Sin agua, educación, médicos y empleos sobreviven los desplazados de Tlaltempanapa en Copalillo

El Centro Morelos los visita y advierte que la situación es crítica y se agudiza día a día. Reclaman la falta de ayuda del municipio, del gobierno del...

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20 diciembre,2018 7:03 am
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El Centro Morelos los visita y advierte que la situación es crítica y se agudiza día a día. Reclaman la falta de ayuda del municipio, del gobierno del estado y de la federación, ya que no bastan las despensas porque lo que quieren es tener dónde vivir y trabajar.
Copalillo, Guerrero, 20 de diciembre de 2018. Para las mujeres nahuas desplazadas por la violencia de Tlaltempanapa, Zitlala, el salario mínimo de 88 pesos es prácticamente inalcanzable aún trabajando 12 horas diarias, y a pesar de la velocidad de sus manos el tejido de palma sólo les da para obtener 8 pesos.
La señora Rufina de 80 años es la más rápida en terminar un lazo de hoja de palma que es utilizado para crear sombreros.
Desde que sale el sol y hasta el último rayo no deja de entrelazar las hojas. La abuela con basta preparación y técnica termina dos rollos todos los días, cada uno de unos 40 metros de largo, y cada rollo se vende en 4 pesos, sin recuperar el esfuerzo invertido en conseguir las hojas de palma en el campo y el tejido.
Ayer después de más de un mes y medio desde que llegó a Copalillo la mujer adulta mayor comió carne de pollo.
Animales que de inmediato fueron cocinados por las mujeres más jóvenes y que fueron entregados por el director del Centro de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón (Centro Morelos), Manuel Olivares Hernández.
Mientras Rufina trabaja, al fondo los 35 niños desplazados son apoyados por el señor Eusebio Sánchez, quien les enseña a cantar en su lengua madre la canción Flor de Copal, para que los niños no se estresen y participen en actividades culturales en el municipio, porque para ellos la esperanza de ir a una escuela cada día es más lejana.
Muy cerca del pedazo de suelo donde se encuentra Rufina está Ángela de 13 años, una niña que pasó de estudiar la secundaria a cuidar al hijo de su hermano, Fermín quien apenas cumplió 18 años y cuyo hijo nació tres días antes de que escapara de Tlaltempanapa el 6 de noviembre.
El joven que tampoco se da por vencido ante los señalamientos en el pueblo de que los desplazados son delincuentes, ha conseguido trabajo de ayudante en el campo, limpiando o cortando la cosecha de maíz, donde gana 100 pesos al día, los que utiliza para comprar leche para su hijo. Al niño le ha puesto por nombre Nicolás Fernando en memoria de su abuelo.
Entre tantos mosquitos en Copalillo y los gritos de los niños, la sed es la enemiga a vencer porque no hay agua para tomar, y es necesaria para poder bajar el garbanzo que no falta a diario, y que les ayuda a amortiguar el hambre.
El agua que les envían en pipas es del río y está contaminada. Para las mujeres y los hombres el futuro está en un lote que se ha divido en 18 terrenos donde pretenden construir sus casas, porque regresar a Tlaltempanapa es irse a morir.
Claman por ayuda
Los desplazados por la violencia refugiados en Copalillo reclamaron la falta de ayuda del municipio, del gobierno del estado y de la federación, dijeron que no bastan las despensas lo que quieren es tener donde vivir y trabajar.
Desde el día que llegaron los 66 desplazados duermen al aire libre, en colchonetas en la cancha de la entrada a Copalillo, los más pequeños lo hacen en las tiendas de campaña pero el frío hace de las suyas y la mayoría enferma.
Para los adultos es un dolor de cabeza porque la última vez que vieron a un médico y una enfermera fue en los dos días siguientes que llegaron a Copalillo.
En el lugar nadie piensa en la cena del 24 de diciembre, menos en el festejo por recibir el Año Nuevo, no hay un pino o algún adorno navideño, se respira el humo que sale de los fogones donde las mujeres cocinan, cuando hay algo que cocinar.
Para el director del Centro Morelos, Manuel Olivares Hernández, la situación de los desplazados es crítica y se agudiza día a día, porque el alimento que se les envía no alcanza, porque prácticamente comen lo que se les envía al no tener un trabajo bien remunerado.
El defensor afirmó que la ayuda que el gobierno del estado ha llevado no es a iniciativa propia, y han sido producto de al menos siete solicitudes por escrito en distintas secretarías, “y hacen caso porque de lo contrario caerían en omisión”.
Además urgió la atención a los niños, quienes padecen enfermedades como hepatitis, no van a la escuela, y sus papás los tienen que llevar a médicos particulares para ser atendidos porque en el centro de salud no hay medicamentos.
Denunció también que los desplazados carecen de seguridad y no tienen vigilancia las 24 horas del día.
Texto: Jacob Morales / Foto: Jesús Guerrero

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