Otra crisis ignorada por los candidatos: el agua; campesinos se amparan

"Los decretos siguen la lógica de que el agua será concesionada a quien primero la pida y esto es inconstitucional", agregó el secretario general de la Central Campesina...

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25 junio,2018 4:31 pm
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Hay un problema clave que azota a la nación desde mucho antes que los cárteles de la droga o los presidentes estadunidenses obsesionados con Twitter: la crisis del agua. Uno de los sectores más afectados, la Central Campesina Cardenista anunció que presentará 35 amparos contra 10 decretos que sustituyen las zonas de veda por reservas de agua.

Texto: Mikael D. Wolfe (profesor de historia en la Universidad de Stanford, autor de Watering the Revolution: An Environmental and Technological History of Agrarian Reform in Mexico).
Ciudad de México, 25 de junio de 2018. Hasta ahora los candidatos presidenciales, cuando no se están atacando, protestan contra la corrupción, la inseguridad y Trump, pero no han puesto mayor atención a un problema clave que azota a la nación desde mucho antes que los cárteles de la droga o los presidentes estadunidenses obsesionados con Twitter: la crisis del agua.
Por desgracia, en el tercer y último debate de la campaña, que incluía dos temas ambientales –el desarrollo sustentable y el cambio climático– los candidatos prácticamente no lo discutieron y mucho menos proporcionaron algún tipo de perspectiva histórica, ni en este ni en ningún otro asunto.
Acerca del agua, el tema que aquí interesa, ellos podrían haber hecho referencia al más reciente “Informe sobre el estado de los recursos acuíferos mexicanos”, emitido por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el cual señala que la disponibilidad del líquido por habitante descendió de 18 mil 53 metros cuadrados en 1950 a 3 mil 692 en 2015. De aquéllos, el agua subterránea representa casi 40% de su uso total. Y de ese 40%, 60% está contaminado, sobreexplotado o ambas cosas.
Pero incluso estas estadísticas conservadoras no transmiten la tragedia humana subyacente. Entre tantos otros ejemplos está el de María, una madre que vive en un barrio pobre de la Ciudad de México sin agua corriente, quien para llenar las cubetas necesarias para el uso doméstico básico depende de costosas entregas que llegan en pipas dos veces por semana. O el de Gloria Villanueva Rodríguez, una mujer de mediana edad, gravemente enferma a causa del agua subterránea contaminada en Guanajuato. O los cientos y miles de personas en el municipio jalisciense de El Salto, cerca de Guadalajara, muertas o envenenadas porque las autoridades gubernamentales no hicieron nada para impedir que los desechos industriales fueran arrojados en las aguas del río Santiago.
La ironía es que la Constitución de 1917 inspiró algunas de las mejores leyes del mundo sobre agua, que simplemente no se aplican a causa de poderosos intereses económicos, mexicanos y estadunidenses, profundamente involucrados en el suministro del líquido.
Éstos han paralizado las leyes y creado una crisis que amenaza el medio ambiente y la salud de todos los mexicanos.
Producto de la Revolución de 1910, la Constitución ordenó la repartición y conservación del agua (y la tierra) para toda la población. Puso bajo jurisdicción federal la mayoría de los recursos de aguas superficiales para que el gobierno pudiera regularlos en todo el país. En las décadas siguientes, la legislatura federal aprobó diversas leyes nacionales sobre el agua e incluso enmendó la Constitución para actualizar las regulaciones.
Sin embargo, históricamente las soluciones para el suministro del agua han provenido de la tecnología y no de las leyes. Emulando a sus contrapartes de Estados Unidos, especialmente en la década de 1930, los ingenieros mexicanos comenzaron a construir miles de presas. Pero si bien éstas conservan el agua para el consumo humano, también dañan los frágiles ecosistemas ribereños y pueden ocasionar desplazamientos humanos forzosos.
El gobierno mexicano entendía ese efecto negativo de las presas, pero sus ingenieros estaban tan enamorados de la tecnología hidráulica estadunidense que hicieron muy poco para cambiar el rumbo. Ese fue el caso de Marte R. Gómez, secretario de Agricultura de 1940 a 1946, quien ayudó a introducir la Revolución Verde: la adopción de semillas híbridas estadunidenses de mayor rendimiento, junto con el uso de pesticidas y fertilizantes químicos.
Gómez llamó a estos cambios la “modernización” de la agricultura mexicana. Pero ésta dependía de un ingrediente esencial: el agua, y pronto fue claro que represar los ríos no era suficiente. Entonces Gómez instó a los agricultores mexicanos a que bombearan profusamente el agua subterránea, pese a que él y otros ingenieros sabían que, a largo plazo, esto traería consecuencias perjudiciales al medio ambiente y la salud pública.
El rápido crecimiento de la economía y la población crearon una casi insaciable demanda de agua, por lo que el gobierno mexicano optó por no ejercer su autoridad para regular el consumo. Y eso no fue todo. Algunos ingenieros tenían intereses comerciales personales en las mismas industrias que debían regular (el proverbial zorro que cuida el gallinero). Gómez, por ejemplo, cuando era secretario de Agricultura trabajó discretamente para fundar su propia fábrica de bombas de agua subterránea, Worthington de México, subsidiaria de la multinacional con sede en Nueva York.
Cuando Gómez dejó el cargo en 1946, la sede de Worthington presionó al gobierno estadunidense para que otorgara préstamos de bajo interés a su filial mexicana y el gobierno de México también contribuyó con varios incentivos financieros. Gracias a ello, durante décadas Gómez se benefició del mismo uso excesivo del agua subterránea que él aprobó como secretario de Agricultura.
Durante largo tiempo la crisis del agua ha afectado a millones de mexicanos. A causa de esta historia, pero también a pesar de ella, hoy día la mayoría de los proyectos de desarrollo que afectan las principales fuentes de agua enfrentan una oposición mucho mayor que antes. Y aunque a menudo no puede detener del todo los proyectos, esa persistente oposición implica costosas demoras para el gobierno y los contratistas privados.
Un buen ejemplo es el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Enrique Peña Nieto ha invertido miles de millones de dólares de fondos públicos en él, pese a las preocupaciones sobre su impacto ambiental, en especial en las comunidades cercanas. Incluso Andrés Manuel López Obrador, en su carta enviada a El Financiero el 4 de abril, en la cual defendió su programa económico, anunció que no cancelaría el aeropuerto como había prometido, sino que lo revisaría cuidadosamente.
Es revelador que no mencionara en absoluto el agua en relación con el aeropuerto, ni ningún otro problema ambiental. Al menos en el último debate abordó algunos de estos temas (porque se le preguntó al respecto), pero su única referencia específica al agua fue decir que México tiene mucha en el campo, que debería convertirse en “una fábrica” y rehabilitar la hidroelectricidad, a la que llamó “energía limpia” a pesar del bien sabido daño ambiental que causan las presas y la gran cantidad de metano que emiten sus embalses.
Esto no significa que los otros presidenciables lo hayan hecho mejor. José Antonio Meade, del PRI, sólo se refirió vagamente a los trabajos de drenaje, y el Bronco a la necesidad de tratar toda el agua en México, pero ninguno lo relacionó con el tema de la salud, a cuya discusión los candidatos dedicaron más tiempo que al desarrollo sustentable y al cambio climático juntos. De hecho, en estos dos últimos temas sólo se utilizaron alrededor de 10 minutos de los 137 que duró el debate, ¡y del agua específicamente sólo hablaron tal vez dos minutos como máximo!
Ya que apenas mencionaron la crisis del agua y ni siquiera la llamaron así pese a que está plagada de corrupción y afecta en gran medida la salud pública, la planificación económica y la inversión, esperemos que los candidatos se involucren en el asunto de manera más profunda en esta última semana de campaña. De lo contrario, devaluarán el tratamiento del agua como un tema clave y, por lo tanto, lo empeorarán.

Presentarán campesinos amparos por agua

La Central Campesina Cardenista (CCC) anunció que presentará 35 amparos en 14 estados del País contra los 10 decretos que sustituyen las zonas de veda por reservas de agua.
En conferencia de prensa, el secretario general de la organización criticó que los decretos establezcan que un porcentaje de 295 cuencas hidrológicas pueda ser concesionado “al primero que lo solicite”.
“Con ello, desde nuestro punto de vista, se abre la posibilidad de iniciar un proceso de privatización de los recursos hídricos de las aguas dotadas en su momento a ejidos, comunidades y a pueblos originarios”, expuso.
El pasado 6 de junio, se publicaron en el Diario Oficial de la Federación 10 decretos por los que se suprimen Zonas de Veda y se establecen Zonas de Reserva de agua de casi 300 cuencas del país, además de que fija un porcentaje para su uso.
Correa detalló que hay 160 municipios que son afectados por los 10 decretos y que pueden también presentar amparos contra éstos, para lo que la Central Campesina Cardenista puso a disposición un formato de demanda de amparo en tinyurl.com/amparoagua
Miguel Cano, abogado de litigio estratégico, señaló que —además de los 35 amparos— la organización presentó una suspensión de los efectos de los decretos.
Cano explicó que los decretos violan el tercer artículo constitucional que establece que el uso de los recursos hídricos del País debe ser equitativo y sustentable.
“¿Cómo puede ser equitativo y concesionar a la primera persona que lo solicite?”, manifestó durante su intervención.
“Los decretos siguen la lógica de que el agua será concesionada a quien primero la pida y esto es inconstitucional”, agregó.
Los líderes campesinos cuestionaron que los decretos se hayan elaborado a partir de información y estudios técnicos de 2016 y, en algunos casos, de 2011.
“Cualquiera puede plantear que los datos empleados por el Gobierno son obsoletos, que la metodología es incorrecta, que la norma oficial con la cual se considera que hay disponibilidad de agua es criticable, y al fin y al cabo todo este cuestionamiento técnico pondría en tela de juicio si son sustentables los decretos”, consideró el abogado.
También reprobaron que para hacer los decretos no se consultó a las comunidades originarias previamente.
Finalmente, criticaron que los decretos señalen que sólo las concesiones vigentes dentro de las zonas de reserva de agua serán respetadas, pues destacaron que hay alrededor de 50 mil concesiones de agua vencidas, hecho que afecta a ejidos y comunidades originarias.

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