Salinas, Trump y los “Dreamers”

La decisión de Donald Trump de echar abajo el DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals) amenaza con expulsar de Estados Unidos a cerca de 800 mil jóvenes llegados...

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7 septiembre,2017 6:25 am
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Humberto Musacchio

La decisión de Donald Trump de echar abajo el DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals) amenaza con expulsar de Estados Unidos a cerca de 800 mil jóvenes llegados en la infancia a ese país. De esa cantidad, más de 70 por ciento son de origen mexicano, aunque los hay provenientes de muchos otros países.

Esos jóvenes son los llamados Dreamers (soñadores), para los que Barack Obama expidió el DACA, que se traduce como Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, programa que permitía a los ahora amenazados estudiar o mantenerse en los empleos que ocupan en Estados Unidos. Pero el sueño terminó.

De Donald Trump no podía esperarse otra cosa. Su búsqueda de legitimación entre el pueblo estadounidense está basada en despertar los peores instintos de los sectores de derecha y alentar las acciones xenófobas y racistas; como lo demostró, si hiciera falta, al calificar de igual manera a los neonazis reunidos en Charlotesville y a los antifacistas.

La decisión de Trump de suprimir el DACA hace aparecer a Obama como el buen samaritano que tendió la mano a los desprotegidos, pero lo cierto es que ha sido el presidente gringo quien ha expulsado a más mexicanos en toda la historia de Estados Unidos. Su defensa de los Dreamers se explica porque representan un sector que hace grandes aportes a la renovación demográfica en una población que, en promedio, es cada vez más vieja. Se necesita gente joven para ocupar las plazas laborales y si esa gente cuenta con estudios universitarios y alta calificación profesional, mucho mejor para la economía del país vecino. Pero eso no lo entiende el tipejo del gran copete.

Numerosos empresarios han protestado contra la medida, pues la mano de obra indocumentada resulta mucho más barata que aquella que cuenta con papeles legales. En especial, ha tenido resonancia la protesta de los grandes magnates de Sillicon Valley, pues cientos de esos jóvenes amenazados con la extradición son genios del ámbito cibernético que aportan sus conocimientos a la pujante industria de la computación.

Como era de esperarse, ahora los gobernantes mexicanos se desgarran las vestiduras por los paisanos amenazados con la expulsión de EEUU y les prometen facilidades para que sigan estudiando y hasta empleos, como si aquí sobraran plazas en nuestras saturadas universidades y no tuviéramos a tres de cada cinco trabajadores en la economía informal. Demagogia vil.

En esta coyuntura no han faltado los que demandan que México no ceda a las múltiples exigencias de Estados Unidos en la negociación del TLCAN, a menos que se garantice la protección de los amenazados por la expulsión. Sueño guajiro. Los negociadores mexicanos, representantes de un gobierno caracterizado por la sumisión y el entreguismo, no actúan para proteger a los mexicanos de a pie, sino a los exportadores.

Por fortuna, lo previsible es que Trump tenga serias dificultades para llevar adelante su proyecto de expulsión masiva, pues se le oponen poderosos sectores empresariales que resultarían afectados. Por otra parte, entre los 800 mil amenazados hay muchos que ocupan plazas laborales en rubros poco apreciados socialmente, pero que resultan indispensables para el mejor funcionamiento de la economía.

La derogación del DACA ha vuelto a mostrar la tremenda irresponsabilidad con que se negoció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Fue Carlos Salinas de Gortari quien dejó a los mexicanos en la indefensión, al aceptar el libre flujo de capitales y mercancías, pero no el de mano de obra, algo que, en su momento, los países de Europa Comunitaria entendieron como indispensable desde el principio de las negociaciones que los llevaron a unirse.

Consecuencia del TLCAN fue un desempleo mayúsculo por el crecimiento mezquino de nuestra economía, lo que produjo una migración masiva e indocumentada de la fuerza laboral, pues en la era de dicho tratado pasó de dos millones y medio a 12 millones el número de mexicanos en Estados Unidos. Los gobernantes mexicanos observaron esa tragedia demográfica con un disimulo que pretendía ocultar su satisfacción, pues las remesas de esos trabajadores se convirtieron en la principal fuente de divisas, más importante incluso que los ingresos petroleros. Ahora vemos las consecuencias de esa miseria política, de esa negociación del TLC sin grandeza ni sentido patriótico. Una tragedia más para un pueblo que no debe acostumbrarse a la desgracia.

 

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