos en su más reciente artículo publicado en la revista Proceso:

“–Mira, Miguel Ángel –le dijo el adolescente Adolfo Rogel en la transmisión de CNN en español al jefe de Gobierno de la Ciudad de México–, aquí no estamos jugando. Las familias estamos desesperadas y tú no has puesto un pie aquí ni te has presentado. Te quiero ver aquí a más tardar mañana, que se cumpla una semana del terremoto, y que pongas un alto a este desmadre”.

“–¿Ya llegaste? –le dijo el rescatista al gobernador de Morelos, Graco Ramírez–. ¿Dos días después y a las cuatro de la tarde? Nosotros estamos aquí desde el primer día; y hoy desde las siete de la mañana.”

–“No me faltes al respeto –articuló el funcionario”.

–“Somos iguales –estalló la gente. Aquí todos somos iguales”.

Si estos ejemplos, de desafiante tuteo republicano, hablan de una conducta extendida en la generación millennial, o por lo menos en los jóvenes organizados y solidarios del 19 de septiembre de 2017, estamos esperanzados en que puede emerger a mediano plazo una sociedad más democrática y cívica.

La disputa con los milénicos del crimen organizado va a ser intensa, pero si se consolida una vigorosa sociedad civil con esta generación, la cual, por cierto ya está dando sus segundos pasos construyendo diversas y más permanentes organizaciones para la reconstrucción, podemos empezar a dormir tranquilos.

En 2018 veremos su comportamiento político. Es difícil predecirlo partidariamente, pero los que voten, es muy probable que castiguen más a los que gobiernan en sus entidades y al poder federal.

Lo que no está todavía muy claro es cuál será el impacto o la influencia del ejemplo de los millennials de los estados afectados en el resto del país. Esperemos que sea contagioso.

 

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